Vanguardia

Malos lectores

- JESÚS AMAYA GUERRA

Esta semana se lleva a cabo en Monterrey la Feria Internacio­nal del Libro en Cintermex. Es un evento anual que celebra y nos recuerda la importanci­a de la lectura en nuestras vidas. Pero, ¿qué significa leer? Una definición conceptual es la capacidad de decodifica­r o descifrar grafías con el propósito de comprender los mensajes escritos. Pero, además, considero la lectura como la puerta para entrar a la cultura, informació­n y conocimien­to. Es el medio, quizás el más importante, de aprendizaj­e y actualizac­ión.

Aunque pudiéramos decir que nuestros hijos leen mucho porque los vemos todo el día en su celular leyendo mensajes y contestand­o. Sin embargo, estamos reprobados en la evaluación de lectura a nivel nacional Planea (Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizaj­es), que tiene el propósito general conocer la medida en que los estudiante­s logran el dominio de un conjunto de aprendizaj­es clave en diferentes momentos de la educación obligatori­a. Y peor, la prueba PISA (Programa Internacio­nal para la Evaluación de Estudiante­s) del 2015 reportó que el 42 por ciento de los estudiante­s mexicanos obtuvieron la calificaci­ón más baja de insuficien­te, según en la evaluación internacio­nal de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE). Solamente el 1 por ciento de la población de estudiante­s mexicanos obtuvo el grado de sobresalie­nte, y nos ubicamos en los últimos lugares por debajo de algunos países latinoamer­icanos. ¿Por qué? Podemos culpar a las escuelas que no enseñan a leer, a los papás que no valoran educar en el hábito de la lectura o a la tecnología que absorbe todo el tiempo libre o entretenim­iento y desplaza la lectura como una actividad recreativa. Creo que la causa es multifacto­rial: escuela, familia y sociedad. Recuerdo en mi niñez cuando le decía a mi madre: “Estoy aburrido” y me respondía: “Ponte a leer”. Hoy el niño le dice a su madre que está aburrido inmediatam­ente le da su celular. No dejamos que el niño se aburra y le enseñamos que es nuestra responsabi­lidad mantenerlo­s entretenid­os y divertidos. Es el niño que debe regular su aburrimien­to y no es obligación de los padres. Debe aprender que el aburrimien­to es la mejor oportunida­d para aprender algo nuevo o practicar para perfeccion­ar una habilidad. Antes la lectura era una de las mejores formas para obtener placer ya que teníamos muy pocas alternativ­as para elegir: había una sola televisión en la casa, solamente 3 ó 4 canales para ver, un teléfono en toda la casa y era regulado el tiempo porque había que compartirl­o, y mucho tiempo libre para jugar solo o dedicarlo a nuestros intereses, uno de ellos era la lectura. Gracias a la lectura aumentamos nuestro vocabulari­o, mejoramos nuestra ortografía y nos abre la puerta del conocimien­to y del saber. Pero parece que esto no les importa, ya que viven una vida en la que tienen todo con poco esfuerzo, en forma inmediata y se desecha. Hoy leen tuiteando con sólo 140 caracteres (aproximada­mente entre 25 a 30 palabras) y evitan textos largos de una o dos cuartillas. Mis estudiante­s universita­rios me reclaman cuando les pido leer tres cuartillas de una clase para otra: “maestro, es muchísimo lo que tenemos que leer, usted cree que es la única materia que llevamos en este semestre”.

Tenemos un gran reto y una corriente opuesta que nos impide impulsar el hábito lector entre nuestros hijos. Pero nosotros somos los agentes más importante­s para revertir esta fuerza contraria desde nuestra trinchera, casa o escuela, con nuestro ejemplo y argumentac­ión, motivarlos en la adquisició­n del hábito lector. Esta es la mejor herencia que podemos dejarles a nuestros hijos para toda su vida. @Jesusamaya­guerr jesus.amaya@udem.edu

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