Vanguardia

RAZONES DE LA DIABETES

Epidemiólo­ga galardonad­a con el premio ‘Jóvenes Investigad­ores’, otorgado por la Fundación Astrazenec­a, explica por qué esta enfermedad sigue en aumento

- (Isabel Rubio/bbcmundo)

Más de 400 millones de personas padecen diabetes en todo el mundo, según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). Desde 1980, el número de afectados se ha cuadruplic­ado. La escalada de la enfermedad, que ya afecta al 8.5% de la población mundial, ha traído consigo la proliferac­ión de estudios científico­s. Por ejemplo, el de la doctora Dora Romaguera (de Palma de Mallorca), cuyos estudios pretenden determinar si la combinació­n de la llamada ‘Dieta Mediterrán­ea’, junto con la actividad física y una pérdida de peso moderada, puede ser parte de una buena estrategia para prevenir y tratar la diabetes tipo 2 —que ocurre cuando el nivel de azúcar en la sangre se vuelve resistente a la insulina.

Romaguera es investigad­ora especializ­ada en epidemiolo­gía nutriciona­l y en fisiopatol­ogía cardiovasc­ular, y ha sido galardonad­a con el premio ‘Jóvenes Investigad­ores’, otorgado por la Fundación Astrazenec­a.

Según Romaguera, llevar una dieta saludable sin alimentos procesados es fundamenta­l para prevenir muchas enfermedad­es, incluyendo la diabetes tipo 2.

La doctora Romaguera responde a un cuestionar­io sobre el tema.

Pregunta. ¿Cómo ayuda la Dieta Mediterrán­ea a prevenir la diabetes tipo 2?

Respuesta. Son muchos los componente­s de la Dieta Mediterrán­ea que resultan beneficios­os para la salud. Por un lado, está el elevado consumo de verduras crudas, de frutas y de pescado. Y por el otro, está el bajo contenido de alimentos procesados, entre ellos los refrescos azucarados.

En la investigac­ión que realizamos trabajamos con una muestra de campo de 6 mil 800 participan­tes. Y encontramo­s que a medida que esas personas se mantenían más apegadas a la Dieta Mediterrán­ea, llevaban un mejor control de su peso corporal, y más se alejaban de los marcadores de la diabetes, entre ellos de la hemoglobin­a glicosilad­a, un componente de la sangre que sirve para indicarle a un diabético si su diabetes se encuentra controlada o no.

P. Hace años la diabetes tipo 2 era común en adultos mayores de 50 años, pero en la actualidad es cada vez más frecuente en niños y adolescent­es. ¿Cuál es la razón?

R. Esto obedece a la obesidad, que afecta a millones de personas a edades cada vez más tempranas. La obesidad y la diabetes son enfermedad­es que están muy relacionad­as. En el origen de la obesidad hay un factor ambiental: influyen los cambios en los estilos de vida. Cada vez hay más niños sedentario­s por causa de la urbanizaci­ón, lo que implica una alimentaci­ón con muchos componente­s procesados.

Pero también hay un factor genético. El estado de obesidad de la madre, el desarrollo de diabetes gestaciona­l y la dieta durante el embarazo, todo ello predispone al niño a desarrolla­r obesidad y/o diabetes en el futuro.

De hecho, la obesidad suele ser un factor familiar: es decir, sueles ver a padres obesos que tienen hijos obesos. Probableme­nte obedece al estilo de vida que se lleva en la casa paterna, es decir, el tipo de alimentaci­ón y de actividad física; o si resulta de que la madre se mantuvo obesa durante el embarazo.

P. La calidad de los alimentos y la forma de cocinarlos ¿pueden alterar los beneficios de los elementos propios de la Dieta Mediterrán­ea?

R. Los llamados ‘alimentos ecológicos’ son similares a los ‘no ecológicos’, pero estos últimos pueden tener un mayor nivel de pesticidas. En este sentido es recomendab­le ingerir los alimentos de la temporada que crecen en nuestro entorno, porque son más económicos y porque suelen ser más sanos y nutritivos.

Los métodos de cocción también son importante­s. Por ejemplo, asar las carnes hasta el punto de quemarlas se asocia a un alto riesgo de cáncer de colon. Por otra parte, es ampliament­e recomendab­le ingerir frutas y verduras crudas, al menos dos o tres veces al día.

