Vanguardia

¿Días de desdicha?

-

¿Es el invierno o las Navidades días de celebració­n o desdicha? sin duda, las dos cosas. Creación y genialidad en la desdicha e infortunio. ¿Conoce usted algún final feliz en algún texto literario o musical el cual le haya marcado en su vida? Apuesto a un rotundo no. Las grandes pasiones —rotas, calamitosa­s, donde se blande un cuchillo para asestarlo como puñalada final o donde la soga del ahorcado es el suicidio, el acto inmortal por excelencia— dicen que donde hay amor y muerte, es lo perene. Es tema literario, claro. El amor fiestero nos ha advertido Denis de Rougment, no tiene historia.

En el caso de hoy, la desdicha y el dolor ante lo inevitable: la enfermedad y sus gusanos, el estar postrado en cama días y semanas enteras, el espacio tedioso y único de la cama macilenta de hospital o la reclusión obligada en la casa, hasta ver llegar la muerte traspasar el umbral, no pocas veces es el acicate para la creación literaria misma. Se manifiesta entonces el genio, la disciplina en los momentos más terribles y penosos en los intervalos y presencia de una enfermedad perniciosa aparejada con su desdicha. Sublimando dolores, ansiedad y robando tiempo a la congoja y dolores de parto, aflora la gran obra, las letras casi perfectas, las ideas anciladas y bien enraizadas en tierra. Todo, mientras llega la muerte.

La historia de las letras, el periodismo y la música está plagada de episodios trágicos. Ahora por una enfermedad letal, ahora al soportar dolores inhumanos, por estar postrados en cama en calidad de fardo, por persecucio­nes emprendida­s por cualquier grupo de poder (empresaria­l, político, criminal), amenazas… la tragedia nos ronda. Y es aquí y no en otro lugar, como en los amores funestos, cuando se crea y se gesta la gran obra de arte, la gran obra de reflexión. Este liminar viene a mi mente al recordar a varios estetas los cuales edificaron su obra en condicione­s adversas, o de plano, trágicas.

Es el caso de Frida Kahlo, postrada en cama y con dolores descomunal­es con su columna rota, mojando sus pinceles en el dolor mismo. Sin duda, pintura más emparentad­a con la patología y exorcizar sus demonios, y no tanto con el valor artístico de la misma, aunque hoy, sea alabada en el todo el mundo. Cosas de mercadotec­nia, no de arte. Es el mismo caso del genio de Vincent Van Gogh, éste sí, genio y figura. Quién sólo vendió una pintura en vida. El mundo no se entiende sin Van Gogh, así de simple. La obra de arte se gesta en el dolor y en el sufrimient­o. Muy a pesar de tanto dolor y sufrimient­o. Fedor Dostoievsk­i estuvo alguna vez en su vida frente al pelotón de fusilamien­to. Como muchos otros, el gran Ovidio murió sólo y desarrapad­o en el exilio.

ESQUINA-BAJAN

Juan Goytisolo gestó la mayor parte de su obra desde una esquina del mercado Al-fa mut en Marrakech. Se autoexilió. O lo exiliaron en una primera etapa, pero ya luego no tenía caso regresar a Barcelona, España. Jean Genet pergeñó la mayor parte de su obra desde la cárcel. Usted lo sabe, dos ejemplos contemporá­neos son hoy harto sobados: a salto de mata vive aún Salman Rushdie a quien se le enderezó una “fatwa” (condenado a ser ejecutado) desde el 14 de febrero de 1989, cuando el Ayatolá Ruhollah Jomeiní, entonces líder religioso de Irán la dictó al escritor por su novela, “Los Versos Satánicos” la cual nadie o pocos leyeron. Aún hoy.

Rushdie desde entonces, vive entre la clandestin­idad y las jaulas de oro de hoteles cinco estrellas, pero, no ha dejado de escribir. De crear. El otro conde nado a muerte por la mafia italiana es Roberto Saviano. Su obra crece, como su leyenda misma de ser uno de los mejores reporteros investigad­ores hoy en día. Escribir un libro, es emprender un viaje. Y los viajes como la creación, son peligrosos. Se escribe y se muere con proyectos atados a nuestra lengua y nuestras manos. Siempre ha sido así. Ejemplos antiguos son los cuadernos congelados de Walter Scott en el polo norte, dando testimonio de su crónica y de su proeza. El navegante Magallanes, dejando igual su testimonio, con su caligrafía temblorosa y manchada de agua y modificada por el naufragio inminente. Sí, obras creadas en la adversidad.

Pienso en Graham Green a punto de morir de disentería en Tabasco, pero escribiend­o. Malcom Lowry, con un eterno vaso de mezcal en la mano, garrapatea­ndo su divina comedia ebria entre la Ciudad de México, Cuernavaca, Acapulco y Oaxaca, “Bajo el Volcán”. Largo, largo este tema que ahora y por Navidades, se precipita con furor y muerde la piel de no pocos humanos con sentimient­os a flor de piel. Dos obras creadas (parte de ellas) en los límites de la vida (Boris Vian) y los últimos años de Ricardo Piglia (1941-2017). El primero, muerto apenas a los 35 años de edad. El segundo, a los 75, pero aquejado de una enfermedad perniciosa y letal; sombra de ceniza la cual pudre los huesos, los nervios, la lengua, el alma… la esclerosis lateral múltiple (ELA).

LETRAS MINÚSCULAS

A pesar del poco tiempo terreno (Vian) y no obstante la adversidad de la salud (Piglia), ambos son dueños de universos creativos admirables y perfectos… www. vanguardia. com.mx/ diario/ opinion > Reforma laboral: nadie sabe para quién trabaja > El mundo al revés >El barco tecnológic­o que México debe abordar Historias del señor equis y de su trágica lucha contra La Burocracia. El Funcionari­o del Estado le dijo al señor equis: —Feliz Navidad. —Igualmente —respondió, temeroso, el señor equis. Le informó El Funcionari­o: —Son 100 pesos. —¿De qué? —se sobresaltó el señor equis: Se digno responder El Funcionari­o: —Es el Impuesto que se paga por recibir una felicitaci­ón de Navidad y contestarl­a.

Pesaroso, el señor equis entregó la cantidad que destinaba a comer ese día. El Funcionari­o se embolsó la suma, y añadió en seguida: —Y próspero Año Nuevo. El señor equis ya no contestó. Le dijo El Funcionari­o: —Son 200 pesos. Es la Multa que se paga por no contestar nuestras felicitaci­ones.

¡Hasta mañana!...

 ??  ??
 ??  ?? JESÚS R. CEDILLO
JESÚS R. CEDILLO
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico