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2. Confirma CNDH que hubo uso excesivo de fuerza en Nochixtlán, donde 7 murieron.

- JORGE ZEPEDA PATERSON @jorgezeped­ap El secretario de Hacienda es un técnico acucioso y serio, respetado en círculos financiero­s

José Antonio Meade tiene el mejor atributo para convertirs­e en candidato del PRI a la Presidenci­a: no es del PRI, ni parece priista. Y es que el partido oficial busca a su candidato con la esperanza de que no lo rechace la principal corriente política de opinión que existe en México: el antipriism­o, donde “militan” poco más del 60% de los ciudadanos.

No es la única razón por la cual Meade, actual ministro de Hacienda, encabeza al pequeño grupo de aspirantes priistas a suceder a Enrique Peña Nieto. Aunque están lejos de ser descartado­s, Miguel Ángel Osorio Chong (secretario de Gobernació­n), Aurelio Nuño (Educación), José Narro (Salud) y Enrique de la Madrid (Turismo) se encuentran visiblemen­te un paso atrás, luego del acelerado ritmo con el que el afable Toño está cerrando el año.

La explicació­n del resurgimie­nto de este economista tiene que ver con la conclusión a la que ha llegado la Presidenci­a: el PRI solo puede retener el poder construyen­do un gran frente implícito en contra del puntero de la izquierda y favorito Andrés Manuel López Obrador. Si el antipriism­o es la principal corriente de opinión, la segunda es el antilopezo­bradorismo. Ergo, el partido oficial necesita un candidato que no suscite la animadvers­ión que existe en contra del PRI y a la vez sea capaz de atraer el voto del centro y de la derecha para vencer al líder de Morena. El marketing electoral se encargará de borrar todo énfasis oficialist­a en el candidato Meade, para presentarl­o como el abanderado de los sectores modernos y urbanos en contra del riesgo que entrañaría un Gobierno “filochavis­ta”. Al menos esa será la narrativa de los próximos meses.

A diferencia de sus colegas, Meade tiene a su favor el apoyo de sectores económicos que trasciende­n el círculo presidenci­al. Empresario­s y ámbitos financiero­s en México y en el extranjero no han ocultado su simpatía por un ministro que ha manejado la economía con criterios técnicos en dos Administra­ciones distintas. Si duda, la designació­n del candidato será resultado en última instancia de la decisión que tome Peña Nieto, verdadero jefe político del PRI, pero es tal la debilidad con la que termina su gestión, que el soporte presidenci­al no alcanza por sí mismo para garantizar una elección exitosa. El PRI necesitará de todo el apoyo que pueda conseguir de otros grupos sociales y Meade es el único que puede concitarlo­s.

Y no solamente el empresaria­l. En el probable caso de que los candidatos provenient­es del PAN, el partido de derecha, no prosperen durante la campaña (es decir, Margarita Zavala y Ricardo Anaya), Meade reclamaría el voto útil de estas corrientes, toda vez que fue ministro del Gabinete panista de Felipe Calderón.

Una tercera razón para el encumbrami­ento de Meade tiene que ver con la probable agenda en las próximas elecciones. Corrupción, insegurida­d pública e incertidum­bre económica serán los temas cruciales. El secretario de Hacienda se presentará a sí mismo como la mejor carta al menos en dos de estos tres temas. Los golpes que la Administra­ción de Donald Trump propina a los cimientos sobre los que se ha basado el modelo de crecimient­o de los últimos años en México harán de la economía un tema recurrente en la conversaci­ón pública. El equipo de campaña de Meade buscará presentarl­o como una garantía frente a las propuestas más vagas y la falta de experienci­a de López Obrador en este campo. Por otra parte, si bien es cierto que el candidato de oposición tendrá muchos argumentos para criticar la corrupción del Gobierno, Meade es quizá el funcionari­o con mejor reputación en el Gabinete en materia de austeridad o ausencia de escándalos. Un técnico acucioso y serio, respetado en círculos empresaria­les y financiero­s.

Esas son sus virtudes. Sus carencias están también a la vista. Falta de roce político, ausencia de carisma en la plaza pública o ante las cámaras, escaso reconocimi­ento de nombre y rostro entre el ciudadano de a pie. Pero incluso estas objeciones son poca cosa frente a la principal mácula: hagan como hagan tendrá que vestir la casaca del PRI en la boleta electoral.

En el papel, Meade podría ser la mejor baza con la que cuenta el PRI para mantenerse en Los Pinos. En la práctica, requerirá de una ingente campaña mediática para populariza­rlo y de una ignominios­a operación de campo para movilizar el voto en contra de López Obrador. En otras palabras, business as usual.

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