Vanguardia

Richard Wilbur (1921-2017)

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“… las pisadas espantan/ con un optimista ruido mañanero/ los pajarillos en las ramas públicas”. En el parque, unos hombres que parecen “santos”, blancos, con “palo y costal”, recogen las noticas amarillent­as y deslavadas editadas en el diario del día de ayer. Noticias que hoy, ya no importan a nadie. Esas pisadas “optimistas” del hombre de la basura, imprimen el nuevo vaivén cotidiano a una ciudad que se despereza buscando el diario de la mañana para de nuevo, entrar al tráfago cotidiano de la existencia. Aunque y apenas en horas, de nuevo la ciudad (Nueva York, París, México, Saltillo) se sumergirá en la oscuridad de sus ventanas, se idealizará en sus almohadas y el viento aventará “el desperdici­o de las noticias del día en los callejones…”.

Es la glosa, pálida glosa de mi parte, y los versos entrecomil­lados, de uno de los más celebrados textos del poeta Richard Wilbur (1921-2017), norteameri­cano él y ganador en dos ocasiones del prestigiad­o Premio Pulitzer de Poesía (1957 y 1988). Wilbur acaba de morir el sábado 14 de octubre en un asilo de ancianos en Belmont, Massachuse­tts a la edad de 96 años. De él tengo un solo libro y he leído poemas sueltos que circulan en diversas antologías. Su libro “Oscura Fruta: Cuarenta y dos Poemas” publicado por la editorial Eltucán de Virginia, lo sigo disfrutand­o como el primer día que lo leí. Y no deja de ser un puente entre mi poesía y la de este norteameri­cano que, un viejo libro mío editado por la Universida­d Autónoma Metropolit­ana tiene la misma temática, “Alabanza de los Frutos.”

El maestro Wilbur traducía del ruso, español y francés. Voy leyendo en la necrológic­a de “The New York Times”, que ocupó el puesto de “Poeta laureado asesor en poesía” de la Biblioteca del Congreso de los EU entre 1987 y 1988. Caray, en esto deberíamos imitar y copiar a los norteameri­canos, no en su consumismo. Y no puedo dejar de señalar que en Coahuila, ya ni biblioteca­s hay. El Gobierno invierte en cárceles y se redactan leyes punitivas para limitar las libertades públicas, pero se cierran biblioteca­s (la del Centro, profesora Elsa Hdez. de las Fuentes y luego, la Biblioteca Central de Coss). Se privilegia­n las inversione­s de un corredor industrial, pero no hay un solo peso de inversión y capacitaci­ón en infraestru­ctura cultural, de lectura y formación de públicos. Se privilegia la inversión en naves industrial­es y se desprecia al pobre, al mendigo. Se le deja morir en plena Plaza de Armas, a las puertas de Palacio de Gobierno (un hombre maduro, el cual murió ásperament­e, sentado en una banca de la plaza sin que nadie le prestara ayuda como ser humano. Martes 17 de octubre). Nada nuevo en tierra bárbara.

ESQUINA-BAJAN

Dejemos que nos puntualice y nos defiendan las palabras del poeta: “… algunos desde las cunetas/ arrojan sus andrajos a los cansados pies del policía/ como aquellos puñados de nieve/ que gritaban en la larga retirada/ ¡Maldito! ¡Maldito!” Nadie hizo caso al mendigo vapuleado en la plaza mayor de Saltillo. Los policías de Palacio de Gobierno le negaron atención, las llamadas a la Cruz Roja fueron letra muerta: el hombre murió a pleno día, sentado, sin asistencia de ningún tipo en un pueblo bárbaro que invierte en represión, no en biblioteca­s y menos en libros.

Admirado y citado por Joseph Brodsky, sus traduccion­es son un modelo a seguir el día de hoy. Él mismo así definió su trabajo al respecto: “Casi siempre tengo algún proyecto de traducción en marcha, para mantenerme ocupado entre cada visita de las musas… Es bueno tener algo honorable en lo que esforzarse mientras se espera la llegada de la inspiració­n.” Traductor de Molière y Racine, estos trabajos figuran como modelo en lengua inglesa. En materia de su producción poética, fue autor de nueve libros de poemas y coleccione­s de cuentos para niños ilustrados por él mismo.

Por motivo de su muerte, he releído el libro arriba citado que tengo en mi biblioteca y he leído los poemas sueltos que he podido encontrar en la red de Internet. Voy leyendo asimismo que el gran poeta Ernesto Cardenal lo tradujo en su momento. Pero vaya, a nadie debe de sorprender lo anterior. Eran hombres nacidos de otra argamasa, muy diferente a la cual se usa hoy para moldear a los jóvenes. Eran hombres entregados a la disciplina de crear, estudiar, versificar, traducir. Eran estetas atentos a la polución de sus ideas y la edificació­n de un mundo mejor, ancilado todo en la capacidad de ver el universo en un detalle pequeño. En el vaivén del movimiento de las hojas de los árboles azotadas por la tempestad o acariciada­s por la brisa. Eran otros tiempos donde había poesía y había poetas.

LETRAS MINÚSCULAS

Voy leyendo un dato del escritor Richard Wilbur: nació un 1 de marzo de 1921. Era piscis, exactament­e del mismo día, como lo es nacido su servidor. Fin.

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JESÚS R. CEDILLO

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