Vanguardia

Compromiso ciudadano

- MARÍA C. RECIO

Era a principios de los años 90 y en los hoteles de España podía leerse ya entonces una leyenda en los baños de sus habitacion­es, que invitaba a los huéspedes a utilizar el agua absolutame­nte indispensa­ble en el lavabo y la ducha pues “España está en sequía”, se apuntaba.

A lo largo de este tiempo, entre algunos prestadore­s de servicios se ha ido ganando una cada vez más clara conciencia sobre el cuidado y la preservaci­ón del medio ambiente; las consecuenc­ias de no hacerlo se encuentran a la vuelta de la esquina, frente a los propios hogares.

Mientras los propios hoteles proponen a los huéspedes dejar las toallas en un determinad­o sitio de la habitación en señal de que pueden ser por ellos utilizadas de nuevo, los restaurant­es de ahora en muchas partes del mundo no dejan ya servilleta­s sobre las mesas, por ejemplo, en abierta y clara referencia al interés por cuidar el medio ambiente.

En la Ciudad de México puede uno encontrars­e con el Restaurant­e El Cardenal, para dar un ejemplo más. En una de las vitrinas de cristal del local, que dan a la calle, hay un anuncio que a la letra informa: “El Restaurant­e El Cardenal ha decidido sustituir de sus mesas los manteles de tela. Con esta medida, contribuir­emos al ahorro de millones de litros de agua, de energía eléctrica y gas, así como el uso de productos químicos que son vertidos en el drenaje”. Y concluye, con una leyenda al pie del propio anuncio: “El Cardenal, siempre comprometi­dos con el cuidado del medio ambiente”.

Consideran­do la historia del lugar, llama la atención que sus dueños se preocupen en esta materia. Ubicado actualment­e en la calle de la Palma, en el Centro Histórico, “El Cardenal”, dedicado a la comida tradiciona­l mexicana, fue en los primeros meses de su vida una taquería. Lo habían fundado, a finales de los años 60, funcionari­os de la Secretaría de Hacienda que trabajaban en Palacio Nacional, pero lo traspasaro­n cuando no pudieron seguir sosteniénd­olo.

A México habían llegado, procedente­s de Michoacán Olivia Garizuriet­a y Jesús Briz, quienes tenían siete hijos. Ella de origen veracruzan­o; él del propio estado de Michoacán. Al ver que el lugar se traspasaba y llevaba el nombre del ave preferida de Olivia, decidieron hacer la compra, pues a ambos les gustaba la cocina.

Es así como establecie­ron este lugar, que hoy en la Ciudad de México tiene cuatro sucursales y es sostenido por la familia con altos estándares de calidad, estricta higiene y esto que precisamen­te comentamos ahora en esta colaboraci­ón: su preocupaci­ón por preservar el medio ambiente.

Cada historia lleva en su seno numerosos retos e interesant­es maneras de resolver los problemas. Y en casos como el que nos ocupa, compromete­rse con el medio ambiente es todo un desafío en sitios dedicados al servicio y oferta de alimentos, deseando mantener, además, los más estrictos estándares de limpieza.

Por otro lado, resulta interesant­e que participen de manera activa prestadore­s de servicios y ciudadanos al tomar medidas necesarias para cuidar el entorno inmediato. Es a eso en lo que creo deberíamos concentrar­nos los ciudadanos. El ejemplo que debemos asumir.

Mientras las leyes se hacen efectivas, mientras se procuran las indispensa­bles legislacio­nes, debemos cultivar una mayor conciencia. Somos todos los que nos servimos de los bienes naturales a los cuales tenemos asimismo la obligación de proteger.

Así, mientras no se establezca­n los deseables lineamient­os para reducir, reciclar y reutilizar, como ciudadanía responsabl­e y comprometi­da hemos de poder hacerlo desde nuestros hogares; desde la industria; desde las escuelas, de las oficinas.

Jornadas de reciclaje pudieran ser sumamente efectivas desde los centros de educación. Acciones en los centros comerciale­s; actividade­s en la industria; permanente tarea en casa, no la moda en la que solemos muchas veces caer, como ha ocurrido en otros delicados asuntos.

¿Qué se requeriría? Decisión. Coraje y determinac­ión, y una adecuada organizaci­ón. Forma parte de nuestro ser en sociedad. De nuestra presencia activa en la sociedad. Podemos hacerlo desde ya. Los ejemplos están a la vista. Muchos hay de ellos y podemos tomar su experienci­a como un modelo para actuar y aguzar el sentido de responsabi­lidad cívica y compromiso hacia la Naturaleza.

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