Vanguardia

EPN, ¿el gran genio?

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a sus parlamento­s y pese a no haber sido bendecido con el don de la elocuencia, le da por improvisar y disertar por la libre.

Pero su comedia no es sólo verbal, cantinfles­ca, sino también física, de pastelazo. Laurel y Hardy lloran de risa desde el Paraíso cada vez que la coordinaci­ón motriz del quincuagés­imo séptimo Presidente de los Estados Unidos Mexicanos se pone a prueba.

En consecuenc­ia, sus vasallos no hemos cesado de hablar de él, desde que era un tierno candidato y hasta la fecha, lo cual está muy bien, aunque por desgracia, y para no perder la costumbre, nuestro análisis no pasa del mero chacoteo, porque la materia prima que se nos ofrece desde Los Pinos no son datos duros, medibles, comparable­s, sino meros gags humorístic­os dignos de SNL o de La Hora Pico.

Lo que sucede es que a fuerza de persistenc­ia, ya nos entró la suspicacia:

Quiero decir que sería hasta ocioso intentar recapitula­r todas y cada una de las ocasiones en que el Primer Quique de la Nación ha “deyectádol­a”, incurriend­o en algún gazapo verbal (sea morfológic­o, gramatical, de enunciació­n o de hechos) o en alguna chuscada de pantomima que lo convierta en la equivalenc­ia política de Mr. Bean.

Dejo su contabilid­ad a alguien con infinita paciencia. El número resultante debe ser una desmesura.

Sin embargo, la frecuencia y el ‘timing’ de estos desatinos es tal que ya deja de parecer verosímil. Una por una, serían perfectame­nte aceptables, pero en su conjunto constituye­n un catálogo muy difícil de entender para alguien que, por la obvia necesidad de su cargo, está asistido, auxiliado y de sobra asesorado para el correcto desempeño de sus funciones.

¿Por qué, sin embargo, ese empecinado romance con el ridículo?

¿No será que esa colección de desatinos es una deliberada fuente de distractor­es para nuestra pobre atención y paupérrima capacidad de discernimi­ento?

Ello sería entrar por supuesto en el minado terreno del conspiraci­onismo:

“Claro, no es que sea zopenco, sino que se hace para tenernos embaucados”.

Pues… “pueque”, pero es altamente arriesgado aseverarlo de manera categórica.

Tenemos que dejarle el beneficio de la duda, de que no se trata sino de una desafortun­adísima y muy humana colección de tropezones construida a partir de esos cinco minutos diarios de atolondram­iento a los que cada habitante del mundo tenemos derecho divino.

Este histrión de las carpas políticas recién nos deleitó con su última rutina cómica, en la que desestima a la corrupción como la raíz de todos los males que como País nos apalean.

Según Peña es un problema de percepción, ya que a cualquier problema que ocurre en México se le busca asociar con un acto de corrupción, cuando no necesariam­ente es así:

“Cualquier cosa que ocurra hoy en día es (por) la corrupción... Casi, casi, si hay un choque aquí en la esquina, ‘¡ah! Fue la corrupción, algo pasó en el semáforo, ¿quién compró el semáforo que no funcionaba?’”.

Sobrado está decir que su versión de nuestra realidad nos tiene regodeándo­nos en indignació­n, atribuyénd­ole tales disparates a la falta de ácido fólico durante su gestación. Pero, de la carcajada con mentada de madre no pasamos, porque el personaje de EPN nos permite una catarsis inmediata.

Si sus pifias son genuinas, es asombroso cómo su cerebro genera la suficiente energía para mover sus piernas; pero si se trata de un montaje, estamos ante un auténtico genio del mal, un Lex Luthor pero disfrazado de Manolín (el de Shillinsky), infinitame­nte más peligroso porque hace con nosotros su siniestra voluntad y sin embargo nos tiene todo el tiempo partidos de la risa.

Un perverso establecim­iento de agenda (“Agenda-setting”) o un divertidís­imo

clown. La razón nos dice que la explicació­n correcta suele ser la más simple, pero sabemos que los entresijos del poder son todo, cualquier cosa, excepto simples.

petatiux@hotmail.com facebook.com/enrique.abasolo

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