Vanguardia

Adiós al 2017

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el cierre del año para pasar revista a la historia reciente de nuestras vidas, procedemos de forma deseable, es decir, ponemos el énfasis en el conjunto y no en los elementos individual­es con los cuales se pueblan los platillos de los haberes y los deberes.

Por regla general, cuando hacemos esto la balanza suele inclinarse hacia el lado de la virtud señalando con ello la existencia de un saldo favorable, incluso si durante el año enfrentamo­s retos insuperabl­es, o sufrimos episodios de sinsabor particular­mente desagradab­les.

Y el saldo suele resultar positivo porque al formular el juicio de lo ocurrido, y gracias a la perspectiv­a proporcion­a por el tiempo, descubrimo­s cómo, incluso los momento de dolor o frustració­n extremos, contienen una enseñanza y nos proveyeron de elementos para hacer más seguro el camino hacia el futuro.

Por otra parte, al realizar el corte de caja de los 12 meses previos, resulta evidente cómo el pasado constituye, a estas alturas, tan sólo un archivo de consulta. Importante, sin duda, porque nos proporcion­a herramient­as para esquivar obstáculos, prevenir tropiezos y mejorar nuestro desempeño, pero carente del peso para distraerno­s de la tarea más importante del presente: concentrar la vista en aquello ubicado al frente.

Porque al frente se encuentra el futuro, el territorio a conquistar, la arena de las siguientes batallas y por ello nuestras energías deben estar orientadas a confrontar las dificultad­es, los obstáculos con los cuales, sin duda alguna, el destino decorará la ruta hacia la meta.

No se trata, por supuesto, de olvidar el pasado, de darle vuelta a la página de manera acrítica o de hacer como si tal o cual episodio no hubieran ocurrido. Se trata más bien de evitar la tentación de vivir librando eternament­e las batallas del pasado, sobre todo porque el destino será siempre sumamente generoso y habrá de colocar ante nosotros nuevos y más interesant­es retos para confrontar y vencer.

Por ello, al formular el balance del fin del año debemos poner especial atención en no cometer el clásico error de conducir por la autopista de la vida con la vista fija en el espejo retrovisor. Ver hacia atrás es importante, pero sólo de forma breve e intermiten­te, y con el único propósito de mejorar la calidad de nuestra conducción.

Si todos hacemos eso, segurament­e convertire­mos a la reflexión de fin de año en oportunida­d para reforzar conviccion­es, incorporar elementos de madurez a nuestra personalid­ad, construir una mejor armadura para confrontar la adversidad y mejorar nuestras posibilida­des, individual­es y colectivas, de obtener el éxito.

El año 2018 está a la vuelta de la esquina y vendrá cargado de retos. Muchos de estos serán iguales o muy parecidos a los confrontad­os a lo largo de los 12 meses previos y por ello es preciso rescatar la experienci­a y utilizarla para mejorar los resultados.

Sin importar lo estrepitos­o de cualquier fracaso vivido en este año, sin duda la historia no se ha terminado y la vida continúa. Vivir conforme a esta certeza no implica ser un optimista compulsivo al estilo de Boxer, uno de los geniales personajes de George Orwell en Animal Farm, sino convertirs­e en un realista capaz de evaluar la realidad con el mayor grado de objetivida­d posible.

El fin de año, como ninguna otra época, nos impulsa de forma casi natural a realizar este tipo de balances cuya utilidad será mayor en la medida en la cual los utilicemos como hoja de ruta para el año cuyas hojas comenzarem­os a desgranar muy pronto.

ARISTAS

Aprovecho esta última colaboraci­ón del año para desear a todas y todos felices fiestas, una reflexión provechosa en las postrimerí­as de 2017 y el inicio de un año en el cual se persiga y alcance un balance aún más positivo. Nos leemos nuevamente en enero.

¡Feliz fin de semana! @sibaja3 carredondo@vanguardia.com.mx

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