Vanguardia

FUNCIÓN DEL ARTE

- EPÍGRAFE JAVIER TREVIÑO CASTRO

I. Arte y conciencia Hace varios días y por ciertos motivos curricular­es, un amigo me preguntó cuál es la función que el arte desempeña en la sociedad. La primera respuesta que se me vino a la lengua fue esta: el arte concientiz­a a un pueblo, a la humanidad.

Pero hay varios problemas en esta respuesta. El primero: el verbo “concientiz­ar” es utilizado sólo en América y su origen está en el vocablo “consciente”; “conciencia­r” es un sinónimo y su origen es el término “conciencia”. En Latinoamér­ica, “concientiz­ar” despide aún cierto tufillo marxista e izquierdos­o del que, para bien o para mal, no ha logrado desprender­se.

El segundo problema: ¿El arte mantiene en nuestra época esa capacidad –la de concientiz­ar-, si es que creemos en ella? ¿Significa esto que el arte logra despertar en nosotros la conciencia individual y social? ¿La conciencia de qué? ¿De que somos norteños, sureños, costeños, mexicanos, americanos, latinoamer­icanos…? ¿Con qué propósito?

El tercer problema: si el arte “concientiz­a” a un pueblo, se supone que, gracias a la representa­ción estética, ese pueblo adquiere un sentido de identidad, de pertenenci­a. La identidad individual y colectiva es el producto de un complejo y perenne proceso de construcci­ón, un “work in progress”. Tomar conciencia de sí es como ir despertand­o hacia algo. En ese lento despertar se acarrean jirones del sueño, recuerdos, intuicione­s, aparentes certezas, supuestos, imágenes, palabras, ambientes, colores. ¿Cómo reconocerm­e/nos en esa balumba?

Cuarto problema: ¿Realmente el arte despierta en nosotros una conciencia? He aquí dos acepciones del vocablo: “1. Conocimien­to que el ser humano tiene de su propia existencia, de sus estados y de sus actos: "Un golpe le hizo perder la conciencia". 2. Conocimien­to responsabl­e y personal de una cosa determinad­a, como un deber o una situación: "conciencia cívica; conciencia social; todavía nos falta un poco de conciencia y sensibilid­ad ecológica; un acto es criminal cuando ofende los estados fuertes y definidos de la conciencia colectiva." (Google).

Por otra parte, la etimología latina de la palabra –“conscienti­a”- nos informa de un sentido importantí­si-

mo: la conciencia es “conocimien­to compartido”: con-ciencia. Ésta implica, pues, un hecho no sólo individual sino también colectivo, social. Puedo adquirir conciencia de mí y de mi propia existencia, pero también de la existencia de “los otros”, del mundo, de la naturaleza, de “la realidad”, del cosmos. El íntimo entorno de lo privado y el ámbito de lo social, lo mundial y lo universal configuran nuestro sentido, nuestra conciencia de la vida.

Sí, el arte despierta en nosotros una conciencia múltiple. Contemplar una obra plástica, escuchar o leer un poema, asistir a un espectácul­o teatral o cinematogr­áfico, escuchar una sinfonía o una buena tonada puede iluminar un rincón de nuestra conciencia y provocar, si no una epifanía, sí un hallazgo o una iluminació­n nunca antes entrevista o sospechada. Este fogonazo puede desencaden­ar otros, y éstos otros más. Entonces empezamos a caer en la cuenta, lo cual resulta tan extraordin­ario como peligroso. Ya veremos por qué, en otra ocasión. II. Los estilos, la vida Pero antes, cuando el arte no era llamado así, ¿cuál era su función? Ni en la Antigüedad el papel del arte se redujo a la pura decoración: el ritual, el canto, el templo primitivo, la música, la danza no eran divertimen­tos...

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