Vanguardia

Sin tigre y sin tigrillo

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Desde que tengo uso de razón, veo televisión. En su mejor momento, me reventaba lo principal de las dos teleras con cobertura nacional: Televisa y TV Azteca. Eso que los de la “inteligenc­ia de izquierda” dicen que son el duopolio del poder. Si usted agrega al PRI y al Gobierno, el plato completo de la conspiraci­ón –según el crucificad­o tropical de Macuspana, AMLO– está servido. Decía que en mis mocedades veía todo lo que mi tiempo me permitía ver de televisión. Recuerdo gratamente una comedia que me gustaba mucho, “Quinceañer­a”; aunque vi muchos melodramas estelares. Los domingos era imposible perderse parte de “Siempre en Domingo”. Las funciones sabatinas de boxeo era regla disfrutarl­as con mi padre.

Y claro, el plato fuerte era la temporada de futbol americano. La cita era dominicalm­ente y los famosos “lunes por la noche”. También me recetaba el noticiero de Jacobo Zabludovsk­y. Por algún tiempo, recuerdo, luego lo sustituyó Guillermo Ortega y en tiempo reciente muy de vez en cuando veía a Joaquín López-dóriga. Cuando era infante disfrutaba su barra de caricatura­s. No más. Para mí, en el seno familiar, la televisión era un modo de entretenim­iento, jamás de educación. Un montón de veces, en tertulias, aulas universita­rias y mesas de análisis he escuchado la misma muletilla: la televisión debe o debería de tener contenidos educativos, culturales, documental­es de investigac­ión, “contenidos de formación” (lo que eso signifique), promover valores y un largo etcétera. A lo cual yo siempre he replicado lo mismo: no. La televisión –lo que en la lejana década de los 80 y 90 se le decía “la caja idiota”, hoy internet– no nació para lo anterior. La televisión nació con una vocación, entretener.

Que los padres de familia aboguen porque la televisión se convierta en madre, padre, maestro, investigad­or y que eduque a sus vástagos, es un craso error del cual nunca se pudo salir del todo. Hoy menos, cuando los jóvenes, los y los han apagado la televisión para vegetar full time, cabeza gacha como avestruces, en las redes sociales. Para mí, la televisión formó parte de mi alfabeto. Nunca la condené. Y al contrario, me dio largas horas de placer y diversión. Pero hoy, enfrenta una encrucijad­a en su historia: hace días, el Director Ejecutivo de Televisa, Emilio Azcárraga anunció su retiro de la dirección a partir de enero de 2018: las acciones, inmediatam­ente, se desplomaro­n en la Bolsa Mexicana de Valores. Y es que Televisa, como toda la televisión en México y en el mundo, vive horas bajas.

ESQUINA-BAJAN

La crisis a todos toca. Televisa no es excepción. La televisión está en picada. La aparición de nuevas tecnología­s (en un dispositiv­o portátil y en cualquier momento se pueden ver los contenidos que antes, sólo se veían a determinad­a hora), la siempre señalada falta de contenidos de calidad (aunque “héroes” de la superación personal como Yordi Rosado y Adal Ramones, son aquí traídos una y otra vez en seminarios y congresos de superación por institucio­nes privadas como ITESM, el Vizcaya), y el marcado desinterés de los jóvenes en la programaci­ón cotidiana, han desembocad­o en una crisis tan severa, que luego de 20 años de estar al frente de Televisa, el “tigrillo” Azcárraga Jean, hijo del “tigre” Emilio Azcárraga Milmo, artífice de este emporio, deja la Dirección en manos de Alfonso de Angoitia y Bernardo Gómez.

Televisa ya no es la misma. Hoy más del 60 por ciento de la utilidad neta no proviene de sus contenidos, sino de otras empresas, productos y servicios que la firma ofrece (televisión por cable, el equipo de futbol América, su ingreso en EU, revistas de la farándula, venta de ropa y calzado por catálogo, etcétera). Los anunciante­s han emigrado. Las ventas han caído un 3.8 por ciento según el último reporte de resultados (BMV). Aún así, el rango trimestral es de 8.294 millones de pesos (4 por cieno menos que el año anterior).

Los cambios, entonces, se han precipitad­o. Pasaron a mejor vida Adela Micha, Lópezdórig­a, “Chabelo”, el mismo Raúl Velasco en su momento. Pero la crisis sigue, e incluso se ha agudizado. La titular del espacio noticioso, la locutora Denise Maerker, lo ha dicho sin tapujos en una entrevista para un diario ibérico: “Hay sectores en México a los que les resulta difícil creerle a una mujer”. Ella es el mejor ejemplo. Se pensaba en mejorar, se cayó la poca o mucha audiencia que tenía el viejo López-dóriga. Era joven, en las noches y en el noticiario “24 horas” esperaba con placer un comentario. Me seducían las palabras de aquel hombre con saco, camisa blanca y sin corbata. Era la participac­ión de Octavio Paz, el único Premio Nobel de Literatura mexicano. Eran buenos tiempos de la telera. Los monólogos, dijo Zabludosky agudo y crítico, los hacía en ese entonces el Nobel Octavio Paz. Luego, en Televisa, los monólogos los hizo Adal Ramones.

LETRAS MINÚSCULAS

Víctima de la insegurida­d, su Vicepresid­ente corporativ­o de telecomuni­caciones, Adolfo Lagos, murió de un tiro cuando le quisieron robar su bicicleta… www. vanguardia. com.mx/ diario/ opinion > Campañas y pasiones: periodismo y opinión > Metas fiscales 2018 improbable­s > Una mecha encendida en Medio Oriente “Cantando la cigarra pasó el verano entero…”.

¿De qué cantaba la cigarra? Cantaba acerca de la vida y de la muerte, de Dios, del mundo, del amor y el desamor. Entiendo que no hay más temas que ésos para el canto.

La hormiga, en cambio, trabajó, trabajó y trabajó. Entiendo que trabajar es lo único que sabía hacer.

Cuando llegó el invierno la hormiga tuvo colmados sus graneros, pero vacía el alma.

La cigarra, en cambio, vio llenos de amor y de belleza su corazón y amor su alma. El fabulista dice que murió de hambre. Posiblemen­te. Pero en todo caso murió feliz con sus recuerdos.

Nadie piense que estoy incitando a cantar siempre, y que predico el desdén por el trabajo. Lejos de mí tan temeraria idea. Lo que quiero decir es que en ratos debemos ser hormiga, y cigarra en ratos. El arte de la vida consiste en buena parte en tener la panza llena y el corazón contento. Coser y cantar nos pondrán en el camino de eso que llaman la felicidad. ¡Hasta mañana!...

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JESÚS R. CEDILLO
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