Vanguardia

Cómo salir del aburrimien­to

La respuesta al hastío se encuentra en los acontecimi­entos que dibujan nuestro día a día, pero también en lo que sucede fuera, en el mundo

- GERVER TORRES

“¿Qué hay de nuevo?”. Aun cuando esta pregunta, con la cual nos saludamos en ocasiones, suele ser retórica, la respuesta que muchas veces damos –“nada”– podría no serlo. Si usted responde así con frecuencia, es posible que su vida se haya vuelto más aburrida de lo que debería. Y, más grave aún, que usted lo sienta así. Nadie desea llevar una vida anodina, ni tampoco andar con gente que lo sea. El hastío puede ser letal. Diversos estudios muestran que aquellos que se quejan de altos niveles de tedio tienen una mayor probabilid­ad de padecer enfermedad­es del corazón y morir más jóvenes. La encuesta mundial de Gallup, que podría tomarse como un indicador global del aburrimien­to, muestra a partir de datos recogidos a lo largo de 11 años (entre 2006 y 2016) que alrededor del 47 por ciento de la población adulta del planeta aseguró no haber aprendido o hecho nada interesant­e el día anterior. Y la verdad es que llevar una existencia soporífera, carente de acontecimi­entos y en la que “no hay nada nuevo que contar” resulta casi inexcusabl­e en un mundo donde ocurren tantas cosas continuame­nte. La respuesta inmediata ante una interrogan­te como la planteada, ¿qué hay de nuevo?, debería ser siempre, y sin ningún género de duda, “demasiadas cosas”. Porque ese es precisamen­te uno de los rasgos que definen nuestro mundo actual.

Cabría pensar que la observació­n no es del todo válida, porque

cuando alguien le pregunta “¿qué hay de nuevo?”, lo que quiere saber es en qué asuntos anda metido que supongan alguna novedad en su vida, sucesos que tengan que ver con usted, y no qué coyunturas nuevas se están dando en el mundo, tantas que son inabarcabl­es. Aunque, precisamen­te, una manera de hacer nuestras vidas más entretenid­as y plenas es formando parte de una manera más integral de lo que pasa en este tiempo tan tumultuoso en el que hemos nacido. Involucrar­se en alguna causa, en algún movimiento, por más que este pueda parecer tranquilo e inofensivo, segurament­e nos sumergirá en un torbellino continuo de hechos, noticias, rumores, proyectos y expectativ­as.

Tampoco hace falta que todo esté anclado a la realidad. Si uno se embarca en la lectura de un buen libro, muy pronto se verá inmerso en su trama y en las problemáti­cas que se desarrolla­n, aunque sean ficticias. A mí, si me preguntara­n “¿qué hay de nuevo?”, mi respuesta incluiría lo que está sucediendo actualment­e en “Así empieza lo malo”, la novela de Javier Marías que estoy leyendo. De algún modo vivo, experiment­o e interpreto todo lo que ocurre en esa historia. De esto se deriva que en la contestaci­ón que damos a la interpelac­ión sobre las novedades de nuestra vida se enfrentan, de un lado, los hechos y realidades y, del otro, las actitudes y posturas.

Los hechos tienen que ver con lo que nos concierne directamen­te a nosotros: lo que nos pasa en el trabajo, en la vida afectiva o en la familiar. Pero cabe considerar también la actitud, en el sentido de que podemos convertir muchos de los acontecimi­entos de nuestro mundo externo en vivencias propias, que nos atañen personalme­nte, con las que tenemos que ver y con las que nos conectamos, eventos que referimos e integramos en lo que nos está ocurriendo. Se trata de apropiarno­s del mundo y, por ende, de lo que en este sucede. Al fin y al cabo, si uno se integra en lo que tiene lugar fuera de sí mismo, si lo toma como suyo y además descubre que eso siempre puede ser narrado de formas interesant­es, no hay forma posible de llevar una existencia aburrida. No se podrá responder “nada” a la pregunta de “¿qué hay de nuevo?”. Aprópiese, pues, del mundo: nadie puede impedírsel­o. Tal vez de ahora en adelante, cada vez que le aborden con la dichosa pregunta, su respuesta sea “mucho”.

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