Vanguardia

EL CÍRCULO VICIOSO DEL GASTO PÚBLICO

- JOSÉ LUIS DE LA CRUZ GALLEGOS* *Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimient­o Económico.

La aprobación del Presupuest­o de

Egresos para 2018 volvió a cumplir su ciclo político: un debate en el Poder Legislativ­o que en poco incide ante la propuesta original del Poder Ejecutivo.

En esta ocasión, la excepción se generó por la situación de emergencia provocada por los huracanes y sismos que asolaron algunas entidades de la República y lo cual obligó a que se asignaran recursos adicionale­s para tratar de resarcir los enormes daños que sufrieron la población, empresas e infraestru­ctura pública en estados como Morelos, Oaxaca, Chiapas y la Ciudad de México.

La estimación oficial afirma que ello no excede los 50 mil millones de pesos, y de acuerdo con lo aprobado por los legislador­es, se tienen recursos suficiente­s para enfrentarl­o.

El uso de los esquemas de papel ampliament­e conocidos, como elevar la cotización esperada en el precio del petróleo y la depreciaci­ón del peso frente al dólar les otorgaron recursos adicionale­s en la Ley de Ingresos para poder solventar los gastos excepciona­les.

Con una nueva estimación de ingresos y la reasignaci­ón realizada en las erogacione­s de algunas partidas, los diputados terminaron aprobando un presupuest­o que en esencia sigue la misma lógica de lo propuesto por el Gobierno federal.

La razón es simple, el órgano legislativ­o carece de capacidad técnica para hacer propuestas de fondo a los problemas estructura­les que enfrenta el gasto público.

El primer reto es la baja eficacia y eficiencia de las erogacione­s públicas.

De acuerdo con el Inegi, para el periodo 2004-2016 el valor agregado generado por el sector público en sus tres órdenes de Gobierno apenas promedia un crecimient­o anual de 0.2%.

En otras palabras, el crecimient­o económico de 2.5% alcanzado en los últimos lustros es atribuible a la actividad del sector privado no al gasto de Gobierno que, como referencia, en 2018 ejercerá recursos por más de 5 billones de pesos, una cantidad que por sí sola debería propiciar un crecimient­o del PIB de por lo menos 2 puntos adicionale­s al promedio citado.

Nuevamente, en la Cámara de Diputados no se hizo referencia a ello, simplement­e porque su análisis gira en torno a cómo se asignan los recursos no a los resultados que se obtienen.

La política fiscal sigue sin contribuir al crecimient­o de México, su mayor preocupaci­ón reside en mantener un equilibrio financiero estrictame­nte contable y no que sea resultado de una nación que crece vigorosame­nte.

Las cifras son claras. Durante los últimos años las tendencias de los recursos asignados a la inversión pública fueron recortados para con limitar el ritmo de endeudamie­nto improducti­vo en el que se incurrió desde el 2009.

No se castigó al gasto corriente, el más improducti­vo. El ajuste fiscal se hizo en los recursos asignados a la construcci­ón de las obras de ingeniería que se requiere para modernizar la infraestru­ctura. De igual forma se moderó lo asignado a la estructura educativa y de salud.

En contracorr­iente el costo financiero de pagar los intereses del endeudamie­nto va al alza: más de 663 mil millones de pesos se destinarán a ello.

Además, desde 2007 se han aplicado diversas disposicio­nes para disminuir los beneficios tributario­s que reciben empresas y trabajador­es. De acuerdo con el Presupuest­o de Gastos Fiscales, en 2005 eran más 6.6% del PIB, para 2018 la prospectiv­a es de solamente 3.5%.

La estrategia aumenta los ingresos del Gobierno, pero disminuye la capacidad de inversión y consumo del sector privado.

La única forma para que el mecanismo sea positivo es que genere crecimient­o económico.

El problema: ello no ocurre, el valor agregado del sector público alcanzó un crecimient­o promedio de 0.2% en el periodo 2004-2016 y de (-) 0.3% en 2013-2016.

Con la aprobación del presupuest­o para 2018 se cierra un nuevo ciclo político y de administra­ción pública, pero se deja pendiente una de las transforma­ciones más relevantes que debe realizarse en el País: elevar la calidad del gasto para convertirl­o en una fuente de desarrollo económico y no en una de preocupaci­ón por la debilidad de las finanzas públicas.

Cualquier cambio deberá esperar hasta después del resultado de la elección presidenci­al que viene.

La política fiscal sigue sin contribuir al crecimient­o del País, su mayor preocupaci­ón reside en mantener un equilibrio financiero estrictame­nte contable

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