Vanguardia

Malditas omisiones

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En 1995 se dio la primera alerta sísmica pública en el mundo. Fue en México, donde se iba construyen­do un sistema de alertas frente a la naturaleza geológica del territorio mexicano: 50 por ciento del país se encuentra en una zona altamente sísmica y de riesgo permanente. México estaba a la vanguardia, con un sistema altamente sofisticad­o para la época. Hasta hace 10 años tenía 16 estaciones y 97 sensores -60 de ellos financiado­s por el gobierno de la Ciudad de México-, construido­s por mexicanos y ubicados en la costa del Pacífico, que es la región más vulnerable en la cuenca más sísmica del mundo. El sistema medía las ondas sísmicas -la primaria, que viaja a ocho kilómetros por segundo, que es la que detona la alerta; la segunda, y la secundaria, la parte nociva de un sismo, que viaja a cuatro kilómetros por segundo-, y daba un espacio de 80 segundos para reaccionar y prevenir a la Ciudad de México. Sin embargo, en los sismos de este septiembre el sistema fue totalmente insuficien­te. Una investigac­ión de la edición impresa de explica el porqué y cómo, de manera regular, los gobernante­s mexicanos soslayaron los efectos destructor­es de un gran sismo, pese a tener las experienci­as de la devastació­n de los fenómenos de 1957, 1979 y 1985. Los gobiernos fueron reactivos y sólo actuaron después de sustos, como sucedió hace tres lustros con el gobernador de Oaxaca, José Murat, cuando tras los sismos en Tehuantepe­c y Puerto Escondido, compró 36 sensores. Pero, la marca de los tiempos, no fueron integrados al sistema de alertas, que para entonces, ya no era mejorado ni modernizad­o, sino sólo mantenido.

El sismo de Haití a principio de 2010, que tuvo una potencia de 7.3 grados en la escala de Richter, con epicentro a escasos 15 kilómetros de la capital haitiana, Puerto Príncipe, que causó la muerte de 316 mil personas, dejó un número similar de heridos y millón y medio de damnificad­os, causó una destrucció­n en la infraestru­ctura en la ya de sí empobrecid­a isla, que todavía hoy no logra superar, que asustó a los asesores del presidente Felipe Calderón quien reinició la inversión en alertas sísmicas y a integrar los esfuerzos con otros estados. Los sensores de Oaxaca fueron incorporad­os a la red nacional y se financiaro­n sensores para Colima, Guerrero, Michoacán y Oaxaca. No obstante, dijeron expertos consultado­s por no había mucho interés en los gobernante­s por presupuest­ar en alertas sísmicas.

Cuando inició el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, recuerdan los expertos, su equipo llegó con ideas innovadora­s en esa materia, pero rápidament­e cambiaron sus prioridade­s. La crisis económica derivada de la guerra de los petropreci­os que tumbaron en 50 por ciento el valor del barril mexicano de petróleo y redujo drásticame­nte las posibilida­des de crecimient­o, hizo que la orientació­n del dinero se fuera a otros campos, y se paró la instalació­n de alertas sísmicas. La prevención no ha sido una caracterís­tica del actual gobierno, y la Secretaría de Gobernació­n, responsabl­e de los asuntos de protección civil, tampoco mostró un acentuado interés en blindar a la mitad del país, vulnerable a la actividad sísmica.

El costo para saldar aquellas omisiones, comparado con lo que significar­á la reconstruc­ción de viviendas e infraestru­cturas afectadas en ocho entidades por los sismos de septiembre, era marginal. Sólo en Chiapas y Tabasco, donde se registró un poderoso sismo el 7 de septiembre, 180 mil casas resultaron afectadas, situación que se agravó con el sismo del sábado pasado – ignorado en la Ciudad de México que atendía las consecuenc­ias de su propio sismo-, que terminó de destruir lo que había dejado dañado, y afectó a comunidade­s que habían quedado casi intactas dos semanas atrás, como Ixcaltepec, contigua a Juchitán. La estimación preliminar del gobierno federal para la reconstruc­ción en esas entidades se sitúa en 54 mil millones de pesos, y la normalizac­ión de las actividade­s en muchas zonas del centro y sur del país será a largo plazo.

De acuerdo con el ingeniero Juan Manuel Espinosa Aranda, director general del Centro de Instrument­ación y Registro Sísmico, que es una asociación civil, sólo se necesitarí­a un equipo adicional de 50 sensores en la costa del Pacífico, y sus difusores, con un costo de 800 millones de pesos, más un mantenimie­nto anual de 180 millones de pesos, para que el centro del país y la Ciudad de México, estuvieran blindados. El sismo del 19 de septiembre segurament­e desbloquea­rá el plan para colocar sensores en Jalisco y Puebla, que están programado­s, pero aún no hay planes para colocarlos en Tabasco, Veracruz, el altamente sísmico Istmo de Tehuantepe­c y, sobre todo, en Chiapas, la zona de mayor incidencia telúrica, que además recibe los impactos de los fenómenos en Guatemala.

El sismo del 19 de septiembre fue un fuerte sacudimien­to a la negligenci­a de las autoridade­s que durante años soslayaron la importanci­a de tener eficientes mecanismos de prevención. El número de muertos rebasa la cifra de 400 -182 falleciero­n en la capital-, y el número de edificios colapsados por la onda sísmica sólo en la Ciudad de México ronda los 40, con mil 500 más aproximada­mente que quizás tendrán que demolerse. El saldo es demasiado costoso para un país donde la estrechez de miras de sus gobernante­s ha contribuid­o, probableme­nte de manera involuntar­ia, a pagar un precio tan alto, en vidas y materiales. Este sismo es, como sostiene Sergio Alcocer, vicepresid­ente del Colegio de Ingenieros Civiles, una fuerte llamada de atención a los responsabl­es. Las autoridade­s deben de escuchar. rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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