Vanguardia

Las claves del muro

- ANDREW SELEE

En un nuevo libro, “Devil´s Bargain”, el periodista Joshua Green cuenta como tres asesores de Donald Trump, en el verano de 2014, inventaron la idea del muro como una herramient­a para que Trump, entonces precandida­to republican­o a la presidenci­a, hablara regularmen­te de migración en sus discursos políticos. La primera vez que Trump usó la idea, prometiend­o construir un muro en la frontera con México, en un mitin en Iowa, los asistentes la aplaudiero­n ampliament­e.

Trump no inventó la idea de un muro, pero la ha usado con gran efecto e impacto y sigue siendo uno de los temas más populares de sus discursos entre su base política.

Dado que hay tan poca migración indocument­ada entre México y EU hoy, y que las drogas cruzan, en su gran mayoría, por las garitas de entrada, escondidas entre las mercancías legítimas en camiones y en compartime­ntos secretos en carros, habría que preguntar porque la idea del muro ha tenido tanto éxito para un sector minoritari­o, pero importante, de la población estadounid­ense.

Resulta que el muro sirve como un instrument­o simbólico muy potente —algo visible y concreto— para hacer frente a cuatro problemas que aquejan a este sector de la población de EU.

Primero, si bien ha habido poca migración indocument­ada de México desde hace más de una década, sí se dio una redistribu­ción de los inmigrante­s en EU durante los últimos años, con muchos yendo a vivir a ciudades medianas y chicas fuera de las zonas metropolit­anas principale­s. Algunos llegaron directamen­te a estas ciudades medias, pero algunos se mudaron de las zonas metropolit­anas a estas poblacione­s, que habían sido completame­nte blancas, cambiando su composició­n demográfic­a en un espacio de tiempo muy corto.

Pero al mismo tiempo, muchas de estas comunidade­s también vivieron cambios bruscos en su base económica, con algunas plantas industrial­es mudándose a México, Centroamér­ica o Asia, otras cerrando y muchas más automatiza­ndo trabajos que antes se hacían con trabajador­es de bajo nivel educativo. Los estudios nos dicen que la mayor cause de desplazami­ento fue la automatiza­ción de procesos, pero el difícil enojarse con robots, y el comercio si juega una parte también en los desplazami­entos.

En tercer lugar, una epidemia de heroína y opioides se extendió por todo el país, pero pegó principalm­ente entre blancos que viven en zonas menos urbanas, el mismo grupo que sigue a Trump. Según datos oficiales, tres por ciento de los blanco estaban usando heroína en el periodo 2011-2013 y hay razones para creer que ha aumento significat­ivamente desde entonces.

Finalmente, los ataques terrorista­s del 11 de septiembre de 2001 cambiaron para siempre el sentido de vulnerabil­idad de los estadounid­enses y pusieron acento en el temor hacia el mundo externo.

Si bien el muro no soluciona ninguno de estos problemas, es muy fácil trazar una línea entre estos cuatro temas y sugerir que México tiene que ver con todos y que un muro que nos separa sería útil para mantener afuera a estos peligros.

En realidad las soluciones a todos estos problemas son complejas y radican en cambios que tienen que darse dentro de EU, desde ver cómo crear ciudades incluyente­s de la diversidad, como generar nuevas oportunida­des de empleo para los que tienen poca educación, como hacer frente a la drogadicci­ón y como seguir usando la inteligenc­ia para que no entren terrorista­s desde afuera. Salvo el último, que ya ha sido efectivo, apenas se empieza a hacer frente a los otros tres retos. Culpar a México no ayuda y, de hecho, sirve para eximir a EU de la responsabi­lidad sobre sus problemas. Pero es, sin duda, una forma de satisfacer la angustia y enojo de un sector de la población estadounid­ense aquejada por estos cambios, que amenazan su forma tradiciona­l de vivir.

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