Una batalla de poder
Te voy a perseguir con todo lo que tengo”.
NUEVA YORK.- Era el 9 de agosto y Goodell estaba con su asesor legal, Jeff Pash, en una llamada de conferencia con Jerry Jones. A tono con el protocolo de darle a los dueños notificación de 48 horas antes de anunciar una medida disciplinaria, Goodell y Pash le informaron a Jones que, tras una investigación de 13 meses sobre un incidente de violencia doméstica, el running back titular de los Cowboys, Ezekiel Elliott, enfrentaría disciplina directa, una suspensión de seis partidos.
La línea se quedó en silencio. Pasaron segundos. La decisión de Goodell fue una violación de confianza sin descripción, según Jones, porque él creyó que el comisionado le había asegurado en la primavera que no habría una suspensión. Jones había visto en Elliott una oportunidad genuina, un jugador tan bueno que Jones pensaba que éste era el año que quizás podría ganar un Super Bowl por primera vez desde 1996. Su coraje era evidente.
Finalmente, según fuentes con conocimiento directo de la llamada, Jones rompió el silencio.
“Te voy a perseguir con todo lo que tengo”, dijo Jones. Y luego mencionó “Deflategate”. “Si pensabas que Bob Kraft fue duro, Bob Kraft es nada en comparación con lo que yo te voy a hacer”.
Goodell está en un pelea para quedarse con su puesto. En público, se ve fresco y con mucha energía. De cerca, sin embargo, esta cara ha cambiado debido a un estrés constante: está en una batalla que pocos vieron venir. La confianza entre los dueños, y entre los ejecutivos senior dentro de la liga se ha evaporado. Cuando Jones amenazó con demandas a sus compañeros dueños y la liga para parar el progreso del próximo contrato de Goodell, el dueño de los Falcons y presidente del comité de compensación de la NFL dijo que “esta no es la manera en la cual Jerry Jones,
hacemos la cosas en la NFL”.
Un número creciente de dueños han expresado su falta de satisfacción con el liderato de Goodell: No ha responsabilidado a muchos ejecutivos a pesar del mal manejo de crisis; No ha podido manejar casos de alto perfil de disciplina de jugadores sin bochornosas guerras legales; a puertas cerradas, aún políticas sencillas, como el colgar video de jugadas en Twitter, se han convertido en guerras entre los dueños y los ejecutivos.