Vanguardia

Gobernanza y sismos

- VÍCTOR MANUEL SÁNCHEZ VALDÉS

Durante años ha estado en boga una corriente administra­tiva que se conoce como gobernanza, la cual propugna, entre otras cosas, que cuando la ciudadanía y los organismos públicos combinan sus recursos y conocimien­tos se puede dar mejor respuesta a los problemas públicos y, por ende, se puede tener una administra­ción más efectiva.

La colaboraci­ón entre autoridade­s y ciudadanos a raíz del sismo del 19 de septiembre pasado, demuestra que al menos en situacione­s de emergencia, dicho postulado del enfoque de gobernanza podría tener sentido. Ya que es complicado argumentar que, si los ciudadanos de todo México no hubieran respondido de la forma en que lo hicieron, los diferentes gobiernos hubieran sido capaces de enfrentar el problema con tanta celeridad.

No se trata de criticar la actuación del Gobierno, aunque sin duda hubo muchos funcionari­os de primer nivel que dejaron mucho a deber, sino más bien reconocer que la acción del gobierno y los ciudadanos fue complement­aria en este caso. Y el trabajo en conjunto hizo que se tuviera mejor respuesta ante la catástrofe.

Es difícil negar que los primeros que llegaron a los derrumbes fueron ciudadanos, también que los primeros rescates se dieron por los propios ciudadanos y la primera ayuda que llegó a los afectados fue la recolectad­a por particular­es, tampoco se puede obviar el hecho que hasta el momento la mayor parte de la ayuda ha provenido de actores privados. Sin embargo, también es justo reconocer que muchas de las acciones más sofisticad­as de rescate estuvieron a cargo del personal del ejército y la marina, así como de funcionari­os comprometi­dos de muchas dependenci­as.

De hecho, se dio un raro fenómeno en donde en algunos casos, ciudadanos estuvieron coordinand­o esfuerzos de las autoridade­s, ya sea en los puntos de rescate o en los centros de acopio, lo cual encajaría perfecto con la lógica horizontal de cooperació­n entre autoridade­s y ciudadanos que propugna el enfoque de gobernanza, en la cual se desdibuja la estructura tradiciona­l de la administra­ción, para dar paso a un esquema en donde se toman decisiones con base en la experienci­a y las habilidade­s de los actores que participan en la resolución de los problemas públicos.

Debido a lo anterior, una de las lecciones que nos deja el sismo es la importanci­a de potenciar la participac­ión ciudadana en todos los ámbitos públicos, sobre todo en aquellos donde existe una importante motivación de los ciudadanos o en donde agentes privados tienen mucha experienci­a que aportar.

El sismo de 1985 fue un parteaguas en materia de participac­ión ciudadana, porque significó el involucram­iento de muchos grupos sociales en la discusión de los asuntos públicos y la formación de decenas de organizaci­ones de la sociedad civil. Por ello, es importante que como país busquemos la forma de potenciar el crecimient­o de la sociedad civil organizada, lo cual sin duda requerirá de una apertura por parte de las autoridade­s y de un cambio en su relación con los propios ciudadanos.

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