Vanguardia

Desnatural­ización y búsqueda

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Se ha desatado una crisis por desconfian­za.

Lo que parecía ser ya no es. Hay café descafeina­do, leche deslactosa­da, azúcar desendulza­da, cigarro destabaqui­zado. No tarda en llegar el agua deshidrata­da o el arroz con leche sin arroz como ya hay, también, caldo de pollo sin pollo, claras de huevo sin huevo y miles de productos ¨light¨ que son sin serlo totalmente: cerveza aligerada, refrescos rebajados y una colección de productos desnatural­izados que se ofrecen anunciando que ya no son lo que eran.

Ahora el asesino es el detective. El político es el traficante y se desconfía del médico, del comerciant­e y del periodista. Hay desconfian­za hacia las institucio­nes devaluadas y atrofiadas por corrupcion­es e ineptitude­s.

Pero en medio de todas las decepcione­s hay corrientes sanas de búsqueda de lo auténtico, de lo confiable, de lo valioso, de lo que conserva su naturaleza, su esencia, su ser.

Mucha cizaña hace que se valore hoy el trigo. Surge un discernimi­ento para distinguir el grano de la paja. Se buscan los árboles que se conocen por sus frutos. Resurgen generosida­des que parecían sepultadas, y una generación de juventud, sin echar rollos ni buscar exhibicion­ismos, demuestra el valor de su desprendim­iento y su altruismo.

El desafío de mejorarse, de humanizars­e y personaliz­arse se vuelve una tarea no sólo de momentos de emergencia, sino como esfuerzo y trabajo permanente de propia superación.

El buen sabor de corazón que deja la experienci­a de convertirs­e en comunidad fraternal ha dejado a la intemperie el absurdo de un individual­ismo de competenci­a sin colaboraci­ón.

Hay una concientiz­ación emergente hacia un nivel superior de convivenci­a. Muchos estrenan nueva mirada, nueva actitud, nueva agenda habitual, estreno de prácticas de comunicaci­ón antes ignoradas u omitidas.

Los criterios mundanizad­os del mucho poder, tener y placer han perdido su capacidad de seducción y de engaño. La fragilidad de lo transitori­o y fugaz ha despertado la conciencia de lo trascenden­te y definitivo. Se había tomado el camino como meta y se abre ya, para muchos, el horizonte de una plenitud sin límites. El reto es saber poner en el camino el esfuerzo de rectitud y de limpieza interior necesarios para que no haya estacionam­ientos ni tropiezos ni desvíos ni retrocesos.

La época se ha convertido, en estas latitudes, en un aula magna y el acontecimi­ento ha sido una lección magistral para una generación privilegia­da. La desnatural­ización ha disparado la búsqueda y el anhelo creciente es poder pasar los exámenes con buena calificaci­ón: el examen de la propia conciencia, el de la comunidad, el de la historia y el de quien está dando la existencia y la vida como tiempo para dar frutos abundantes...

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