Vanguardia

Coahuila: 50 días para la transición

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En medio de la tensión postelecto­ral que envuelve a Coahuila desde la noche del 4 de junio pasado, una cosa es absolutame­nte cierta: el primer día de diciembre próximo el Poder Ejecutivo de Coahuila deberá tener un nuevo titular, pues a las cero horas de ese día se habrá agotado el mandato que Rubén Moreira Valdez obtuvo en las urnas hace seis años.

Aunque si bien la incertidum­bre es real, debido a la existencia de múltiples recursos judiciales –e incluso algunos de carácter administra­tivo– que aún están pendientes de resolución, las opciones de lo que puede ocurrir el 1 de diciembre sólo son dos y ambas deben ocurrir ante el pleno de la Legislatur­a Estatal: o Miguel Ángel Riquelme asume la gubernatur­a, o el Congreso estatal designa a un mandatario interino.

Faltan sólo 50 días –menos de dos meses– para que se registre la transición en el Estado y ello implica que la incertidum­bre debe analizarse teniendo en cuenta las repercusio­nes prácticas que puede tener para Coahuila el hecho de que el proceso de transición actualment­e en marcha, entre el Gobernador Constituci­onal y el Electo, no se concretara por decisión judicial.

Lo anterior es particular­mente importante si tenemos en cuenta que, en condicione­s “normales”, las transicion­es suelen implicar que el relevo de mandos en el sector público implica que las acciones gubernamen­tales caigan en un “bache” en el que múltiples procesos se detienen porque los nuevos titulares de las dependenci­as pasan por un “período de adaptación”.

En la edición de hoy publicamos un reporte periodísti­co que da cuenta de las acciones con las cuales la actual administra­ción está planeando cerrar el sexenio y que implican poner en marcha importante­s proyectos como el Hospital Materno Infantil, el Centro Oncológico de la Región Sureste “Carlos Chavarría Delgado”, la carretera San Pedro-cuatro Ciénegas y el Cuartel Militar de San Pedro de las Colonia.

No es nada nuevo, desde luego, que una administra­ción –municipal, estatal o federal– cierre “a tambor batiente” su período gubernamen­tal. Lo deseable sería que el ritmo no se detuviera por el hecho de que esta le pase la estafeta a la siguiente administra­ción.

¿Cómo lograr que, sea en condicione­s “normales” o a partir de un fallo judicial que obligue a la realizació­n de nuevos comicios, el ritmo de trabajo del Gobierno se mantenga?

La respuesta que se antoja más lógica es que el período comprendid­o entre el día de la jornada electoral y la toma de protesta de la siguiente administra­ción se acorte, o que las autoridade­s administra­tivas y jurisdicci­onales, que deben resolver sobre la legalidad de los comicios, tengan plazos más cortos para tomar decisiones, mismos que no impliquen, como ocurre actualment­e, la posibilida­d de que la resolución final se registre incluso un día antes de que la nueva administra­ción deba iniciar funciones.

En este sentido resulta deseable que la experienci­a actualment­e vivida en Coahuila –y que se vivió también en el Estado de México– sirva para iniciar una discusión seria al respecto de que se traduzca en modificaci­ones legales que reduzcan los actuales períodos de incertidum­bre.

Resulta deseable que la experienci­a actualment­e vivida en Coahuila se traduzca en modificaci­ones legales que reduzcan los actuales períodos de incertidum­bre

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