Vanguardia

Obliga frío a familia a refugiarse en albergue

- PRISCILA CHAVARRIA

Seis fueron los meses que Judith vivió en la Ciudad de México junto a sus hijas, esposo y suegra antes de que el temblor que azotó al centro del país el pasado 19 de septiembre le quitara su casa y todas sus pertenenci­as, llevándose entre los escombros los planes que ella y su familia tenía de “hacer vida allá”.

Ahora, tres meses después, se encuentran en Saltillo comenzando de nuevo con una casa la cual dice Judith “está hecha a la brava”. Sin embargo, pese a contar con un hogar, ni los cobertores ni la ropa de invierno fueron suficiente­s para mitigar las bajas temperatur­as que desde hace una semana han enfriado a Saltillo, razón por la que desde el jueves decidió resguardar­se junto con sus pequeñas en el albergue que la Cruz Roja puso.

“Yo soy originaria de Piedras Negras, pero tengo tres meses desde que mi esposo y yo llegamos de la Ciudad de México aquí a Saltillo. Mi esposo es de México, de hecho cuando fue todo lo del temblor nosotros estábamos allá con mi suegra, porque recibe quimiotera­pias y pues nos tocó y perdimos todo”, platica Judith mientras recostada en uno de los pequeño catres del albergue, alimenta a su hija de 10 meses.

Esta es la segunda ocasión en la que la familia acude al mismo refugio para salvaguard­arse del frío, una vecina fue quien la convenció de trasladars­e al lugar. La primera vez permaneció tres días en la institució­n asegurando que la nevada la agarró por sorpresa, ya que en Piedras Negras nunca había nevado. “Es la primera vez que veo que cae nieve, ayer no supimos que nevó otra vez, hasta que usted me dijo porque pues nos la pasamos todo el día aquí guardados”.

Las habitacion­es están divididas, en una duermen los hombres y en otra las mujeres. Ella y su esposo duermen en una sola habitación, en la de mujeres, misma en la que de momento sólo se encuentra la familia. Judith acepta la comodidad del lugar, pero también admite que fue difícil adaptarse las primeras noches, durmiendo con personas desconocid­as que al igual que ella, Judith.

“desconocía­n” el espacio.

“Para nosotros es raro estar durmiendo con otras personas, porque como que no estamos acostumbra­dos. La primera vez que nos quedamos aquí no podía dormir por lo mismo. Había una señora que se andaba orinando en todas las camas, limpiaron y yo les ayude”, comparte Judith afirmando que el cuarto de los hombres “es aún peor”.

“La primera vez que vinimos mandaron a mi esposo pa’allá y por lo mismo la señora traía todo un desastre aquí, el personal nos mandó pa’l otro cuarto, pero también ahí había de todo y son bien groseros”, relata.

Judith asegura que si el frío continúa así de intenso, seguirá en el refugio argumentan­do que su niña de 6 años tuvo una operación en los pulmones desde muy pequeña y los climas así perjudican su salud. “A mi niña me la operaron desde muy chiquita de sus pulmones, cuando hace frío, así ni la mando a la escuela porque me da miedo que se le complique algo, y pues yo también soy asmática y con estos fríos me pongo muy enferma”, dice resignada.

Para nosotros sí es raro estar durmiendo con otras personas, porque como que no estamos acostumbra­dos”.

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Calor. Un total de 137 albergues hay en la entidad para recibir a quien desee resguardar­se del frío.

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