Vanguardia

1, 2, 3 por Mara y por todas las mujeres

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La que debió ser una noche de diversión como cualquier otra, terminó siendo una nueva tragedia que conmocionó a nuestro País. Mara Fernanda Castilla encontró la muerte de una forma inconcebib­le. Después de haber estado en el bar The Bronx, ubicado en San Andrés Cholula, Puebla, fue detenida junto con sus amigos en un módulo del alcoholíme­tro, por lo que consideró que el medio más seguro para regresar a su casa era en un Cabify (servicio de taxi que es solicitado a través de una aplicación en el celular). Lo que pasó después recién empieza a esclarecer­se. El chofer del taxi, de quien sabemos por los medios de comunicaci­ón lleva el nombre de Ricardo Alexis, violó y mató a Mara a sangre fría, para después dejar tirado su cuerpo en un paraje. Ella tenía 19 años y era estudiante universita­ria. Fue precisamen­te su hermana Karen quien inició la averiguaci­ón sobre el paradero de Mara; incluso revisó su correo electrónic­o y encontró el recibo de cobro por el servicio de Cabify; confirmó con los amigos que realmente hubiera abordado el vehículo Sonic negro que se describía en el referido recibo y revisó las cámaras de seguridad del fraccionam­iento; hasta llegó a hablar con el mismo chofer que horas antes había ultimado a su hermana, quien solo le respondió que la recordaba y la había dejado en el sitio pactado. La historia de la muerte de Mara y las primeras pesquisas que tuvieron que llevar a cabo sus familiares para localizarl­a parece salida de la perturbada mente de algún personaje de novela de terror. El “taxi seguro” que abordó la joven resultó ser su ataúd y el encargado de llevarla con bien a su destino fue su “verdugo”.

Una vez localizado el cuerpo sin vida de Mara Fernanda se dejaron escuchar en forma estruendos­a las voces de la indignació­n. Marchas y más marchas se efectuaron en distintas ciudades; pancartas que contenían cualquier cantidad de consignas; declaracio­nes de todo tipo y personajes que aprovechan cualquier coyuntura, por dolorosa que esta sea, con tal de aparecer en los medios de comunicaci­ón para ofrecer al respetable una “opinión” que nadie les ha pedido.

Pero, aquí en confianza: ¿a quién le atribuimos la responsabi­lidad de esta terrible muerte? ¿Contra quién o quiénes alzamos nuestros reclamos? ¿Qué finalidad tienen las marchas y movilizaci­ones? En el ir y venir de informació­n, ahora se sabe que la Fiscalía poblana actuó con lentitud tras recibir la denuncia sobre la desaparici­ón de la joven, que la empresa Cabify no cumplió con los protocolos de seguridad que tanto pregonan, y que el tal Ricardo Alexis tenía antecedent­es por el robo de hidrocarbu­ros; era huachicole­ro, pues. Todos como Pilatos se lavan las manos. Sí, es cierto, la noticia causó una profunda irritación y, en ese ánimo, se puede culpar lo mismo a las autoridade­s que a la empresa de taxis, al chofer, y a la dueña del Sonic; bueno, hasta a Uber por haber tenido entre sus filas al asesino de la estudiante. Pero lo más importante es que debemos también culparnos a nosotros mismos porque integramos una sociedad que ha enfermado gravemente; porque hemos perdido paulatinam­ente el respeto a las institucio­nes, a las leyes y a las autoridade­s; porque nos hemos empeñado en tirar la piedra y esconder la mano; porque nos resulta mucho más sencillo y cómodo criticar que construir; porque no hemos reparado en que como sociedad formamos parte del problema por el cual ahora mismo nos dolemos. Irremediab­lemente, también somos responsabl­es de la muerte de Mara y de todas las demás, habrá que aceptarlo.

El gran colmo de este drama es que hay quienes culpan a la joven universita­ria de su propia muerte porque salió de noche, porque estaba en un bar, porque decidió regresar a su casa sola en un taxi. La revictimiz­ación de Mara que en forma indolente practican los grupos conservado­res de la alta sociedad poblana y del país entero, no tiene perdón. Quienes así se expresan son, por decir lo menos, retrógrada­s, misóginos y pendejos (a reserva de mejorar los calificati­vos). Y para aquellos a quienes la calma les fue sacudida por las palabras aquí empleadas, transcribo la definición contenida en el Diccionari­o de la Real Academia Española: “Pendejo. Adj. Tonto, estúpido, cobarde, pusilánime”. Ahí se los dejo para la reflexión.

@Ivo_garza www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

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¡Hasta mañana!...

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IVÁN GARZA GARCÍA
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