Sexto Informe
de “ipecos”, empresarios y comerciantes incapaces de saltarse el protocolo aunque sea en adhesión al descontento popular.
¡Imposible! Nunca. No. Las empresas, por lo visto, le deben más al Gobierno que a nosotros, sus clientes. Así que no espere de ellos que le hagan las recriminaciones, reproches y pertinentes reclamos que, como miembros de esta sociedad, deberían formularle a quienes ejercen el poder. Anticipe, en cambio, sumisión, subordinación, y mucha besadera de manos para este gobernante y su sucesor, quien no termina de ser declarado el nuevo soberano, aunque ya se midió la capa, se ciñó la corona (le mandó agregar dos pulgadas de circunferencia) y sintió el peso del cetro en su mano.
A propósito, pese a la deliberada pachorra de nuestras autoridades en materia electoral, pronto habremos de saber si el moreirato se queda en un sexenio de 12 años o se le renueva la licencia para otros seis añitos más.
Entre tanto, todo el empeño de Moreira II está puesto en dejarnos con un grato recuerdo de su persona y Gobierno, con un especial énfasis en el hecho de que fue durante su mandato que dejamos de tener al chaleco antibalas como prenda básica del guardarropa.
Pero, no se emocionen que, en primer lugar, nunca me he convencido de que la geografía del narcotráfico se delimite por el despliegue de fuerzas y elementos armados. Creo que obedece más bien a factores políticos, pero no de la esfera comarcana, sino de muy altos vuelos. Ya si me pongo muy conspiranóico, para mí la cartografía del narco la define la inteligencia norteamerigringa.
Pero vamos, que el hecho de que no escuchemos ya detonaciones con aquella horripilante frecuencia a la que nos acostumbró el Sexenio de la Gente, el de Moreira I, El Bailador, no quiere decir que los actos violentos asociados a la delincuencia organizada hayan dejado de ocurrir, mucho menos que los crímenes anteriormente cometidos hayan sido zanjados por la justicia, sino que, a todas luces, quedaron en la más chicha impunidad.
Luego, para coincidir con la celebración por su último informe, el Grupo Reforma le tenía guardado a este rechoncho angelito una noticia bomba, al menos en términos mediáticos, sobre un estudio realizado en el ámbito universitario del vecino estado de Texas, sobre cómo el grupo delincuencial de los Zetas prácticamente secuestró a Coahuila ante la indiferencia, omisión o complicidad de la autoridad en todos los niveles, desde policías y ministerios públicos hasta el propio Gobernador, en el sexenio en que Humberto ocupaba la titularidad del Ejecutivo y su hermano, el hoy mandatario en el ocaso, fungía como Secretario de Gobierno y luego saltó al PRI para allanarse el camino hacia la sucesión.
Los horrores criminales en los que el Gobierno es corresponsable no figurarán en el Informe, como tampoco el sistemático saqueo a las instituciones, el híper endeudamiento de la entidad, los innumerables fraudes cometidos por funcionarios públicos y el sucio manejo de la megadeuda durante este sexenio por concluir, en el que no se abonó al capital pero se erogó un tercio del adeudo total.
Usted, querido Gobernador (lo de “querido” es sólo retórica), puede tapizar el estado con espectaculares, saturar medios impresos y electrónicos y poner a su ejército de cíber-minions a ensalzarlo en las redes sociales.
Pero, amén de lo que le tenga deparado la Justicia, aquí o al otro lado del río Bravo, sepa que la Historia le tiene un sitio ya apartado con su nombre en la Rotonda de la Infamia. De ello volveremos a ocuparnos en una colaboración subsiguiente.
Y a todos los que por cobardía, por preservar un negocito, por conservar la chambita o por asegurar la papa, todavía le aplauden, sepan que están apuñalando a su propia familia, a sus amigos, a sus ancestros, a toda su descendencia y a la tierra que los vio nacer o los acogió.
A ustedes, ni los buenos días.
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