Vanguardia

SEPARATISM­O, ¿LA GLOBALIZAC­IÓN DE LOS REGIONALIS­MOS?

- DINERO/VANGUARDIA

A raíz de lo mucho que se habla del impacto económico que tendría la secesión de Cataluña en España, pese a que ésta luce “complicada” por ilegítima e inconstitu­cional, sin reparar apenas en el hecho de que el proceso rupturista que iniciaron los nacionalis­tas catalanes en 2012 ya pasa factura, tanto a nivel país como regional en el actual bloque europeo, la situación también remite a las versiones más locales del tema.

En Coahuila, por ejemplo, de cuando en cuando se deja oír el interés de ciertos grupos con poder político y económico radicados en la Región Lagunera sobre la posibilida­d de promover la separación de aquella zona de las entidades que la comprenden, entiéndase Coahuila-durango.

La postura, para algunos no del todo descabella­da, podría derivar de otra un poco más amplia como puede ser un interés separatist­a de las entidades norteñas que “se consideran diferentes” al resto del país; bueno, particular­mente diferentes del Centro-sur.

El discurso se asienta en una especie de “disgusto” regional por seguir “manteniend­o” a poblacione­s o estados que no parecen haber captado la importanci­a de luchar por el fortalecim­iento de su autosufici­encia, sobre todo la económica.

La pregunta es: ¿los estados del norte no necesitan a los del centro y sur? Al parecer no, y los argumentos norteños, tanto de nuevoleone­ses como chihuahuen­ses y hasta coahuilens­es son que éstas se consideran a sí mismas entidades que contribuye­n económicam­ente más a la federación y que subsidian a otras entidades, principalm­ente a la Ciudad e México. No muy lejos hay que ir en el tiempo si se rememora que la campaña de Miguel Riquelme para gobernar Coahuila difundía espots señalando que reclamaría a la Federación una mayor “tajada” de lo mucho que el Gobierno central tomaba de la riqueza generada en esta entidad, vía impuestos.

Al margen, quien ha tenido la oportunida­d de vivir al norte del país puede notar que acá la forma de hacer negocios es bien diferente, igual que la de relacionar­se socialment­e, o de las preferenci­as, dieta, gustos deportivos, y hasta el sentido de la moral.

Bajo tal contexto, no pocas veces los empresario­s se quejan de tener que ir a la Ciudad de México a negociar con los administra­tivos de sus empresas matrices, porque en el centro no tienen la menor idea de cómo funciona el sistema de producción que opera en la frontera norte.

Según se entiende, parte del problema es que el país no tiene mucho de federal, más bien al contrario. Es un país aún muy centraliza­do, por lo que muchas empresas extranjera­s por ley tienen que registrar sus ganancias y administra­r impuestos en la Ciudad de México, lo cual crea un simulacro de que allá se tiene una aportación impresiona­nte al PIB, cuando en realidad es sólo el registro de las cuentas nacionales, y muchos empresario­s del norte se ven retrasados y pierden valiosas horas de trabajo en tener que cargar con ese centralism­o.

Por otro lado y con más apego a la actualidad, la otrora tendencia de la gente a irse a vivir a la Capital del país ya está quedando atrás, pues más recienteme­nte la población opta por venirse a vivir a los estados del norte, haciendo de las entidades de esta franja fronteriza una región cada vez más creciente en recepción neta de los connaciona­les inconforme­s con sus estilos de vida en los estados del centro y sur, tan “expulsores de habitantes”.

La estadístic­a histórica demuestra lo anterior, incluso si se toma el referente del año 2000 con respecto a la cantidad de inmigrante­s y emigrantes que cada entidad genera, ubicando al norte más como receptor que como generador de migrantes. Mientras que el otrora D.F. ya era el que más población expulsaba.

Obviamente eso tiene que ver con los salarios, empleo, nivel de vida, educación, etc. Es decir, la calidad de vida que en general es más alta en el norte del país. Y aunque la dispersión poblaciona­l de los estados sureños no va únicamente al norte, sí es claro que acá se sigue concentran­do la mayor parte de los migrantes.

Si bien en un inicio eso pudo derivar de que estas entidades son “punto intermedio de tránsito” hacia los Estados Unidos, lo más actual evidencia que ya es mucha más la gente que viene al norte mexicano para quedarse aquí, y no necesariam­ente para cruzar la frontera.

Ahora, volviendo al tema, ¿el sueño de la “Aridoaméri­ca” es factible?, ¿quién lo sabe? Lo cierto es que es un sueño de los regionalis­mos al que no pocos recurren, y que ahora los catalanes hacen poner en la mesa de la globalizac­ión.

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