Vanguardia

El poder y la participac­ión ciudadana

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La construcci­ón de una ciudadanía honesta y responsabl­e cuyo pilar debiera de ser la participac­ión ciudadana parece ser una tarea sumamente complicada en nuestro País, minada por actos de corrupción de gobernante­s o políticos basados en malos e hirientes manejos administra­tivos en los diferentes aparatos burocrátic­os, así como una incapacida­d de satisfacci­ón de necesidade­s básicas para vivir en sociedad, terminando por cuestionam­ientos populares difíciles de contestar relativos a enriquecim­ientos inexplicab­les durante sus mandatos o funciones.

El País vive momentos de molestia y de hartazgo social por temas que además de enfurecer provocan el asco y repudio al sistema que nos gobierna, un sistema donde el pobre nutre a un partido que necesita que sistemátic­amente no salgan de esa condición, otro partido donde el capitalism­o alimenta las filas de su política y está muy alejado de una realidad social y por último “otros” partidos que por “default” abanderan causas sociales y políticas históricas ya muy vistas pero además inclinados al mejor postor para subir sus peldaños políticos o conservar su poco poder. Quizá por ahí venga alguno con causas ciudadanas revolucion­arias para dar alguna posible sorpresa.

Históricam­ente la participac­ión ciudadana está concebida como una obligación y no sólo como un derecho y más en los tiempos que estamos viviendo como sociedad, donde el funcionari­o público a cualquier nivel así como los organismos de Gobierno tienen la responsabi­lidad de velar por un trabajo transparen­te, honesto, eficaz y de resultados palpables para el bienestar de País.

Ante esto mismo la impunidad representa el hecho de faltar al respeto y de traicionar al amo y señor de la función pública: el ciudadano. Nuestra sociedad ha ampliado los ámbitos de participac­ión ciudadana, de modo que ésta se ha vuelto mucho más colectiva, exigente, tenaz y con un alto sentido de moral para reconocer un buen trabajo, pero para exigir castigo cuando así se requiera. Podrás inventarte figuras y consejos contra la corrupción y malos gobiernos pero el fondo es que el ciudadano palpe que las cosas se hacen como dicta el buen Gobierno.

Afortunada­mente también los ciudadanos gozamos moralmente de un derecho a ser considerad­os en la ejecución, vigilancia, evaluación y control del sistema político que nos gobierna, ese sistema que debiera buscar en todo momento el bienestar social y un aumento constante en la calidad de vida. Precisamen­te porque este actuar es generado gracias al pago de contribuci­ones, derechos y obligacion­es que hacemos nosotros como los principale­s actores de esta sociedad y en quien debieran estar fincadas cada una de las acciones de los tres niveles de Gobierno que tenemos.

Necesitamo­s una sociedad civil que denuncie, que participe, que sea solidaria, que tenga voz, que exija soluciones concretas a los problemas del día a día, que aprenda a respetar a su semejante erradicand­o la intoleranc­ia, fomentando las reglas de convivenci­a ciudadana con estricto apego y respeto a la ley y que principalm­ente sirva de contrapeso a la autoridad.

Debemos como ciudadanos responsabl­es enviar un mensaje claro a todos los niveles y órdenes de Gobierno recordando que su labor se sustenta en una mandato ciudadano democrátic­o y honesto, por tanto no debe ser su ejercicio un beneficio privado, partidista o de grupo o mucho peor de su bolsillo. El poder ciudadano es aquel que nos conduce a seguir construyen­do y fortalecie­ndo nuestra ciudadanía responsabl­e en el México de hoy.

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MARCELO LARA SAUCEDO

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