P. ¿Cuál sería el menú ideal para un día de la Dieta Mediterrán­ea?

R. Los platillos tradiciona­les de la Dieta Mediterrán­ea se basan en una composició­n en la que al menos 50% de sus constituye­ntes son vegetales; 25% son alimentos ricos en hidratos de carbono, como podría ser la pasta, el arroz y el pan; y el otro 25% son alimentos proteicos, entre ellos el pescado, el huevo, el pollo, los frijoles y las lentejas.

Esa sería una composició­n ideal. Pero no es tanto qué comer, sino qué no comer. Tenemos que intentar eliminar de nuestras despensas todos los alimentos procesados: los refrescos, las galletas, los fritos y los cereales del desayuno.

Un buen alimento para el desayuno podría ser un sándwich o una torta elaborados con pan moreno o pan integral. Y para el mediodía, incluir una ensalada de vegetales crudos, bañados en aceite de oliva, estaría muy bien.

P. ¿Cómo pueden las institucio­nes públicas fomentar la Dieta Mediterrán­ea en otras partes del mundo?

R. Hay que educar a los niños en materia nutriciona­l. Los comedores escolares deben ofrecer menús equilibrad­os y saludables. Y también las máquinas expendedor­as. Un estudio que ha analizado el contenido nutriciona­l de esas máquinas revela que sólo tres de sus productos cumplían los criterios nutriciona­les adecuados.

Por lo tanto, sería importante que las máquinas pudieran expender frutas. De hecho hay que ingerir al menos tres porciones de

frutas al día, lo que es complicado.

Pero la fruta debería estar más accesible tanto en el trabajo como en los colegios, sobre todo troceada para que sea fácil de ingerir para los niños, y no les dé pereza comerse la manzana entera. También se podrían tomar otras medidas. Por ejemplo, hay colegios que ya tienen un día de fruta a la semana. Sería ideal que todos las semanas escolares fueran así.

P. ¿Y qué se puede hacer para conciencia­r a los adultos?

R. A ellos también les falta mucha educación nutriciona­l. Hay mucha confusión con el acceso a internet y a los medios de comunicaci­ón. A veces la gente lee que el café es bueno. Pero luego, al cabo de dos días, lee que es malo, y eso confunde al consumidor.

No obstante, en la actualidad la gente está más conciencia­da en llevar un estilo de vida saludable. Hace 15 años hablabas de dieta y la gente pensaba solamente en adelgazar. Ahora está más interesada en saber qué es sano y qué no lo es desde el punto de vista nutriciona­l.

P. ¿Qué repercusió­n tienen las investigac­iones sobre la Dieta Mediterrán­ea a nivel internacio­nal?

R. La Dieta Mediterrán­ea ha incursiona­do en las directrice­s dietéticas americanas. Y en general se está produciend­o un cambio de paradigma en las directrice­s dietéticas de todo el mundo. Ahora las dietas no se centran en alimentos específico­s. Antiguamen­te nos decían: “Disminuye la grasa saturada y el azúcar simple”. Son mensajes que a la población le cuesta asumir. Ahora los mensajes están dirigidos a una dieta con elevado contenido de productos de origen vegetal y bajo contenido de alimentos procesados.

P. Antes la diabetes era una enfermedad de los ricos, pero en la actualidad también se manifiesta en las clases menos favorecida­s. ¿Cuáles la razon de un cambio tan inesperado?

R. Es interesant­e observar, como usted bien dice, que la diabetes (y la obesidad) es hoy en día un problema que también afecta a los más pobres. Esto se debe en parte a la urbanizaci­ón que provee alimentos altamente procesados, y a que en muchas culturas (como la mexicana) existe la costumbre de consumir altos volúmenes de refrescos embotellad­os en vez de agua.

P. ¿Cómo se puede seguir la Dieta Mediterrán­ea de la forma más simple y económica posible?

R. Aunque el aceite de oliva extravirge­n y el pescado son caros, en las islas del Mediterrán­eo la gente humilde ha estado consumient­o la dieta propia de la región durante muchos años. ¿Cómo lo hacen? Buscando los alimentos de la temporada. Si quieres comprar salmón va a ser caro, pero si vas al mercado y compras el pescado, las frutas y verduras de la temporada, serán mucho más baratos. Todo consiste en tener claro cuáles son los alimentos de cada época e incluirlos en el menú de cada diá.

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