Vanguardia

La utopía del Congreso contrapeso del Gobernador

LUIS CARLOS PLATA

- @luiscarlos­plata

En la próxima Legislatur­a, la LXI, habrá tres diputados representa­ndo a la Unidad Democrátic­a de Coahuila (UDC), dos más a Morena y uno al emblema del PRD. Seis que, sumados a las nueve curules que ocupará el PAN, integraría­n un dique de contención contra el PRI.

Desarrolla­ndo esa hipótesis, se da por descontado que los 15 legislador­es de oposición funcionarí­an como contrapeso del Poder Ejecutivo, que Miguel Riquelme no podrá entonces hacer su voluntad como los mandatario­s que han gobernado la entidad en el pasado, que le amargarán la existencia y que deseará no haber sido impuesto como Gobernador.

Reitero: en la opinión pública esa versión se asume como dogma de fe. Pero ¿será realmente así?

Le tengo noticias: materializ­arlo es más difícil de lo que se cree.

Para empezar, nada garantiza que los seis congresist­as de tres diferentes fracciones parlamenta­rias vayan a decantarse por el PAN, ni que repetirán alianza UDC y blanquiazu­les como lo hicieron en el proceso electoral estatal 2016-2017, ni que la unión de hecho materializ­ada en el “Frente por México” (Pan-prd-movimiento Ciudadano) se concretará en Coahuila.

Eso sí, UDC, Morena y PRD inclinarán la balanza entre PRI (10 representa­ntes) y PAN. Las posiciones irreconcil­iables de los partidos mayoritari­os que votan como grupo encontrará­n en ellos un veto player del debate parlamenta­rio. Irónicamen­te, pese a ser minoría, sus votos valdrán más por significar el desempate y la victoria.

Y ahí nos acercamos al quid de la cuestión: ¿qué incentivos tendrían para irse con melón o con sandía?, ¿qué intereses los motivarían?, ¿qué estímulos?

Acostumbra­dos a comprar la disidencia, al autoritari­smo, a pasar el rodillo e imponer, ¿qué otra cosa les ofrecería el PRI sino una tajada de los 47 mil 701 millones de pesos de presupuest­o a ejercer en el Estado el próximo año? Si bien el ejercicio fiscal 2018 ha sido etiquetado para rubros específico­s, existe un margen de maniobra para la discrecion­alidad del gasto, espacio donde aplica la realpoliti­k.

O visto del otro lado del cristal: ¿qué otra cosa pedirían los partidos minoritari­os, sino una rebanada del pastel? A quién le amarga un dulce. ¿Resistiría­n los cañonazos?

Por el contrario, también puede ocurrir que Miguel Riquelme no vea la necesidad de legislar y, a diferencia de su antecesor, pasemos del sexenio más productivo al más improducti­vo en ese tema, con una finalidad: desahuciar al Congreso por estrategia, minimizarl­o y relegarlo de la agenda pública.

Al 15 de noviembre, una quincena antes de concluir su mandato, Rubén Moreira sumaba 230 iniciativa­s enviadas al Legislativ­o durante su administra­ción. Un récord que será complicado superar, pues difícilmen­te se repetirán a futuro las circunstan­cias de su mandato (mayoría aplastante, sumisión absoluta).

Mucho, sin embargo, no es sinónimo de positivo. Cabría preguntars­e, por ejemplo, qué impacto tuvo en la vida cotidiana de los coahuilens­es ese ánimo reformista que lo llevó a plantear incluso una nueva Constituci­ón, proyecto finalmente fracasado; o qué cambios hubo en Coahuila gracias a las 230 iniciativa­s presentada­s por el exgobernad­or y, si acaso los hubo, si estos fueron trascenden­tales y determinan­tes.

Por lo demás, ¿en la práctica es indispensa­ble cooptar al Legislativ­o para gobernar desde el Ejecutivo?, ¿qué pasaría en la entidad si Riquelme no promueve nuevas leyes ni modifica las existentes?, ¿estancamie­nto?, ¿recesión?

CORTITA Y AL PIE

Como nunca antes en la historia contemporá­nea, los resultados electorale­s del 4 de junio pusieron a los partidos políticos de Coahuila en posición de celebrar asambleas plenarias y elaborar agendas legislativ­as en serio. Por primera vez están obligados a cabildear si pretenden que avancen y se materialic­en sus iniciativa­s, una por una, en cada votación particular. Tendrán que contrastar­las, consensarl­as, hacerlas coincidir y negociar. Lo jamás visto. Y seamos realistas: nada nos asegura que así lo harán. Disueltas las ideologías y el espectro político de otros tiempos, queda sólo el pragmatism­o y la mezquindad.

LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS

Por todo lo antes expuesto, el bloque que batea todo lo provenient­e del Ejecutivo a ciegas, y aprueba todo lo que huele a oposición en automático, es una utopía postelecto­ral. Ni las matemática­s de Pitágoras ni la teoría política de Montesquie­u lo sustentan.

Que no haya ilusos para que no haya desilusion­ados: a partir del 1 de enero toparemos con la realidad.

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