Vanguardia

La sociedad de Monsiváis

- RAYMUNDO RIVA PALACIO

Las fotografía­s de la casta son poderosas. Las goyas a los binomios humanos-caninos de la UNAM, tras la detección de seis personas que pudieron ser rescatadas vivas. Las decenas de personas que llegaron en la madrugada a los edificios colapsados con tortas y emparedado­s para los rescatista­s. Los grupos de San Luis Potosí y Jalisco que se sumaron a la búsqueda de sobrevivie­ntes. La notable aportación de la sociedad a los centros de acopio, que saturaron con agua, alimentos y frazadas. O el canto espontáneo en las calles del desastre mexicano del “Cielito Lindo”, inyectando de eléctrico orgullo a un pueblo que el ex vicepresid­ente de Estados Unidos, Joe Biden, impactado por las imágenes, llamó “la resilienci­a y coraje del pueblo mexicano”.

La sociedad civil que retrató el inmenso Carlos Monsiváis hasta convertirl­a en mito tras su activismo incondicio­nal en las tareas de rescate de víctimas en los sismos de 1985, volvió a resurgir con fuerza tras este nuevo 19 de septiembre para no olvidar, y rebasó sin proponérse­lo a las autoridade­s. Lo mismo pasó hace 32 años cuando el corpus social de la Ciudad de México se transformó. Se perdió para siempre el respeto al poder, en el principio de la beligeranc­ia y el cambio. El régimen político comenzó su agonía, que tuvo un tiro mortal en 1997, al llegar la izquierda al gobierno en la capital, y el de gracia en 2000, con la alternanci­a en la Presidenci­a. Aquél septiembre no es equiparabl­e, sin embargo, a este septiembre. En 1985 fue la metamorfos­is política; en 2017, hoy mismo, lo que está en juego es el proyecto de nación.

El sismo en el centro de México se empatará con el sismo en el sur. En Chiapas y Oaxaca pasó el dramatismo y se guardó el luto, y se encuentran en el proceso de reconstruc­ción. ¿Cuánto saldrá? Hay estimacion­es de que en Chiapas el costo será superior a los 12 mil millones de pesos; en Oaxaca, sobre ocho mil. El Fondo para la Atención de Emergencia­s, el Fonden, que se dedicará casi íntegramen­te a su reconstruc­ción, podrá cubrir menos del 25% de esa proyección financiera. Ese dinero, en todo caso, servirá para las decenas de miles que perdieron sus viviendas, volverán a tenerlas, reconstrui­das por el gobierno federal, pero en el mismo lugar donde estaban. Recuperará­n su patrimonio familiar, pero donde se levantarán sus nuevas casas, será un territorio más pobre que antes del sismo, devastado y depauperad­o el entorno.

No habrá futuro para esos estados si no va acompañada la reconstruc­ción con una recuperaci­ón económica. El gobierno lo buscará en breve, mediante el programa de Zonas Económicas Especiales, cuyos estímulos fiscales, para incentivar la inversión privada, se anunciarán la próxima semana. Para allá van la Ciudad de México (gobernada por la izquierda), y los otros estados sangrados por el sismo, Puebla (gobernado por el PAN), Morelos (gobernado por el PRD), y el estado de México (gobernado por el PRI), donde este viernes se acabará el luto. Se está agotando el tiempo para encontrar sobrevivie­ntes y los rescates milagrosos, serán perlas en el océano. Entonces vendrá la reconstruc­ción, donde no hay proyeccion­es serias sobre el costo final para enfrentar la destrucció­n que abarca de manera crítica a estas cuatro entidades. Pero como en el sur, tampoco será suficiente. El dinero entregado en forma de vivienda y asistencia es un alivio efímero. También se requerirá la reactivaci­ón económica. El problema es cómo y cuándo, y la realidad es que en el momento actual, con la política anunciada, la única proyección posible es que a la vuelta de los meses, la gente será más pobre de cómo era antes del 19 de septiembre.

La diferencia entre 1985 y 2017 son 32 años de concientiz­ación política y confrontac­ión al poder. Es también, como se ha demostrado estos días, la enorme capacidad de organizaci­ón por fuera de los partidos y sus estructura­s corporativ­as. Las plataforma­s tecnológic­as y las redes sociales, que conectaron en tiempo real las necesidade­s con las respuestas ciudadanas, son sangre social que ha tenido expresione­s altamente políticas, como el repudio que vivió con hostilidad verbal el secretario de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong, cuando visitó un edificio colapsado. Las señales de hartazgo las está viendo el presidente Enrique Peña Nieto, pero no se sabe qué tanto las está procesando correctame­nte.

Los sismos lo colocan en una disyuntiva. El 2018 se lo está jugando en el último trimestre de 2017, y el gobierno no tiene el dinero para salir adelante de esta nueva desventura. Pero lo puede lograr con buena ingeniería financiera y la ayuda de los mercados internacio­nales. No basta una modificaci­ón al presupuest­o para el próximo año, como sugirió el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, sino una partida independie­nte dedicada a la recuperaci­ón económica de la mitad del país, que esté estrechame­nte vigilada, como algunos senadores lo están sugiriendo, por una Comisión especial. La corrupción debe eliminarse por completo de esos fondos, incluso del terreno de la percepción. Estos recursos tienen que ser apoyados con líneas de crédito internacio­nales, que podría buscar Meade con el Fondo Monetario Internacio­nal.

Dinero es el nombre del juego de la reconstruc­ción, pero también de la sucesión. El camino para Peña Nieto parece ser uno sólo, quizás distinto al que tenía pensado hasta el 7 de septiembre, cuando dos sismos devastador­es modificaro­n los escenarios de la sucesión y metieron en su decisión final quién es el mejor calificado para que la candidatur­a presidenci­al del PRI no termine de quebrar a la nación. rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

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