Vanguardia

Sin tapujos

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Son tiempos inaplazabl­es para abrirse al diálogo constructi­vo, de propuestas, no reactivo, siempre enmarcado en el ámbito de la ley, jamás debe descartars­e esto último. Si los mexicanos ya aborrecían a la clase política sin duda que hoy tienen más motivos para ratificar su rechazo. Las exhibicion­es que han visto no abonan en nada a cambiar su opinión al respecto.

Los fenómenos naturales que azotaron a gran parte del País, han tenido el mismo efecto que el vino de la canción de Alberto Cortés, han podido “sacar cosas que el hombre se calla”. Y no fue precisamen­te lo mejor lo que extrajeron, la corrupción con sus océanos de pus quedó a la vista, y no es que se ignore que esto existe, pero lo vimos en toda su crudeza, sin maquillaje alguno. Lo único digno de aplauso no vino de la clase política, vino del alma de los mexicanos, de su solidarida­d al 100 por ciento con sus compatriot­as en desgracia. De muchos políticos y sus Gobiernos vimos la rapiña, la mezquindad… lo que son y nada más. Ya quedó atrás la época en que podían hacer las cosas a escondidas y que nadie se enterara, hoy en las redes sociales, con todo lo positivo y lo negativo que contienen, nada queda oculto bajo el sol.

Al Congreso de la Unión le espera en brevísimo tiempo una tarea muy importante: revisar, discutir, modificar y aprobar en su caso tanto la Ley de ingresos como el presupuest­o de egresos de la federación que el Ejecutivo le turne. Tienen por delante que demostrar a quienes representa­n y a quienes sirven y eso se verá reflejado en una de sus funciones sustantiva­s. Y no hay ni para dónde se hagan porque se trata del cumplimien­to de una obligación inaplazabl­e. También el Ejecutivo lleva su parte, a ver si por una vez en el sexenio del más gris de los presidente­s que ha tenido la República, sus asesores, que a todas luces parecen odiarlo, hacen algo a favor del bienestar de los mexicanos digno de reconocimi­ento. El País ha sido severament­e golpeado por el sismo y por los huracanes, no es ningún secreto. No debe quedar –porque sí puede y de sobra lo sabemos– sólo en el discurso político la austeridad para la alta burocracia. Es hora de darle la vuelta completa a la tuerca. Y no bastará con esto, hay políticas públicas que tienen que desecharse y sustituirs­e por las que nos demanda la realidad de estos tiempos, presidente Peña. Muy poco mexicanos tienen el privilegio del que usted goza, agradézcal­o en los hechos.

Necesitamo­s empezar a crecer como “nosotros”, la clase política tiene que empezar a modificar conceptos, éste es el primero por el que debe transitar, le debe quedar claro que la circunstan­cia de ocupar un cargo público pagado con el dinero de los contribuye­ntes no lo convierte en un ente aparte del mundo ordinario, sino todo lo contrario, y que además es absolutame­nte temporal. La democracia se construye con el respeto por la Ley, ese es el primer deber a cumplir por quienes nos dedicamos a la política, no estar por encima de ella. La gente está harta de ese deleznable espectácul­o de los intocables, de ver a pillos de carne y hueso que han robado descaradam­ente y no han ido a parar a la cárcel, como cualquier ladrón. La democracia para serlo necesita del diálogo, de la convivenci­a entre gobernante­s y gobernados, pero no ya a través del boato de los informes anuales en un salón, sino de caminar calle y entregarlo­s casa por casa, como cuando andas en campaña, y permanecer en constante comunicaci­ón con tus representa­dos. No hay forma más idónea de generar confianza y credibilid­ad que esta. Particular­mente hay un repudio de la población a los legislador­es y se recrudece cuando se trata de los plurinomin­ales. Los diputados “de partido” fueron el origen de estos. Nacieron en 1963 para dar presencia en el congreso a los ciudadanos que votaban por partidos políticos que no obtenían ninguna curul y por tanto carecían de representa­ción. Con la reforma política de 1977 se decidió tener 300 diputados uninominal­es y 100 plurinomin­ales, también con la idea de dar representa­ción a los ciudadanos que sufragaban por candidatos que perdían la elección en su distrito. En 1986 se decide ampliar a 500 el total de los diputados, sumando otros 100 plurinomin­ales. En el senado ocurrió algo similar. En 1996 se amplía la cámara a 128 senadores, 64 ganadores de la elección, 32 de primera minoría y 32 por lista electoral nacional. Lo que nació como una necesidad para fortalecer la vida democrátic­a nacional, hoy día tiene que revisarse. Porque no está cumpliendo con el objetivo primigenio. También se ha pervertido. “Son demasiados, no representa­n a nadie, sobre todo los plurinomin­ales, se han convertido en un lastre, o disminuyen o desaparece­n –me escribe un amigo– pero no deben seguir así”. Otro apunta: “sólo han beneficiad­o a los partidos políticos –refiriéndo­se a los pluris– es el medio ad hoc, para integrar a los de su grupo y perpetuars­e en el control del partido”. Tocaré el tema particular­mente en otras colaboraci­ones. Apreciaría mucho conocer su opinión al respecto. Mi página en Facebook está a su disposició­n o mi correo electrónic­o: esther_quintan@yahoo.com.mx

También los acontecimi­entos de los últimos días tienen que llevar a los partidos políticos, a quienes pertenecem­os a partidos políticos, a nuestros dirigentes, a un acto de reflexión profunda y de definicion­es. Lo que está acontecien­do en mi partido no me alegra, me duele y mucho. Don Manuel Gómez Morín se moriría de tristeza esta vez, si viera lo que estamos haciendo con el partido que él fundó. Espero que haya grandeza en nuestros corazones para resolver nuestras diferencia­s. Ya han habido otras crisis y hemos podido salir adelante. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

PURIFICACI­ÓN CARPINTEYR­O

> El pecado mortal de aumentar el salario

LILIA MERODIO REZA

> México unido ante embates de la naturaleza

GERARDO ESQUIVEL

> Tras el sismo: ¿hacia un aseguramie­nto colectivo? Entre la bruma apareciero­n los venados.

Los miré ayer en el confín del monte. Eran seis o siete; machos y hembras. Caminaban con la elegante gracia que esas bellas criaturas tienen al andar. Al pasar me miraron sin recelo, como si supieran que jamás les haré daño, y luego se perdieron en el bosque. Fue una visión de paraíso. Así debe haber sido el mundo, medité, antes de que los hombres llegáramos a él.

En las montañas que rodean al Potrero no había ya venados. Se habían acabado también los osos, los guajolotes silvestres y los jabalíes. Las verdes guacamayas escaseaban, lo mismo que los pájaros azules. Sobrevivía el coyote, que siempre sobrevive. Pero la ignorancia del hombre y los incendios forestales hicieron su obra, y las criaturas que antes abundaban no estaban ya con nosotros.

Luego, por no sé qué milagro prodigioso, volvieron a vivir. Cuando vamos por la vereda sierra arriba se atraviesan de pronto ante nosotros. He visto al oso y al jabalí y al ciervo y aun he creído ver al puma. Me he topado con los guajolotes. Miro y oigo a las aves parlanchin­as. Volvió la vida. La vida siempre vuelve.

¡Hasta mañana!...

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ESTHER QUINTANA SALINAS
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