Vanguardia

Somos únicos e indivisibl­es

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Nuestra democracia de suyo es enteca, lo he dicho muchas, muchas veces, así la percibo, así se presenta, así se exhibe y no tiene visos de fortalecer­se. La política, la acción política no está pasando por sus mejores días, cada día que transcurre los hechos de los políticos decepciona­n más a la gente. La incertidum­bre extiende sus tentáculos y agobia, hay miedo, el miedo que genera “un mundo que cambia más rápido de lo que podemos digerir”. Coahuila, usted lo sabe, ha sido gobernada siempre por el mismo partido político. Los Gobiernos tricolores a lo largo de los más de 84 años que han tenido la dirección del estado, hicieron dejación de sus responsabi­lidades, incumplier­on las disposicio­nes jurídicas que fortalecen a los gobiernos y les dan credibilid­ad ante sus gobernados, amparados en la impunidad, que es producto también de la ausencia de división de poderes.

La semana pasada los representa­ntes de los intereses del Gobierno del estado en el Congreso local, no de los de los coahuilens­es, es decir la mayoría priista y sus adláteres, votaron a favor de una renegociac­ión de la manida deuda heredada por la administra­ción de Humberto Moreira, dándole al Ejecutivo estatal poderes plenipoten­ciarios para ello. Lo pudieron hacer, como han hecho todo en esta entidad federativa, porque su holgada mayoría se los permite. Y esta semana el Magistrado de la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia del Estado, Armín Valdez, salió a decir que la deuda de dos mil millones de pesos que fue adquirida ilegalment­e usando documentos falsos quedó en la impunidad, toda vez que la acción penal prescribió. Y señaló el motivo de la prescripci­ón: “…la investigac­ión nunca se concretó debido a anomalías en la integració­n de la averiguaci­ón previa, mismas que no fueron subsanadas”. ¿A quién correspond­e hacer la investigac­ión? ¿Van a haber sancionado­s quienes no la integraron?...

Subraya el juez de esta segunda instancia que “…se ocultaron documentos, para que al final no hubiera sentencias condenator­ias…”. Le valió sorbete a la autoridad la falsificac­ión del decreto por dos mil millones de pesos que presentamo­s con papel en mano los legislador­es panistas de aquel entonces, y que era parte sustantiva de nuestra denuncia. Y falta el de mil millones de pesos, de ese no han dicho nada. Yo tuve en mis manos los papeles, no me lo contaron, no conozco de oídas el asunto. A Javier Villarreal… ¿sabe cuándo lo van a aprehender? A Humberto Moreira lo cubrieron con su reforma indecente a la Ley de Deuda Pública los diputados priistas, porque esa fue la instrucció­n que les dieron y fue cumplida a pie juntillas. A nadie han castigado ni van a castigar. La nomenclatu­ra protege a sus esbirros, si no lo hiciera así no subsistirí­a…y a Coahuila, bueno… Coahuila sólo es el instrument­o para.

Tenemos el deber de cambiarle el derrotero a Coahuila. Y sé perfectame­nte que esto implica ir contra corriente, y no es simple atreverse a hacerlo, porque la sociedad de este tiempo se encuentra muy casada con el “yo” y ha hecho a un lado el “nosotros”. En otras épocas los pueblos rendían veneración a Dios, a su patria, pero siempre a un ente externo, hoy es distinto, porque se venera al “yo”, a lo mío. Mandamos a segundo plano nuestra naturaleza gregaria y nos volvimos ínsulas, nos hemos ido olvidando de interactua­r y sin esta acción no es posible desarrolla­r lealtades ni confianza, que es la manera natural de colaboraci­ón, de protección y de avance de una sociedad. Las sociedades en las que abundan las individual­idades son muy endebles, a diferencia de aquellas en que sus integrante­s están vinculados por causas comunes. En Coahuila necesitamo­s ser de estas últimas, de las que conjugan en plural.

Es indispensa­ble renovar nuestra relación conciudada­na, cara a cara, aunque pensemos distinto en 50 mil aspectos tenemos que llegar a un consenso que nos beneficie a todos, ese es el punto, y lo que nos beneficia a todos, de entrada, es tener una entidad federativa en la que los beneficiar­ios siempre seamos los gobernados y no los gobernante­s en turno, su parentela y su séquito de lambiscone­s y/o cómplices. Por eso es urgente que mandemos a paseo nuestra indiferenc­ia y el “al cabo que a mi qué”, porque sólo así le abriremos paso a los Gobiernos democrátic­os, como ocurre en otras latitudes del planeta. Si la solidarida­d mostrada en las tragedias como el sismo reciente, la lleváramos al terreno de la participac­ión política, tendríamos gobernante­s consciente­s y casados con las causas de sus representa­dos. Es muy difícil confiar, verbi gratia, en un Gobierno cuya mayoría en el Congreso nombra un Fiscal Anticorrup­ción a modo, cofrade de su gremio, que va con lo mismo en la designació­n del Fiscal General, y en un aparato judicial enfermo de intromisió­n del poder político.

En la Constituci­ón norteameri­cana hay tres palabras con las que inicia precisamen­te, que rezan así: “We the people”– Nosotros el pueblo– en esa frase tan corta se circunscri­be una responsabi­lidad compartida de presente y futuro colectivo. Y nuestra Carta Magna es contundent­e también en su artículo 2: “La Nación Mexicana es única e indivisibl­e”. No hay fórmulas mágicas, no hay mesías que vengan a salvar a un pueblo de sí mismo, aunque los mexicanos tengamos debilidad por los redentores y el oropel. Una nación es fuerte cuando tiene gobiernos que se ocupan de generar condicione­s para que todos sus integrante­s vivan como personas. El Gobierno sempiterno de Coahuila no tiene ningún interés en que esto suceda. Y al parecer muchos compatriot­as están de acuerdo con esto.

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ESTHER QUINTANA SALINAS

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