De la mano, todos
Este día se cumplen dos semanas del segundo terremoto de grandes dimensiones que sacudió a varios estados de la República y a la Ciudad de México, y 26 días desde el ocurrido el pasado 7 de septiembre.
México, de nuevo, dio muestras de una gran fortaleza y de una gran unión en momentos de crisis. Dio evidentes muestras de la solidaridad de que es capaz, de la fuerza que une lazos entre uno y otro mexicano.
Los primeros días, en medio de la confusión, en medio de la tristeza, del dolor, de la desolación, de la sensación de vacío frente a la tragedia, aun con todo ello encima, los capitalinos salieron a las calles a ayudar a retirar escombros para rescatar a las personas atrapadas.
Fuimos testigos del llanto de quienes lucharon con todas las fuerzas de su alma, de su voluntad y espíritu para desarrollar estas tareas de rescate. Los vimos quebrarse. Los vimos –aquí, los buenos mexicanos–, entregando a una autoridad los objetos personales de quienes no podían hacerse cargo de sus cosas y quizá nunca lo harían más: carteras, papelería, llaves, dinero, identificaciones.
Aunque fuimos informados también de aquel otro –este sí un ser humano despreciable– que se robó la tarjeta de una joven fallecida y gastó el dinero de la cuenta. Igualmente, se nos comunicó a través de los medios tradicionales y de las redes sociales de los actos de valentía de los rescatistas: las horas que pasaron en los lugares colapsados, hasta caer ellos mismos rendidos de fatiga; a los civiles, hombres y mujeres, ofreciendo su tiempo y su esfuerzo incondicionalmente para separar los víveres, las medicinas, los objetos de uso personal y las medicinas en los centros de acopio.
Hemos visto la organización de medios de comunicación; de centros educativos que organizan colectas: ya en especie, ya en efectivo, a través de transferencias electrónicas o depósitos directos; de las instituciones gubernamentales; de particulares, que conduciendo sus propios vehículos se trasladan a comunidades alejadas de su lugar de residencia para llevar ayuda o para colaborar en las operaciones de rescate.
Vimos también, por desgracia, el juego de las vanidades entre quienes vieron en un caso de miles la oportunidad de sacar ventaja de una presunta información luego confirmada como falsa. Pero más allá de esto, nos enfrentamos a amigos dispuestos a abrir la cartera para auxiliar a quienes lo perdieron todo de un momento a otro, dispuestos a organizar colectas y distribuir el dinero entre personas muy, muy afectadas.
Hemos visto esto y muchas más escenas desgarradoras. Hemos visto muchas, pero, también, un altísimo número de otras de las cuales no nos hemos enterado. Sin embargo, están ahí. En medio de la desgracia que devastó a nuestro País.
Un País que es el mismo que nosotros tenemos; que tiene nuestra misma sangre y nuestra misma voz. Que corea el Himno Nacional con orgullo y que habla el mismo lenguaje o los mismos dialectos. Que tiene un pasado común y un futuro para caminar de la mano.
No ha terminado el problema. En las varias etapas necesarias para lograr un relativo regreso a la normalidad luego de una tragedia como esta se van dando apenas los primeros pasos.
Lo que es altamente deseable es que, conmovidos y unidos en la desgracia, la ayuda no deje de fluir. Que los estados golpeados por la tragedia y los habitantes de estos otros estados sostengamos una ayuda permanente.
Muchísimos lo perdieron todo. Muchos de ellos habitantes de entidades que sufren el flagelo de la pobreza: Morelos, Chiapas, Oaxaca. Poblaciones enteras que se derrumbaron pertenecientes a estos estados. Hay un fondo de rescate nacional. Sí, pero los mexicanos, de la mano todos, pueden hacer mucho para que el fondo que no es el oficial crezca y se fortalezca para dar así esperanza y certeza a quienes tanto sufren hoy. Pueblos llenos de niños, mujeres, hombres y ancianos de carne y hueso que, como cualquier otro mexicano, vivían tranquilamente hasta que el viento de la desgracia sopló en su territorio.
Que lo que hemos visto sea capaz de hacernos seguir sintiendo sensible la piel ante la desgracia y sigamos colaborando para la recuperación de nuestros hermanos mexicanos.