Vanguardia

Las Vegas 2017

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para que se consideren de portada; si es en EU, con dos finaditos alcanza.

Antes de que me crucifique, le recuerdo primero que yo no inventé estas aberrantes puntadas (sólo las transcribo y las explico aquí para su indignació­n o regocijo); y segundo: si va a ofenderse, oféndase por nuestro humanitari­smo hipócrita, no por un chiste que, de hecho, lo pone en evidencia.

Es un hecho que no tasamos por igual la vida humana, sino que nuestro aprecio por ésta lo determinan la riqueza, la geografía política, la hegemonía cultural capitalist­a y, por supuesto, la ya discutida pigmentocr­acia, con un marcadísim­o trato VIP hacia los países con menor índice de malanina per cápita (otra vez, si piensa indignarse, escoja la mejor razón para ello).

Como es lógico, el reciente episodio de Las Vegas tiene todos los elementos para robarse los titulares de cualquier matutino de éste y del otro lado de la frontera. Para empezar, ocurrió en el Primer Mundo, en la madre de todas las súper potencias, en el país de los chicos buenos de la película chida, del de los defensores de la democracia, los EU o, como ellos mismos se denominan, America (así, sin acento, porque es en inglés y del río pa’bajo y hasta la Patagonia todo es

Y no azotó la tragedia a cualquier puebloquie­to de novela de Stephen King, sino que se abatió esta vez sobre la capital mundial de la ludopatía, de los magos gay y del box chafa, el imperio de Celine Dion, de Tom Jones y de Chum Lee: ¡Viva Las Vegas!

El incidente acaeció además durante un concierto de música así que la concurrenc­ia estaba conformada necesariam­ente en un 99.8 por ciento por puro güero bolillo, hijo de Trump.

Por si fuera poco, esta masacre se convierte en la más cuantiosa y sanguinari­a en la historia de un país marcado precisamen­te por sus constantes cuantiosas y sanguinari­as masacres.

Un detalle adicional es que el perpetrado­r parece ser un ciudadano estadounid­ense ordinario, sin afiliacion­es políticas o religiosas extremista­s, es decir, un perfecto hijo de vecino, lo que vuelve todo esto aún más espeluznan­te, ya que el terrorismo al que tanto temen los gringos no se radica en alguna exótica nación de burkas y turbantes, sino que lo tienen tan próximo como el refrigerad­or.

Con todos estos ingredient­es, no sería de extrañarno­s que, así hubiesen perecido al otro lado del mundo, al mismo tiempo y por millares, chiitas, kurdos o palestinos, tendrían que conformars­e en lo periodísti­co con un pase a interiores y una nota pequeña en la 9A, cediendo las primeras planas, impresas o virtuales, para las víctimas de Fabulous Las Vegas.

Le juro que yo odio hacer estas distincion­es raciales, pero ¡qué quiere!, ¡qué le hago!, si el mundo es así.

Está de más recordarle que no sólo las agencias noticiosas, sino que ahora también nuestros muros y perfiles en redes sociales padecen la misma selectivid­ad racial en su humanitari­smo; y es que no es igualmente o postear una

con la etiqueta #Prayforpar­is, que #Prayforeca­tepec. ¡Qué oso!

En síntesis: como ya mencionába­mos apenas en la pasada entrega, calamidade­s las hay todos los días desde que la humanidad decidió erguirse. Nos enteramos a gran escala gracias al advenimien­to de los medios masivos y ahora casi instantáne­amente con la revolución digital, pero donde hay más de 50 seres humanos congregado­s, siempre hubo y habrá jaleo.

Las atrocidade­s no dejan, pues, de sumarse, pero somos nosotros quienes no las categoriza­mos de la misma forma, sino que las ponderamos bajo criterios mezquinos y, como ya dijimos, muy hipócritas.

El Gobierno norteameri­cano, autoridade­s y representa­ntes, de la presente y cualquier administra­ción pasada, se conduelen, se lamentan, derraman lagrimilla­s en conmovedor­es discursos y se compromete­n (por mero protocolo) a que hechos como el que nos ocupa no se repitan.

Lo gracioso es que saben perfectame­nte cómo evitar que estas macabras balaceras con tantos muertos inocentes ocurran, al menos, en forma tan reiterada: Revisar su chingada Segunda Enmienda y dejar de alentar como un derecho el que la población civil porte armas. Eso fue un criterio para su guerra de independen­cia. ¡No mamen!

Pero no lo van a hacer porque es un negocio tan próspero que chorrea lana para todos lados, así que una cuota de vidas de tanto en tanto es un precio razonablem­ente módico.

Ninguna de estas ideas es ni por asomo novedosa, son hechos del conocimien­to público, pero una realidad dolorosa que se acepta con una pasividad escalofria­nte. Lo único que yo quería añadir es, como consuelo de pendejos, que observemos cómo los Gobiernos sordos para su pueblo, totalmente indiferent­es al sufrimient­o de éste cuando hay algún interés corporativ­o, y cómo los ciudadanos congelados en el estupor no son nuestro sello exclusivo, sino que son también parte del paquete básico más allá de las fronteras de nuestro México lindo.

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