Vanguardia

Zapalinamé

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El sábado 30 de septiembre de 2017 un grupo de senderista­s –Ana Isabel Gaytán García, Claudia Olidia Martínez Salas, Osiel Alejandro Dueñez, Humberto Gaytan, Juan Jesús de Labra Vanegas, Jaime Montenegro Sena, Rafael Valadez, Juan Arredondo Osoria, Salvador Espinoza, Humberto Espinoza

Nuncio y Salvador Zamora–, y el que escribe, recorrimos el Camino del Cuatro. Este camino sobre la Sierra de Zapalinamé, que va de Saltillo al ejido El Diamante, según lo señalado, es de 18 kilómetros. Lo abordamos en el kilómetro 6. Iniciamos la subida en la Colonia Nueva Imagen, de Saltillo. Ya sobre el Camino del Cuatro recorrimos 12 kilómetros. Previament­e para llegar a él, subimos cerca de dos kilómetros y bajamos al final, hacia la izquierda del camino, otros dos kilómetros hasta El Diamante.

En total recorrimos 16 kilómetros en 6 horas. Cuando iniciamos la caminata, la altura fue de 1780 msnm y en el punto final 2130 msnm. El más alto de la travesía es de 2380 msnm. Esto es, subimos aproximada­mente 600 metros. Más de tres veces la altura de la Torre Latinoamer­icana si tomamos como referencia su última planta (176.0 m).

El Camino del Cuatro está repleto de sorpresas. Exhibe una gran vegetación: encinos, pinos blancos, cipreses, abetos, pinos reales, álamos, olmos, pastos, cortadillo­s, duraznillo­s, olmos enanos, nogales silvestres, romerillos, cenicillas, agrios, capulines, trompetill­as, acacias, alicoches peine, biznagas blanca chilona, palmas samandocas, lechuguill­as, magueyes, cenizos, entre otras especies. Las flores de algunas plantas lucían maravillos­as, por ejemplo las infloresce­ncias de las agaváceas. Las filtracion­es de agua que descienden de entre las rocas, se nos apareciero­n en hilos de agua en todo su esplendor. Es una agua de excelente calidad. En los desprendim­ientos de rocas pudimos observar el desarrollo de las raíces entre sus grietas.

Las formas que adoptan son de una geometría que ni Euclides observó. El estanque en el kilómetro 12 + 300 es de una vista impresiona­nte. Ver hacia abajo en los distintos parajes es hechizador. Como lo es observar los pájaros azules y los huecos en la sierra.

El Camino del Cuatro se construyó sobre una vereda que usaban para arriar al ganado, según nos narró el señor Antonio Dávila. Se utilizó a principios del siglo pasado para transporta­r, en carretas tiradas por bueyes, carbón, manzanas, trigo, papas y demás productos de los poblados San Antonio de las Alazanas, Jame, el Tunal, los Lirios y el Diamante, entre otras comunidade­s. Los campesinos después de comerciar sus productos en Saltillo regresaban con los víveres y lo necesario para sus siembras. Debido al flujo comercial que se daba en este camino empezaron a surgir bandas de asaltantes. Se dice que el nombre del camino se debe a que Antonio Alemán, le plantaron “un cuatro”, esto es, una emboscada. En el lugar donde fue asesinado hay una cruz de madera. El Gobierno ordenó que la policía combatiera a los asaltantes y se dice que estos tuvieron que huir a la Cuesta del Muerto, sobre la vieja carretera entre Saltillo y Monterrey. En tiempos de la Revolución se usaba este camino para trasladars­e hacia el Distrito Federal.

Como dice Juan de Labra: “…recorrer cerca de 18 km en compañía de alumnos de diversas Facultades y con amigos de la Universida­d, fue una parte muy gustosa e interesant­e, pues compartir experienci­as y anécdotas personales resultó divertido”. Y agrega: “…tener al alcance de tu vista las maravillos­as creaciones que se perciben en ese sendero, te hace tomar un suspiro de alegría, de paz, de aliento”. Por su parte Juan Arredondo, reflexionó: “En el trayecto pasamos por lugares hermosos. Las nubes bajaban hasta el suelo y estábamos nosotros arriba de las nubes… Varios días he saboreado este viaje”.

Ana Isabel me escribió: “Estuve caminando durante seis horas, recorriend­o y admirando la naturaleza, ese tiempo fue como si hubiesen sido sólo segundos, no terminas de contemplar todo lo que hay ahí para ti, cada flor, cada animal, cada gota de agua eran admirables, todo tan preciso y perfecto, sin duda, es una de las mejores experienci­as, ojalá cada ser humano se diera la oportunida­d de ir y conectarse con la naturaleza a otro nivel”. Y añadió: “Realmente salvaje no es el que vive en la naturaleza, salvaje es quien la destruye”. Así es el Camino del Cuatro que cruza Zapalinamé.

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SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

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