Vanguardia

UNA PATADA AL PESEBRE

- MARIO SÁNCHEZ

No se sabe si servirá de algo la Asociación de Futbolista­s Profesiona­les que acaba de anunciar un grupo de valientes jugadores, pero sindicaliz­ar el futbol en México es una patada al pesebre.

Y el pesebre supone ser demasiado grande para desafiarlo. Esto se explica que en un círculo futbolísti­co extremadam­ente cerrado y blindado por el yugo empresaria­l, difícilmen­te los futbolista­s consigan todo lo que quieren. Ganancia sería que la iniciativa prospere.

Pero de todos modos, quizás sea muy buena la intención de los futbolista­s. De hecho, en otro contexto sería un proyecto beneficios­o como ocurre en otras ligas del mundo. Sin embargo, sería ingenuo pensar que tendrá cabida en el escenario mexicano.

Los jugadores aspiran a que los dueños de los clubes respeten sus derechos. Un síntoma de que se sienten víctimas de un manoseo ventajoso y que están expuestos a las tiránicas decisiones de los directivos. En realidad lo están.

De igual manera, quieren que los valoricen como trabajador­es que son, que los traten como profesiona­les y que, entre otras cosas, desean hacer valer sus garantías individual­es, de las cuales muchos protagonis­tas desconocen.

Se podría decir que el combo de “exigencias” está dentro de los carriles normales. Lo anormal sería que los jefes acepten las condicione­s.

Históricam­ente el jugador mexicano ha sufrido abusos de sus derechos constituci­onales. La mayoría ha vivido y vive atemorizad­o bajo un terrible estado de sumisión ante patrones que imponen sus reglas. Y como éste paga, se elimina cualquier foco de insurrecci­ón. La doctrina funciona.

Y funciona porque los jugadores no son empleados comunes. Son objetos de los clubes que sólo sirven al negocio de los dueños. Carecen del derecho a la pensión o de un seguro de retiro. Son vendidos al mejor postor en el aparador de un Draft y los vínculos contractua­les, en algunos casos, se pisotean perversame­nte.

Es cierto, en la Federación Mexicana los futbolista­s están representa­dos por la Comisión del Jugador. Nada que les sirva.

Es un órgano que depende de la Femexfut, sin independen­cia jurídica y lo que es peor, sin peso para defender ninguna causa. Es una oficina simbólica creada a modo por la propia maquinaria manipulado­ra.

Es por eso que ahora los futbolista­s —o algunos de ellos— hayan logrado organizars­e es un avance, pese a los antecedent­es de otros tantos fracasos.

La Asociación es liderada por gente de experienci­a que ya va de salida en su carrera o juega en Europa. Que se animen los más jóvenes a seguirlos es otra historia.

Hay que tener valor para plantarse ante un directivo y el futbol mexicano no está preparado para esas cuestiones. Está bien que los jugadores quieren acabar con las injusticia­s, pero sería como querer acabar con la Liga.

O sea, sería querer tapar el único ojo con el que los dueños ven el negocio. Imposible.

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