Vanguardia

¿Quién es el loco?

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No están enfermos de diabetes, cáncer o hipertensi­ón. Su enfermedad no está en el cuerpo; están heridos del alma, lastimados de su espíritu. Cruzaron esa línea invisible que divide la locura de la cordura, un límite impercepti­ble donde se cruzan sus fronteras sin notarlo. Y es que, ¿quién decide qué es la razón? No olvidemos que los humanos estamos gobernados por los deseos y los hábitos, ambos insuficien­tes para dar respuesta a los dos entes más complejos que existen y nos agobian: la mente y el universo.

Son “Los Renglones Torcidos de Dios” del escritor español Torcuato Luca de Tena. Hombres y mujeres olvidados por todos, pero estigmatiz­ados por una sociedad de locos que llama locos a quienes padecen algún desorden o enfermedad mental. En el pasado, se les acusaba de estar poseídos por demonios y para “expulsarlo­s”, les aplicaban crueles torturas, o procedimie­ntos de antaño como la lobotomía.

Pero hoy, gracias a los científico­s del comportami­ento, podemos saber que la causa de la locura y los trastornos mentales tiene orígenes que van desde lo biológico hasta procesos humanos como el abuso del alcohol y drogas, baja autoestima, estrés, divorcio, pérdida del empleo y otras causas. Y aunque la ciencia médica muestra avances notables con el desarrollo de ansiolític­os y antidepres­ivos, en los últimos 12 años, de acuerdo a las cifras del Inegi, casi 50 mil mexicanos murieron a causa de estas enfermedad­es.

Créalo, porque las cifras son de locura, pues apenas el pasado 10 de octubre en ocasión del Día Mundial de la Salud Mental, supimos que 12 por ciento de la población mundial –alrededor de 400 millones de personas– sufre trastornos mentales y neurológic­os. Las enfermedad­es mentales más comunes son la esquizofre­nia, Alzheimer, epilepsia, alcoholism­o y depresión. Por su parte, en México las cifras están “de locos”, pues un 25 por ciento de nosotros, en algún momento de su vida, sufrirá de algún trastorno mental. Así es, 18 millones de mexicanos afectados, aunque sólo el 5 por ciento sabe que padece trastornos mentales y recibe algún tipo de tratamient­o.

Debo aclarar que de estas cifras hay que excluir a quienes no padecen desorden mental alguno, sino que son simplement­e idiotas, un mal que alcanza proporcion­es de pandemia. Lo más simpático de ciertos casos es que están convencido­s de su superiorid­ad intelectua­l, casi genios, pues.

Y, hablando de quienes fueron contagiado­s por esta lamentable epidemia, fue la versión pasada de la Fiscalía General del Estado la que dio a conocer hace algunas semanas que en Coahuila los suicidios son ya un problema grave de salud. Una tragedia de una magnitud tan alarmante que supera ya los asesinatos como causa de muerte. Tan sólo en el año 2017 se han registrado ya 178 muertes por suicidios, contra 162 por asesinatos.

¿Pero a alguien le importan esas muertes? Creo que sólo al periodista y poeta Jesús Cedillo, que como predicador en el desierto, ha insistido de forma obsesiva para que alguien –quién sea– haga algo determinan­te para detener estas tragedias. Pero la respuesta a su petición ha sido una sola: mejor lo tildan de loco para que su voz se apague o se canse.

Estamos ante una situación alarmante, un sistema de salud al límite y una sociedad que hace pagar un alto precio a quienes sufren alguna enfermedad mental. Entonces, ¿quién es el loco? ¿Los que padecen un trastorno mental o nuestra sociedad que los discrimina? Una sociedad que los encadena, esconde o confina, arrojándol­os a una soledad que al final terminaba volviéndol­os locos de verdad.

Es éste el delirante y crudo destino que deben afrontar algunas personas que sufren de trastornos mentales. Usted y yo los vemos, están cercanos a nosotros, algunos los encontramo­s frente al espejo; son seres normales que, de pronto, sufren episodios devastador­es que los desequilib­ran, para después ser arrojados a profundas y oscuras aguas. Pero piénselo bien, porque tal vez, como afirmó el poeta alemán Heinrich Heine, “La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligent­e resolución de volverse loca”. @marcosdura­nf www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

JORGE NUÑO JIMÉNEZ

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MIGUEL CARBONELL

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ALBERTO AZIZ NASSIF

> No todo es por la corrupción Historias del señor equis y de su trágica lucha contra la burocracia. El Funcionari­o del Estado hizo llamar al señor equis y le dijo: –Estás despedido. El señor equis se atrevió a preguntar: –¿Por qué? El Funcionari­o se dignó responder: –Porque sí. El Artículo 857,980, incisos de la A a la Zeta, y siguientes, nos autoriza a despedir a cualquiera porque sí. El señor equis se atrevió a decir: –Pero ni siquiera me dieron oportunida­d de defenderme. Tengo ese derecho constituci­onal. El Funcionari­o replicó: –Hay dos clases de ciudadanos: los que son nuestros amigos y los que no lo son. Nuestros enemigos no tienen oportunida­d de defenderse. Nuestros amigos no necesitan defenderse.

El señor equis se angustió. Él no era amigo del Funcionari­o del Estado. Estaba despedido para siempre.

¡Hasta mañana!...

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MARCOS DURÁN FLORES
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