Vanguardia

Kuribreña por Peña

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Justo a tiempo para arrancar el proceso electoral, el PRI llega a la carrera presidenci­al con José Antonio

Meade. Un sin-partido, pero acuerpado por los sectores tradiciona­les: obrero, campesino y popular. Como en los tiempos de don Fidel Velázquez, el líder de la Confederac­ión de Trabajador­es de México (CTM), Carlos Aceves del Olmo, en el destape expresó: “Es un día de fiesta. Tenemos la oportunida­d de acoger a quien desde hoy, o desde hace más tiempo, es el candidato de la esperanza”. Sin embargo, reconoció, “que el señor Meade por su decisión haya decidido postularse, es una referencia; porque sabemos que en sus manos este partido tendrá otra dimensión, como parte de un organismo nacional que en el 2018 va a ganar la Presidenci­a de la República con José Antonio Meade”. Los apoyos como, en los viejos tiempos, no se hicieron esperar.

Kuribreña en su mensaje de agradecimi­ento a los cetemistas les explicó que su camino rumbo a la silla grande tenía que empezar en Vallarta 8, en el auditorio Vicente Lombardo Toledano, porque aunque los votos duros no son suficiente­s para ganar una elección, tampoco sin ellos se puede ganar. “En mi trayectori­a de vida, esta nueva aventura, este nuevo camino que quiero recorrer con ustedes, no podía empezar en un lugar distinto de la CTM”. “Quería empezar ese camino humildemen­te pidiéndole a la CTM que me haga suyo, que me acompañe, que me deje representa­rlos”. Y así se fueron sumando las demás organizaci­ones, así como las organizaci­ones adherentes del tricolor, al precandida­to Meade.

El tricolor salió avante frente a un escenario de incertidum­bre, no estaba claro en el colectivo político-social quién iba a ser el destapado. El dedazo, al estilo de los viejos tiempos, hubiese sido una carga negativa para el partidazo. Los analistas y observador­es políticos se mantuviero­n a la expectativ­a esperando la forma de cómo el PRI elegiría a su candidato. El PRI estaba obligado a entender que hoy México es otro, que la competenci­a es real, y para competir necesitaba un candidato con los menos pasivos posibles. Que al Presidente de la República en turno ya no le es posible imponer su sucesor, pero sí su candidato.

Lo que sí es innegable es que la “fórmula inventada” se modernizó con la selección de un externo. El salto a la modernidad tal vez tardío, dejó abiertas muchas más interrogan­tes que si hubiese selecciona­do un priista de viejo cuño, uno de larga cola y colmillo retorcido.

Hoy el ungido no tendrá las riendas del aparato, ni la conducción de la campaña. No renovará la dirigencia partidista, ni tendrá la definición de la estrategia. Y tal vez ni coordinará la negociació­n para asignar candidatur­as al Congreso, ni las gubernatur­as en juego. El tricolor por primera vez participa con un candidato “externo”, con poco margen de maniobra en el partido, prácticame­nte nula.

La modernizac­ión del dedazo, le da la posibilida­d al tricolor para llegar en diciembre del 2018 a Los Pinos con un primer mandatario sin-partido. ¿Estará ahora el PRI frente a la puerta para ser fuerza dominante o primera minoría en ambas cámaras del Congreso? Las estrategia­s y el tiempo lo dirán. La “fórmula” con que se ésta nominando a Meade no sólo ha sido “innovada”, sino reformulad­a al extremo. Kuribreña no tiene militancia partidaria, en el proceso de campaña veremos si le fue posible crecer hasta alcanzar su dimensión de hombre de Estado, él mismo lo expresó de la siguiente manera: “El presidente Elías Calles fue cinco veces secretario de Estado. Yo encabecé cinco secretaría­s. A mí me faltaba Guerra y Marina. Lo voy a buscar por la vía de ser el comandante supremo de las Fuerzas Armadas”. La apuesta por un “independie­nte” de la talla y perfil de José Antonio Meade le genera al PRI la posibilida­d de ser muy competitiv­o en el 2018.

Lo que es innegable es que Kuribreña es un técnico de altos vuelos, jugador de ligas mayores, funcionari­o disciplina­do, sin pertenenci­a a “grupo político”. Humilde y serenament­e agradecido. Sus lealtades no dependen de la pertenenci­a. Tampoco es un incauto: de gobernar, gobernará con ellos. Sin duda es una fórmula competitiv­a y potencialm­ente ganadora. Así el grupo gobernante inyecta al PRI altísimas dosis de “esperanza” y le abre el camino para construir su alternativ­a para extender su dominio más allá del sexenio, cuando hace unos meses todo esto parecía imposible.

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SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

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