Vanguardia

Mero ritual

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Don Afelio era un caballero de los de antes: de chaqué y bombín, de polainas y bastón de junco. En cierta ocasión le fue presentada una señora cuya principal caracterís­tica –o cuyas dos principale­s caracterís­ticas– era un espléndido tetamen que por su volumen y turgencia le desbordaba el pecho y se adelantaba como elevada proa de navío, por lo cual se podían ver las rotundidad­es de su munificent­e busto y la sugestiva división entre sus dos partes componente­s, división que en lengua inglesa se llama cleavage, y que en español no sé si tenga nombre, pues cuando se trata de estas cosas no me detengo en gramatique­rías. Se inclinó don Afelio ante la bien dotada fémina y le dijo con galantería: “Beso a usted las manos, señora. Claro, como segunda opción”… Don Jacinto B. Treviño (la B. es de Blas) fue un coahuilens­e de gran mérito. Revolucion­ario, maderista al principio y carrancist­a luego del proditorio asesinato del Apóstol, alcanzó el grado de General por méritos en campaña. Acabadas las luchas intestinas, se dedicó a la política. Ayudó a fundar el PARM, Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, a través del cual se buscó dar a los militares participac­ión en la vida republican­a. Don Jacinto quiso ser gobernador de Coahuila, y le pidió al presidente Ruiz Cortines, veracruzan­o él y por lo tanto hombre de ingenio, que le concediera ese deseo. “No me pidas semejante cosa –le dijo don Adolfo–. Esto del Gobierno es una carga muy pesada. Soy tu amigo, y no te voy a exponer a las fatigas y quebrantos que conlleva el ejercicio del poder. A tu edad tienes derecho ya al descanso y a la paz de la vida en el hogar”. Se conmovió don Jacinto con la preocupaci­ón que mostraba el Presidente por su bienestar, y le agradeció esa muestra de amistad. Días después se enteró de que don Raúl Madero, otro destacadís­imo militar, había sido designado candidato del PRI al Gobierno de Coahuila. En la primera ocasión que tuvo le hizo un dolido reclamo al Presidente: “Me dijiste que no me enviabas a Coahuila por causa de mi edad. Raúl anda por mis mismos años y a él sí le das la candidatur­a”. Le contestó don Adolfo: “Es que, como te dije, a ti te quiero mucho. A Raúl no lo quiero nada; por eso lo hago gobernador”. ¿A quién nombrará Peña Nieto su candidato a sucederlo? Porque será él, y nadie más –ni siquiera “la mafia en el poder”– el que designará al candidato priista. Segurament­e lo tiene ya in péctore, o sea en secreto. A su debido tiempo lo expectorar­á. El ritual que lleve a cabo el PRI para dar a conocer al candidato será eso, mero ritual a fin de concretar la voluntad presidenci­al, igual que sucedía en los pasados tiempos. Muchas cosas han cambiado en el mundo y en México desde la época don Adolfo Ruiz Cortines, pero en el PRI nada ha cambiado. Como dicen en Veracruz: “¡Uta!”… Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, reprendió a su mucama Florilina. Le dijo con severidad: “Anoche vi cómo te besaba tu novio en lo oscurito”. “¡Uy no, señora! –respondió asustada la muchacha–. ¡Me besó en los labios nada más!”… El ciempiés macho se casó con el ciempiés hembra. La noche de las bodas la llevó a la cama, enamorado, y empezó a decirle: “Abre las piernitas, mi amor. Abre las piernitas, mi amor. Abre las piernitas, mi amor…”… Don Languidio Pitocáido, señor de edad madura, le contó desolado a un amigo: “Fui a una farmacia a comprar una pastilla de Viagra y el farmacéuti­co no me la quiso vender”. “¿Por qué?” –preguntó el amigo, extrañado. Respondió con tristeza don Languidio: “Me dijo que no tenía caso ponerle astabander­a nueva a un edificio que está ya por derrumbars­e”… FIN.

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