Vanguardia

LA AFILADA ELEGANCIA DE UN REBELDE

Este caballero sureño de rubia y lacia melena, sonrisa entre cínica y burlona, actitud insumisa hasta la violencia, nunca dio su brazo a torcer

- (© EL PAÍS, SL. Todos los derechos reservados)

MADRID.- El carácter individual­ista del cantante y guitarrist­a nacido en Gainesvill­e, Florida, que hizo fortuna en Los Ángeles, quizás sea lo que mejor le defina. Y, claro está, su natural elegancia.

Hijo de un alcohólico abusivo, convertido al rock por Elvis y Beatles, en 1976 se une a un conjunto ya existente y nacen los Heartbreak­ers. Mucho más que una banda, una virtuosa fraternida­d: Mike Campbell (guitarra), Benmont Tench (teclados), Ron Blair (bajo) y Stan Lynch (batería). Un primer álbum homónimo despunta por su grácil austeridad, aires a lo Byrds, fluidos teclados, voz descarada y conexión con la emergente nueva ola. Ahí estaban “Breakdown” y la inmarcesib­le “American girl”, oda a esa chica ‘’educada a base de promesas’’ que el sueño americano nunca cumple plenamente.

Llegarían otros álbumes formidable­s. “Damn the Torpedoes” en 1979, de radiante carrocería puntuada por “Refugee” o “Even the losers”, alcanza ventas millonaria­s sin rebajar la terca fidelidad a un estilo propio que funde rock orgánico e instinto melódico. Y, en “Southern Accents” de 1985, reivindica su origen meridional con telúrica intensidad, escúchese “Don’t come around here no more”. La consagraci­ón llega, no obstante, al grabar en solitario “Full moon fever” en 1989, producido por Jeff Lynne y aupado por la altiva “I won’t back down “o la inyección de vitalidad frente al derrotismo de “Free fallin”. Tan radiable liviandad respondía a una desgracia personal, el incendio que había arrasado su hogar. Otro productor infalible, Rick Rubin, supervisar­á “Wildflower­s” en 1994, plasmación acústica de su carácter entre amargo y luminoso, favorito de sus seguidores.

El álbum “Echo” de 1999, inspirado en sus recurrente­s episodios depresivos, señala el retorno de unos Heartbreak­ers poco prolíficos en el nuevo milenio. Petty vivió días sombríos, incluida su adicción a la heroína, pero fue aceptado entre la realeza: a finales de los ochenta, los Heartbreak­ers giran como banda de Bob Dylan, y Petty ingresa en un club ex- clusivo, los Travelling Wilburys, junto a Dylan, Roy Orbison y George Harrison.

Volveremos una y otra vez a sus canciones, hitos de un acervo emotivo, pero estoico. En ellas desveló la difícil relación con mujeres atractivas pero imprevisib­les o la mística del perdedor que metaboliza sus derrotas. Contra el destino debe usarse la perseveran­cia, la lucha por hacer cada vivencia real, lo sugerían sus mejores letras.

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El interprete falleció a los 66 años por un antaque al corazón en un hospital en California.

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