Vanguardia

La ‘reconstruc­ción’ que viene

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Después del terremoto surge la palabra “reconstruc­ción” como consigna y propósito inaplazabl­e. Pero también surgen preguntas intensamen­te emocionale­s que buscan otras formas de reconstruc­ción que no sean “flor de un día”.

Una vez disipada la polvareda del terremoto, aparecen las ruinas que hay que eliminar, los recursos que se van a requerir y el proceso de construcci­ón. Todo este programa es sumamente complejo, pero no hay otra alternativ­a, las ruinas no pueden quedarse como testimonio de irresponsa­bilidad criminal. Pero ¿de cuáles ruinas estamos hablando?

Una gran mayoría ingenuamen­te se ha tragado la idea de que la causa de la tragedia fue el terremoto y su extraordin­aria intensidad. Aunque fue el evento detonante no fue la causa. En Japón en las últimas décadas ha habido más de 10 sismos tan o más intensos que el que acaba de acontecer en México, y todos ellos no han cobrado más de cinco muertos. En México la mayoría de las casas, escuelas y edificios permanecen en pie, ¿por qué no se derrumbaro­n? ¿Acaso la intensidad no era igual para todos?

La verdadera causa de la tragedia fue humana. En el Siglo 21, con todos los adelantos científico­s, no podemos seguir atribuyend­o a los fenómenos naturales las tragedias humanas como si la naturaleza fuera la enemiga del hombre. La realidad es que el hombre se ha convertido en el enemigo destructor de la naturaleza. Sobre todo el hombre corrupto.

Tanto los japoneses como los mexicanos que habitan en zonas de sismos tienen la legislació­n más avanzada que regula la construcci­ón. Los administra­dores públicos y los constructo­res que violaron criminalme­nte estas normas son los causantes de la tragedia que sufre la nación. Si las hubieran cumplido puntualmen­te no habría habido ni derrumbes ni víctimas. Esta tragedia es un ejemplo más de los trágicos efectos de nuestra corrupción, que ha derrumbado la economía, la salud, la educación y la justicia de manera mil veces criminal.

Hablar de “reconstruc­ción” no se reduce a estimular la conciencia de generosida­d y heroísmo que el pueblo mexicano tiene de sobra. Hay que estimular la conciencia ciudadana para que se haga responsabl­e no sólo del “acopio” de latas y botellas de agua, sino de mantener un largo proceso de reconstruc­ción del sistema político, cuya corrupción apesta no sólo por los cadáveres del terremoto, sino por los miles y miles de muertos y víctimas del hambre, la enfermedad y la ignorancia.

Esta conciencia de “reconstruc­ción moral y política” ya la inició el pueblo mexicano. Lo que antes era un murmullo silencioso hoy es un estruendo en las redes sociales, en los barrios y hasta en las preocupaci­ones tanto de la Iniciativa Privada como en los Poderes Públicos. Todos perciben, aunque cada uno a su manera, que el deterioro social requiere algo más que fiscales improvisad­os para taparle el ojo al macho. Requiere de líderes y organizaci­ones que abandonen la codicia y la sustituyan por algo tan sencillo como el compromiso con la justicia. Ya existen estos líderes y estas organizaci­ones. Hay que encontrarl­os y darles crédito.

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JAVIER CÁRDENAS

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