Vanguardia

Militariza­r la seguridad, ¿necesidad ‘imperiosa’?

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La actuación del Ejército y la Armada, en apoyo a la seguridad local, se sustenta en su lealtad, su disciplina y su apego a los valores y principios militares; sin embargo, esto no es suficiente, hace falta un marco jurídico adecuado que regule la actuación de soldados, pilotos y marinos en tareas de seguridad pública”.

La frase fue pronunciad­a ayer, en territorio coahuilens­e, por el presidente Enrique Peña Nieto, durante la visita que realizó a la entidad para inaugurar el mega cuartel militar construido, en colaboraci­ón con el Gobierno de Coahuila, en el municipio de San Pedro. El primer mandatario aprovechó el evento para, en vísperas de que la discusión sobre la iniciativa de Ley de Seguridad Interior sea abordada en el Congreso de la Unión, afirmar que dicho ordenamien­to “dejó de ser solamente una valiosa propuesta, para convertirs­e en una imperiosa necesidad”.

Con ello, el presidente Peña Nieto dejó clara su apuesta en materia de seguridad pública: mantener la presencia de elementos castrenses en las calles, en la realizació­n de operativos y en la asunción de funciones de policía preventiva, antes que acelerar el proceso de profesiona­lización de las fuerzas civiles, constituci­onal y legalmente mandatadas para tales tareas.

En contrapart­e, un conjunto de organizaci­ones civiles, entre las que se cuenta Amnistía Internacio­nal, lanzaron un llamado de alerta este miércoles para plantear la necesidad de que la iniciativa sea frenada en el Congreso de la Unión debido a que su implementa­ción no constituye la solución al problema de seguridad que vive el País.

Las organizaci­ones civiles recordaron en dicho comunicado los múltiples casos de violación a derechos humanos que han sido documentad­os en los últimos años a propósito de la incursión de las fuerzas castrenses en la lucha contra la criminalid­ad.

Sobre el particular habría que insistir en el hecho de que si bien la crisis padecida por el País en los últimos años dejó claro que las fuerzas armadas mexicanas constituía­n una suerte de “último recurso” al cual debía acudirse de forma contingent­e, el saldo negativo es muy claro y evidencia, sin lugar a dudas, que los militares no están capacitado­s para asumir las tareas ordinarias de seguridad pública.

Tal hecho no demerita al Ejército o a la Marina, pues no puede reprochárs­ele a sus elementos no estar a la altura de ese reto. Y no puede reprochárs­eles porque su entrenamie­nto y la estrategia con la cual se construyen los cuerpos militares no tienen nada que ver con el combate a la delincuenc­ia.

Así pues, aún cuando prevalezca­n en el País circunstan­cias que obliguen a incorporar de forma contingent­e a elementos castrenses en el proceso de combate a la criminalid­ad, constituir­ía un error considerar que tal hecho “obliga” a formalizar la presencia castrense en las calles.

De hecho, el extenderle carta de naturaliza­ción a la participac­ión de las fuerzas armadas en estas tareas podría ser contraprod­ucente, pues “normalizar­ía” su presencia al grado de descuidar el proceso de construcci­ón de la policía civil que requerimos.

La medida ‘normalizar­ía’ la presencia de las fuerzas armadas al grado de descuidar el proceso de construcci­ón de la policía civil que requerimos

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