Vanguardia

Un misterio esencial

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Mañana usted despertará como siempre: medio dormido, medio despierto. Abrirá los ojos y experiment­ará, sin darse cuenta, que lo oscuro se vuelve claro, escuchará las voces, sentirá los pasos, los gritos, las risas que ya no sorprenden por ser tan cotidianos. Sólo se percibe su ausencia cuando dejan un vacío, un silencio, cuando no están.

Así es la familia, una comunidad de personas impercepti­bles cuando están presentes, y añoradas cuando están ausentes por la distancia o por el recuerdo. La cercanía diluye el reflejo humano de la espos@ que usted encuentra a su lado, convierte en ruidos los pasos identifica­bles de los hijos y sus diferentes edades, vuelve invisibles a los abuelos –al fin son las raíces– y el resto de los familiares aparecen de repente en las fotos o en el Facebook.

A nadie se le debe culpar de esta miopía. La urgencia de lo inmediato, las demandas de los horarios, las inumerable­s exigencias del mundo moderno armado con sus tenazas tecnológic­as desde el anacrónico reloj de pulsera hasta el celular, y las multiplica­das tareas-funciones-obligacion­es-compromiso­s-diversione­s-novedades que se roban el poco tiempo disponible, han convertido el vivir en correr, en estar perpetuame­nte agitados por el temor de no llegar a tiempo, de no cumplir con lo pretendido y de la utópica compulsión de querer disfrutar las novedades que se multiplica­n en escenarios que a su vez sustituyen a tantos escenarios efímeros que apenas ayer fueron rutilantes.

En este contexto es fácil entender que la familia sea una entidad invisible, un lugar para dormir y pasar la noche y un espacio aburrido por donde se transita de manera anónima, excepto cuando brinca una risa, canta un corazón o bailan unas caderas.

Sin embargo, estos días empezarán a construir escenarios de esferas y campanas. Y despertará poco a poco la conciencia de ser familia. Se descubrirá que a pesar de estas rutinas anónimas y solitarias, nadie nació solo, ni ha vivido solo sin vínculos de sangre, miradas y caricias que parecen invisibles, pero son rayos del misterio familiar. La familia en la que se vive todos los días rescata de las rutinas que mecanizan el diario vivir y lo vuelve personal con sus gritoscari­cias-exigencias-regaños-esperanzas -creencias-sorpresas-ansiedades y temores... y cada quien, en ese contexto familiar, también grita-acaricia-exige-regaña-espera-cree-se sorprende y sufre de temores y ansiedades...

Mañana usted despertará y caerá en la cuenta de que siempre ha vivido en el misterio de su familia, no importa cuán imperfecta y deficiente haya sido. Recordará unos padres que siempre caminaron con usted a su manera, unos abuelos visibles o invisibles que transmitie­ron vida y costumbres que hoy nutren su genética y su manera de ser, unos herman@s que compartier­on con usted la aventura de crecer y que son hermanos para siempre.

Mañana a usted lo despertará­n las personas por las que, sin duda alguna, da su vida, su tiempo, sus trabajos y temores. Son personas tan importante­s como cotidianas, tan esenciales como insustitui­bles, tan significat­ivas como la razón de su vida. Tienen un nombre muy ordinario para disfrazar el misterio: cónyuge, hijo, hija, nieto, abuelos, tíos, primos. Todos ellos son tan invisibles como un misterio pero tan reales como su historia personal.

Usted despertará mañana con su familia en su cama, en la cocina, en la mesa y en la memoria... y podrá admirar el misterio invisible de la familia que le ha dado su vida y mucho más.

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JAVIER CÁRDENAS

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