Lo que pasa en Las Vegas
Al momento de escribir este texto, las cifras de muertos por el tiroteo más mortífero y grave de historia moderna de los Estados Unidos ascendía a 58 y al menos 515 resultaron heridos. Usted lo supo: un hombre disparó a miles de personas que asistían al festival de música “Country Route 91 Harvest” en Las Vegas, Nevada.
Un tiroteo más, una tragedia más que al igual que las anteriores, de tan recurrentes parecen olvidársenos, pero que están ahí presentes como el del año 2016 donde 49 personas fueron asesinadas en un club nocturno en Orlando. O la del año 2012, cuando 20 niños de una primaria en el pueblo de New Town en Connecticut, fueron asesinados a sangre fría. O el incidente de 2007 en la Universidad Virginia Tech donde un joven de origen coreano asesinó a 32 estudiantes, o la casi mítica matanza en Columbine de 1999 donde 12 jovencitos fueron asesinados.
Y así, cada tragedia supera a la anterior como si intentaran implantar un récord mortal de víctimas, aunque pareciera que existe la tentación de que para eso son los récords: para romperse. Y en todos existe un común denominador: la venta de armas indiscriminada por individuos con desórdenes mentales o porque se les antojó emular un tiroteo anterior.
Se trata de una situación tan increíble y difícil de comprender, que tiroteos como el del pasado domingo en Las Vegas provocan de inmediato un aumento en la venta de armas de asalto, porque sólo armados se sienten seguros de los que matan con armas de asalto. Así de inútil y estúpida es la forma en que enfrentan esta espiral de violencia: aplicando lo que ellos consideran medidas de seguridad de legítima de defensa, amparados en la segunda enmienda a la Constitución de ese país, que permite a cualquier ciudadano mayor de 18 años adquirir cualquier tipo de arma. A esa edad les tienen prohibido comprar tabaco y alcohol, sacar una licencia de conducir, pero no armas.
Y es que para buena parte de los ciudadanos de Norteamérica, el arma es un aspecto importante de la propia identidad y autoestima, un símbolo de poder y destreza y hasta de identidad nacional. Tener armas los hace sentir más seguros y ese es el espíritu de la segunda enmienda. Son una sociedad armada donde existen organizaciones como la NRA (National Rifle Association) que dispone de tal poder político y económico que se opone al control de armas. Ni siquiera alguno de los incidentes donde se ha comprobado la venta indiscriminada de armas involucradas en los tiroteos masivos, ha logrado siquiera cambiar una coma a la segunda enmienda de la Constitución.
Hubo sólo un intento de endurecer la venta de armas automáticas y fue luego de la tragedia de Newtown, cuando la NRA, apoyó que se hicieran verificaciones más estrictas para solicitar antecedentes a los posibles compradores. Esto logró que a 76 mil les fuera negada la compra de estas armas, de los cuales sólo 44 fueron procesados por la Ley. Los otros las pudieron haber obtenido en el mercado ilegal y están ahí caminando por las calles.
En la posición de la National Rifle Association las armas no matan a nadie. Son las personas las que lo hacen. Ya verá que pronto estarán culpando a la cultura de la violencia en los Estados Unidos, de los videojuegos y la música a la que están expuestos los niños pequeños. Pero de la necesidad de restricciones más estrictas a las armas, incluido un nuevo llamamiento a la prohibición de ciertas armas semiautomáticas y de asalto, nada. Por cierto, esas mismas armas que se venden sin pedir casi ningún requisito son las que luego terminan matando jóvenes en las calles de México.
Lamentablemente lo que pasa en Las Vegas no se queda en Las Vegas. Y es que en el futuro estas tragedias seguirán ocurriendo. ¿Cuándo será suficiente? Jamás. Ni uno ni 100 muertos serán suficientes para regular o controlar un derecho al que ellos consideran como un símbolo de libertad, independencia –el mejor de los valores fundamentales norteamericanos–: las armas. Intentar controlarlas significaría pisotear esos valores fundamentales donde los asesinatos en masa y la violencia armada en sus comunidades han alcanzado proporciones epidémicas. @marcosduranf www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion
JOSÉ ANTONIO CRESPO
> Los odiados plurinominales
MARGARITA ZAVALA
> Reconstrucción transparente, abierta y ciudadana
ALBERTO AZIZ NASSIF
> Después de la tragedia Los Estados Unidos son un país lleno de virtudes, pero igualmente colmado de defectos.
Desde luego hoy por hoy la mayor de sus lacras se llama Donald Trump, pero también hay otras. Una de ellas es la del apego, casi veneración, que los norteamericanos sienten por las armas de fuego. Se diría que son una extensión de su cuerpo; sólo por la incomodidad que eso representa no las llevan en la cintura, en su funda, como portaban su pistola los vaqueros del Oeste.
En el país vecino se puede comprar una ametralladora con la misma facilidad con que se compra una hamburguesa en Mcdonald’s o una barra de pan en el supermercado. Eso se considera parte de las libertades básicas del ciudadano. Es un derecho constitucional que los fabricantes de armas y los hombres violentos defienden con virulencia y con encono.
Los resultados de esa aberrante idea están a la vista. Lo sucedido en Las Vegas es sólo uno más de los cruentos episodios derivados de ese armamentismo doméstico. Otros iguales acontecerán. Muchas estupideces, y muchos crímenes, se cometen en nombre de la libertad.
¡Hasta mañana!...