KINGSMAN: EL CÍRCULO DORADO
A principios del 2015 una película de muy bajo perfil hasta ese momento, basada en un popular comic inglés, se convirtió en un inesperado éxito de taquilla a nivel internacional.
No era para menos, ya que “Kingsman: El servicio secreto” tenía un talento de primer nivel tanto delante de las cámaras (Colin Firth, Michael Caine y Samuel L. Jackson, por mencionar sólo a algunos) como detrás de ellas, puesto que el cineasta inglés Matthew Vaughn ya había demostrado tener dominio y mucha espectacularidad en su oficio desde su ópera prima “Layer Cake”, del 2004, hasta éxitos hollywoodenses como “Kick-ass”, del 2010, o “Xmen: Primera generación”, del 2011. Todos ellos cobijando a una prometedora cara nueva como el prácticamente novato Taron Egerton en lo que pudiera definirse en pocas palabras como una atractiva y trepidante relectura del espía tradicional James Bond dieron en el blanco y Hollywood, con la ambición que lo caracteriza desde siempre, no dudó en darle luz verde a una secuela en la que probada una fórmula exitosa tendrían todo en exceso, pero por desgracia no con mucha medida, porque aunque como en la cinta original hay talento de sobra frente a las cámaras y repite el director Vaughan en la silla del director, la secuela “Kingsman: El círculo dorado” cumplen cabalmente con el dicho aquel de que “el que mucho abarca, poco aprieta”.
Vayamos por partes: “Kingsman: El círculo dorado” trae de vuelta al joven Eggsy (Egerton), quien en la cinta original pasó de ser un chico de la calle al sucesor de uno de los más destacados espías de la organización secreta “Kingsman” al morir hasta donde fuimos testigos su mentor Galahad (Firth), y por una casualidad se salva de ser el blanco de destrucción del cuartel general de los Kingsman donde los únicos sobrevivientes son él y uno de los espías de trayectoria junto a Galahad, el fiel y no menos eficaz Merlin (Mark Strong).
Es entonces cuando se enteran de que los Kingsman cuentan con una organización aliada de espías en Norteamérica llamada Statesman, y con mayor razón tienen que unir fuerzas cuando descubren que quien está detrás del ataque a los Kingsman es una mujer muy peligrosa de nombre Poppy (Julianne Moore), quien lleva años preparando una ofensiva no sólo contra estas élites de espías protectores del bien y la humanidad para acabar junto a su “círculo dorado” con esta última de no ceder a sus descabellados propósitos.
Hasta aquí todo bien, y hasta la idea de tener ahora a una villana interpretada por una genial actriz como la Moore combatiendo a los Kingsman junto a sus aliados norteamericanos que incluyen caras como las de otros ganadores del Oscar como Jeff Bridges y Halle Berry o el cada vez más sólido Channing Tatum, peeeero como que Vaughn literalmente “se chifló” con toda la artillería pesada de presupuesto que le soltaron para esta secuela para alargarla innecesariamente al grado que intervenciones muy plausibles como la del cantante Elton John como uno de los rehenes de Poppy llega a ser fastidiosa y la sobreactuación del maestro de la música al darle tiempo de pantalla de más pues llega a aburrir hasta sus más apasionados fans. Sobre aviso no hay engaño.