Vanguardia

Desastres naturales y cambio social (2)

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lleva, a proponer que el desarrollo que se implemente debe ser adaptativo, es decir, buscar formas de minimizar la exposición de la sociedad a esos peligros y es obvio que las zonas y personas más vulnerable­s son los pobres porque con ellos las capacidade­s de prevención y respuesta son menores.

La energía social que emergió con el desastre de los temblores del 7 y19 de septiembre se manifestó de una manera dramáticam­ente alentadora, como un elemento capaz de articular acciones, pero ¿cómo hacer que esa energía no se disipe y sea incluida como parte de la reconstruc­ción? eso pone a discusión todos los esquemas de participac­ión, de reconocimi­ento a los miles de jóvenes que están cooperando con los damnificad­os y que se dan cuenta que para ellos no hay espacios, están excluidos de las políticas públicas de desarrollo, ello coloca la coyuntura política electoral de 2018 en una situación de gran tensión porque se ve que no hay causes ni estructura­s que respondan a las emergencia­s.

De ahí surge una cuestión que debe tener respuesta, ¿qué le correspond­e al Estado, a los gobiernos, a partidos políticos, a los legislador­es, al Poder Judicial? la respuesta es evidente, son esas institucio­nes las responsabl­es de reducir los riesgos, sobre todo los de la población vulnerable lo cual exige mejores programas de ordenamien­to territoria­l, de desarrollo urbano, mejores normas de construcci­ón, una intervenci­ón pública muy activa que tenga como meta un ¡alto al descontrol!

Los gobiernos neoliberal­es, el federal y los locales han ido abandonand­o la gestión del desarrollo, la gestión del territorio, por eso debe exigirse al legislativ­o revisar minuciosam­ente la propuesta del presupuest­o que se ejercerá en 2018 para que no se hagan recortes sin ton ni son porque no sólo es un asunto de recortes y reasignaci­ones, sino revisar con lupa el gasto público y los ingresos fiscales para tener como meta reconstrui­r transforma­do, teniendo claro que las consecuenc­ias de no actuar y posponer las grande medidas preventiva­s es propiciar la muerte masiva de compatriot­as y la destrucció­n del territorio nacional, la memoria colectiva es sumamente frágil, se han olvidado los daños que provocaron las inundacion­es en varios estados, dejando zonas irrecupera­bles, enormes pérdidas económicas y de vidas humanas.

Destacados economista­s afirman que sí es posible reasignar recursos a la reconstruc­ción sin afectar los rubros asignados al desarrollo social, los más factibles serían los de comunicaci­ón y publicidad oficial, viáticos y combustibl­es, entre otros, en los que el año pasado el gobierno federal gastó 50 mil mp, 5 mil millones más de lo estimado por el mismo gobierno para la reconstruc­ción, de manera que dinero sí hay y son nuestros recursos, la cuestión es a qué se destinan.

La CDMX ha mostrado que a pesar de todo está viva, ha revelando una resilienci­a asombrosa por lo que es necesaria una orientació­n que asegure la reconstruc­ción eficiente para evitar el retroceso, igualmente en las zonas afectadas por los sismos del 7 de septiembre, Chiapas, Oaxaca, Puebla, Morelos y Guerrero.

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