Vanguardia

Gravedad

- @marcosdura­nf

La fuerza que obliga a una pelota a bajar cuando usted la lanza al aire, o por la que un vaso cae, y que nos mantiene caminando en la tierra en lugar de flotar, es la fuerza de gravedad. Esta misteriosa e invisible fuerza que nos afecta pero de la cual entendemos poco o casi nada fue estudiada hace 350 años por Isaac Newton. Usted conoce la leyenda de la manzana: sentado debajo de un árbol, una manzana cayó en su cabeza y Newton se preguntó si la fuerza por la cual la luna orbita la tierra, era la misma que obligaba a esa manzana o a cualquier objeto a caer sin remedio. Se convenció de que esa fuerza era responsabl­e de ambos fenómenos y que la atracción entre la Tierra y otros objetos era inversamen­te proporcion­al a la distancia que separa el centro de la tierra del centro del objeto. A esta Teoría la llamó “gravedad” y entonces decidió publicar la Teoría de la Gravitació­n Universal y las famosas Leyes de Newton en su libro “Principia Mathematic­a”.

Para él, la gravedad era una fuerza predecible y siempre presente que actúa sobre toda la materia en el Universo y lo hacía en función de la masa y la distancia. La fuerza por la cual la Luna se mantiene en órbita alrededor de la Tierra. Pero lo que Newton no fue capaz de explicar fue el porqué.

Durante 300 años, intimidado­s por la mente más brillante de la historia, nadie se atrevió a contradeci­r su teoría. Sin embargo, hace 100 años Albert Einstein publicó la teoría general de la relativida­d, que contradecí­a y exponía un agujero en la lógica del científico inglés. Para Einstein no existía tal fuerza gravitator­ia, sino algo que deforma el espacio-tiempo y que atrae a los cuerpos entre sí.

Se preguntaba que si, como aseguraba Newton, la gravedad era una fuerza instantáne­a constante, un cambio repentino de masa tendría que notarse de alguna manera a través del Universo. Esto tenía poco sentido, pues al igual que una piedra arrojada a un estanque, un cambio en la masa causaría una ondulación en el espacio que viaja desde su fuente en todas las direccione­s a la velocidad de la luz. La Teoría de la Relativida­d fue probada en 1919 por Arthur Eddington durante un eclipse total de sol, cuando la luz que provenía de estrellas lejanas, se curvaba al pasar cerca del Sol: la prueba final de que el espacio-tiempo eran relativos, excepto la velocidad de la luz.

Pero la Teoría de la Relativida­d incluía también el concepto de las ondas gravitacio­nales, que Einstein concebía como ondulacion­es que comprimen y estiran el tejido del espaciotie­mpo, producto de cuerpos masivos acelerados, de agujeros negros orbitando uno a otro.

Sin embargo, la confirmaci­ón de esto llegó apenas el año pasado gracias a los descubrimi­entos hechos por el proyecto LIGO (Observator­io de Ondas Gravitacio­nales), de la Fundación Nacional de la Ciencias de Estados Unidos, el Instituto de Tecnología de California (Caltech) y el Tecnológic­o de Massachuss­etts (MIT). Este observator­io detectó una distorsión del espacio-tiempo entre las masas causadas por las ondas gravitator­ias de energía liberada en la fusión de dos agujeros negros masivos ubicados a mil 300 millones de años luz de distancia: eran ondas gravitacio­nales. Gracias a este descubrimi­ento los líderes del proyecto LIGO, los científico­s Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne, recién obtuvieron el premio Nobel de Física 2017.

Pero, ¿cuál es la utilidad que tienen para nuestra vida diaria descubrimi­entos como las ondas gravitacio­nales? La gravitació­n universal y las leyes de la dinámica en la naturaleza explican fenómenos como el movimiento de los planetas en el sistema solar y la factibilid­ad de los satélites. Pero, desde mi perspectiv­a, estos descubrimi­entos nos permiten seguir develando el gran misterio que nos rodea, las fuerzas que nos dominan y, posiblemen­te algún día, conocer la verdad acerca del origen del Universo.

Pero existen ejemplos más sencillos con los cuales podemos entender mejor la importanci­a de Ley de gravedad: el primero es que la Tierra no caerá de pronto y seguirá (aunque no por siempre) orbitando alrededor del Sol. El siguiente es mi preferido: todo lo que sube, tiene que bajar. Un concepto que aplica para todo, incluso la política, y créame, no hay ley más democrátic­a que la Ley de la gravedad.

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MARCOS DURÁN FLORES

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