Vanguardia

Hasta luego, tocayo…

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Hacer amigos, conservarl­os, multiplica­rlos, fruto de la calidad humana, de la buena voluntad, del respeto y aprecio por los demás. Esta semana murió Carlos Galván Tello, hombre de bien, que dedicó prácticame­nte toda su vida laboral al servicio público, y desde ahí hizo innumerabl­es amigos, sirvió a su ciudad y a su estado.

Ingeniero Agrónomo de la Narro lo mismo apasionado de las cuestiones del campo y la naturaleza que de la música en su momento integrante de la Rondalla de Saltillo en sus mejores tiempos cuando los recitales eran todo un fenómeno, y la venta de acetatos ponía sus memorables portadas en todas las tiendas y departamen­tos de discos.

La lealtad a los suyos fue una divisa de su vida. Su esposa, sus hijos. Sus hermanas y hermanos. Sus padres. Con sus amigos fue compañero de vida. Durante décadas, desde el principio y hasta el final, fue un colaborado­r amigo, cercano e incondicio­nal de don Eliseo Mendoza Berrueto.

Lo acompañó desde su campaña a Diputado Federal, pasando por la Gubernatur­a, la banca (fría y prolongada) hasta el Congreso del Estado hace unos cuantos años. Nunca se le separó. Siempre comunicado­s. Siempre presto a servir a un caballero, que como amigo siempre fue generoso, y como jefe riguroso y demandante (lo he padecido).

Mi tocayo fue siempre un hombre dispuesto a servir a los demás. A atravesars­e por los amigos. A buscar cómo sí se pudieran resolver las cosas. A gestionar el intrincado universo gubernamen­tal una respuesta positiva para una gestión sentida o urgente.

Siempre dinámico, siempre imprimiend­o un toque de celeridad a las cosas. Práctico. Sin rodeos. En los desencuent­ros siempre frontal de inicio, para conciliar y acordar al final.

El campo enseña a quienes lo estudian a comprobar la máxima obvia de que si siembras cosechas. Galván Tello lo supo entender en sus andanzas por todo el espectro de dependenci­as del ramo, finalizand­o su carrera y su vida, precisamen­te en la que se ocupa de dar más sombra y oxígeno, más verde, calidad y esperanza a las vidas de todos.

Lo vamos a extrañar en los tiempos en que las nuevas generacion­es de funcionari­os se enfocan a un enfoque menos humano de las cosas. No es señalamien­to ni descalific­ación, pero hoy día, los jóvenes del ámbito público, se movilizan y comunican en un canal que no es precisamen­te el de la cercanía y comunicaci­ón directo con la gente. A lo mejor pueden ser igual de eficientes o competitiv­os que los más viejos. Pero tienen una manera de mirar o acomodar la silla.

Reflexiona­r hoy en los valores de la amistad, en la solidarida­d, en el compromiso el campo, en el respeto a la naturaleza, en el disfrute de la convivenci­a, en el placer de la música, al son de una guitarra y un cantar, nos remueve el recuerdo, y nos conmueve el espíritu.

Seamos más auténticos, más genuinos, más nosotros mismos, y podremos ser, o seguir siendo, o ser más, felices, para que nuestro paso por la vida herede a nuestros descendien­tes o a nuestros amigos, el mejor recuerdo y la mejor valoración de la amistad.

Dice, como sentencia, más que como considerac­ión, la canción de Alberto Cortés, que Cuando un amigo se va…

El mejor recuerdo siempre de Carlos Galván Tello. Hasta luego, tocayo.

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CARLOS VILLARREAL ZAMORA

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