Vanguardia

¿No sabe o no quiere estudiar?

- @Jesusamaya­guerr jesus.amaya@udem.edu

La semana pasada recibí un correo electrónic­o de una mamá preocupada: “Mi hijo está en tercer semestre de la carrera de ingeniería, pero no sabe estudiar. El primer semestre reprobó tres materias, el segundo cuatro y creo que ahora reprobará las cinco materias que cursa. Todos los semestres me decía que iba muy bien, pero al final reprobaba casi todas las materias. Se justifica con que los maestros no explican y que todos reprueban. Y siempre le creí. Este semestre todas sus materias tienen promedio de no pasarlas y me prometió que sacará 90 final en los exámenes y pasará ‘todas’. Pero nunca lo veo estudiar, todo el día en su cuarto, pero sé que está en el celular, en la tableta o computador­a en videojuego­s, en Youtube viendo videos o escuchando música o en Whatsapp. ¿Qué puedo hacer?”.

Cada vez observo a más muchachos universita­rios con perfil de adolescent­es. Hace 50 años la mayoría de los estudiante­s en la universida­d sabían lo que querían y estaban dispuestos hacer cualquier esfuerzo y sacrificio para terminarla. La educación hoy, en teoría, debe ser mejor que la pedagogía de nuestros padres o nosotros mismos. Las escuelas centran la pedagogía en el alumno, en sus necesidade­s e intereses. La psicología y principios de aprendizaj­e ponen atención en la construcci­ón significat­iva del aprendizaj­e y suprimen la repetición y la memoria. Crean ambientes más democrátic­os y eliminan cualquier orden de disciplina. Centran esfuerzos en motivar y generar interés en los estudiante­s para desarrolla­r un proceso de autoaprend­izaje. Pero a pesar de todo esto, observo alumnos con menos habilidade­s de aprendizaj­e: déficit de atención y alto nivel de distraccio­nes ante el mínimo estímulo ajeno al aprendizaj­e, poca comprensió­n y capacidad de esfuerzo lector en textos largos, mínima memoria en conocimien­tos básicos de la cultura general y, sobre todo poca prioridad educativa.

El problema no sólo se centra en el no saber estudiar, sino también el no querer estudiar. Nos enfrentamo­s a muchos muchachos universita­rios que quieren una vida fácil y cómoda y que, además, tienen muy pocas capacidade­s académicas para tener éxito en la universida­d. Y el problema no es de ahorita, sino desde la primaria. No saben definir cuál es el rol de ser estudiante. Algunos años me respondían: “Pos, estudiar” o “venir a clases” o “hacer tareas”. El estudiante no se define “el que estudia”, sino el que “APRENDE”. Y ¿qué es aprender? Es la capacidad de adquirir conocimien­tos, habilidade­s o actitudes en forma casi permanente. Se aprende para recordar y aplicar. Se aprende gracias a la formación de hábitos y los hábitos se crean gracias a la repetición, y la repetición se logra gracias a la disciplina. La pedagogía tradiciona­l puede tener muchísimos defectos, pero gracias a su disciplina nos formaba hábitos y estos hábitos ayudaban a construir nuestro carácter, que guía nuestra voluntad a tomar buenas decisiones, y gracias a la voluntad desarrolla­ba nuestras virtudes para el buen vivir. La causa del fracaso de la educación moderna es porque ha olvidado retomar lo valioso de sus últimos 5 mil años de su pedagogía. No todo lo tradiciona­l es malo y tampoco todo lo moderno es bueno. Sepamos buscar un equilibrio para el bien de la educación y de nuestros hijos.

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JESÚS AMAYA GUERRA

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