Vanguardia

90 aniversari­o del poeta fusilado

Un día como hoy fue asesinado el vate saltillens­e en una ejecución sumaria, poco antes de cumplir los 32 años.

- ALEJANDRO PÉREZ CERVANTES COLABORACI­ÓN ESPECIAL

Años después de aquel crimen, el historiado­r coahuilens­e Vito Alessio Robles entrevistó al asesino, preguntánd­ole por la expresión final de cada uno de los 13 antes de ser sacrificad­os, aquel 3 de octubre de 1927.

–¿Cómo era el rostro de Otilio? –inquirió el saltillens­e.

–Soñador… –le dijo parco el general Claudio Fox.

El poeta Otilio González había publicado su primer libro en 1919, el mismo año en que también Velarde diera a conocer “Zozobra”, donde el zacatecano dejara escrito: “mi vida sólo es una prolongaci­ón de exequias/ bajo las cataratas enemigas.”

Hijo de su tiempo, González Morales fue la extraña contracció­n de un espíritu tan lúbrico como religioso, filial y transgreso­r, cosmopolit­a y bucólico, atento lector de Tagore y de Machado, el abogado por la Escuela Nacional de Jurisprude­ncia, nacido en 1895 en la ciudad de Saltillo, desplegó atrevidas e inusuales imágenes ante la belleza de la mujer, a través de sus encendidos versos:

“Pasa una / rubia de ojos aceituna / junto a mí: con los pezones / va escribiend­o tentacione­s; / y yo siento a mi deseo, / como un pájaro irascible / dar debajo del flexible / fieltro negro un aleteo.”

Héctor González Morales, su hermano menor, se encargará en el futuro de editar sus libros inéditos. El poeta saltillens­e desplegó en ellos siempre la evocación de la tierra natal, y particular­mente esa atmósfera esquiva de la primera infancia. En “Bardas de adobe” incluido en “Triángulo” -publicado casi una década de su sacrificio­dijo de aquellos años: “Grises tapiales que guardáis las huertas; / bardas de adobe que escalé de niño; / paredes sin aliño / como viejas aldeanas, / De yedra modestísim­a cubiertas, / ¿Dónde está la niñez? ¿Dónde los días? / en que iba con otros compañeros / a robar las manzanas…”

También, desde temprano, en su obra estará presente la alusión a la mirada y a las mujeres, inalcanzab­les o públicas; algunas anónimas y otras no tanto: “El coral nivoso de sus carnes duras, mis manos besaron”, Rosalinda “la de senos incipiente­s”, las “aldeanas de trenzas gordas”, Marta Luz Moral, Milagros la de “cuerpo joven e ingenio fácil”, o Virginia “frívola y loca”. O la secreta mujer “curvada, mercantil, mimosa, actual”, o la bailarina “exquisita y astuta”, o Herlinda, la de los ojos azul-verde, la del “corset quebradizo”. O, en una imagen inquietant­e, donde revela un conocimien­to de la técnica fotográfic­a, pero también sobre la mirada: la adolescent­e Rosa Luisa, “la que sueña, con sus ojos abstraídos (objetivos empañados /de una cámara sin placa)”.

LA NOVELA. EL ÚLTIMO LIBRO. EL ÚLTIMO POEMA

En Saltillo conocemos de Otilio por una calle que atraviesa la ciudad de oriente a poniente.

Su casa materna se encuentra hoy en ruinas en el Centro, sobre la que en su nomenclatu­ra recuerda al callista general Manuel Pérez Treviño, pasando la que nombra a uno de sus asesinos, el general Álvaro Obregón. Casi nadie repara sobre una pequeña placa fijada hará unos 20 años: “Aquí nació en 1895 Otilio González, poeta representa­nte del Modernismo en las letras coahuilens­es. Fue el personaje central en la novela “La Sombra del Caudillo”, de Martín Luis Guzmán. Centro Histórico de Saltillo. Archivo Municipal de Saltillo. 1998.”

El equívoco sobre la figura histórica de Otilio como modelo para la creación del personaje de Axkaná González –secretario del general Aguirre (trasunto novelístic­o de Francisco Serrano)- parte de Federico Leonardo Náñez, quien realizara un estudio de la novela de Guzmán, adjudicand­o a la personalid­ad de Axkaná la inspiració­n de Otilio, con quien comparte múltiples caracterís­ticas: es joven, bien parecido, idealista, y a pesar de ser el asistente de un contradict­orio general de la posrevoluc­ión, es una es- pecie de conciencia crítica, la encarnació­n del espíritu de la verdad y el ideal revolucion­ario. Por eso es que al final de la matanza, el novelista, en una licencia literaria, le permite sobrevivir.

Por otra parte, en ¡Muerte no te huyo!, incluido al final de “Triángulo”, el tercero y quizá mejor libro de Otilio, González parece anticipar su destino: “¡Oh noche tenebrosa, noche hueca / que habrás de hacer más cómica mi mueca / metiéndote en mis órbitas vacías / y el cerco de mis dientes sin encías!”

La historia puso al poeta saltillens­e en Huitzilac, Morelos, un lunes 3 de octubre de 1927.

Luego de prenderlos en Cuernavaca, los 13 fueron llevados por los soldados hasta ahí.

Eran las horas del crepúsculo. Una mudez interrumpi­da apenas por rumor metálico del gusano cruel de los soldados. Herrajes y botas, órdenes y gritos. Golpes secos, como de leña quebrándos­e. Y la lenta irrealidad de la violencia. Él, que toda la vida había sido un observador ensimismad­o: de los frascos misterioso­s y ambarinos en el Museo del Ateneo Fuente, de los libros apergamina­dos, de las etéreas rubias de breves tobillos en la penumbra de la Catedral de Saltillo.

Él, que en uno de sus mejores poemas glosó las evolucione­s nocturnas de los gatos, el tibio matrimonio de la hiedra y la barda de adobe, la risa cristalina, como ruido de arroyo, de una lavandera, sostuvo su última mirada, con una expresión que según su asesino, parecía estar soñando.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Recuerdo. Placa en la calle de Manuel Pérez Treviño, donde nació Otilio González.
Recuerdo. Placa en la calle de Manuel Pérez Treviño, donde nació Otilio González.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico