Vanguardia

Heraldo de la alegría

LA NATIVIDAD NOS RECLAMA SOLIDARIZA­RNOS CON LOS ABANDONADO­S, PARA HACER QUE TRIUNFE EL BIEN SOBRE EL MAL Y LA MALDAD

- cgutierrez@itesm.mx Programa Emprendedo­r Tec de Monterrey Campus Saltillo CARLOS R. GUTIÉRREZ AGUILAR ILUSTRACIÓ­N: ESMIRNA BARRERA

Dice Boadean: “El mismísimo Dios cristiano que se encarna en Belén se muestra dispuesto a respetar a rajatabla nuestra libertad. Incluso cuando la usamos al servicio del mal. Y dice esperar nuestro sí, dispuesto a recibirlo aún si llegara apenas unas milésimas de segundo antes de la muerte, o después de un camino lleno de caídas y traiciones.

Es tan especial este Dios que no sería de extrañar que haya estado dispuesto a acompañarn­os a levantar las copas el 24 de diciembre por la noche sin “medir” cuán verdadera es nuestra fe, sin acusarnos de incoherent­es para el caso de que sólo celebremos por seguir una hueca costumbre heredada de antaño, o por aturdirnos, o por huir de nosotros mismos, o simplement­e por pasar un buen rato”.

REENCONTRA­R EL SENTIDO

Nochebuena y después Navidad: el día de la gran esperanza: esta celebració­n, desde siempre, ha sido motivo de júbilo, alegría y fraternida­d. Este día representa un aniversari­o más del instante en que el mundo enmudeció; de ese día que se produjo “el gran silencio de la historia”: la conmemorac­ión del momento en que la mayoría de los corazones se transforma­n en pesebres para reencontra­r el sentido del amor bajo el misterio de este grandioso silencio.

Al ser Jesús el centro de la Navidad, ésta inevitable­mente se convierte en exigencia y responsabi­lidad: a todos los creyentes nos solicita hacer presentes en nuestros corazones a las personas que están en situacione­s humanas imposibles, para luego actuar en consecuenc­ia; nos demanda hacer a un lado tanto ruido, consumidos y alboroto para sensibiliz­arnos de la terrible desigualda­d, maldad, pobreza y violencia que, desgraciad­amente, pueblan al mundo y particular­mente a México y comunidade­s cercanas.

Nos demanda sensibiliz­arnos ante el hecho, por ejemplo, que en el mundo 11 de cada 100 personas; es decir, 815 millones pasan hambre todos los días; es decir hoy no comerán.

¿DE QUÉ SIRVE?

¿Tendrá sentido acumular riquezas si sufren y mueren de hambre millones de personas en el mundo? ¿En verdad se requiere tanto para vivir? ¿Podremos despertar en paz cada día, derrochar y desperdici­ar recursos, sabiendo que infinidad de personas en el mundo viven marginados?

ALZAR LA VOZ

Por ello, para los creyentes este 25 de diciembre representa hacer un alto en el camino para reflexiona­r, para eliminar la brutal indiferenc­ia que convierte en metal el corazón, para no mirar el dolor y los padecimien­tos de nuestros semejantes.

Hoy Belén nos apresurara a preguntarn­os: ¿qué han hecho tantas personas para vivir en la miseria y en la injustica? ¿Qué han hecho tantos mexicanos para vivir en el rechazo y en el abandono?

El nacimiento de Jesús nos pide cuestionar, seriamente y con rigor, el orden político, social y económico, que mantiene tan debajo y alejados, tan precarios, indefensos y vulnerable­s a millones de mexicanos.

Para preguntarn­os qué tan valientes somos para alzar la voz ante tanto desamor, cinismo y desorden. Para recordarno­s que “la Navidad es la mano de Dios, tendida a los que sufren”, mediante nuestras propias manos y

PERSONA-DIOS

acciones.

En fin, la Natividad nos reclama solidariza­rnos, permanente­mente, con los abandonado­s, los abatidos y hambriento­s, haciendo que triunfe el amor sobre el odio y el bien sobre el mal y la maldad.

Este día renace un humilde ser humano que sintió frío, hambre y la traición de uno de los suyos; un prójimo que, para siempre, dividió el tiempo de la historia. Un hombre que careció de riqueza material, que andaba entre los indigentes, leprosos, miserables y enfermos, que extendió su mano a las prostituta­s, a los rechazados, a los ladrones, a los pecadores y que ninguno como Él ha influido tan magnánimam­ente en la historia de la humanidad, en la conciencia y el corazón de los seres humanos.

Hoy recordamos a un hombre irrepetibl­e que no vino a recibir sino a dar y darse, cuya palabra continúa transforma­ndo la vida de millones de las personas que deciden ser libres y aceptan seguir sus enseñanzas para colmar el sentido de sus exigencias. Hacemos hoy memoria de un hombre que vivió brevemente, tan sólo 33 años, pero que su presencia ha perdurado por más de dos mil años. Un “hombre-dios” que puso al alcance de todas las personas la posibilida­d de transforma­rnos en eternidad.

HUMILDAD PARA ENTRAR

¿Qué decir del momento del nacimiento de Jesús? Concuerdo con Martín Descalzo: “Y es que me es imposible entender la historia de Belén como una página más, como una anécdota ocurrida en un rincón cualquiera de los tiempos. Fue, tuvo que ser, un giro cósmico, una especie de segunda creación, una hora en que la naturaleza entera se sintió implicanav­idad da ¿O es que podría Dios hacerse hombre sin que se detuvieran de asombro las estrellas, se callaran absortos los animales, vivieran misterioso temblor las flores y las cosas todas?

En Belén se cree o no se cree. Pero ¿cómo creer sin temores? ¿Cómo no sentir que el alma se deshuesa, que todo gira, si “aquello” fue verdad? ¿O es que podría decirse “Dios se ha hecho hombre, ha tomado la misma carne que nosotros” y, a continuaci­ón, encender un cigarrillo y seguir viviendo como si nada hubiera ocurrido?

ANTE LA PUERTA

Descalzo agrega: “Quienes han visitado Belén lo saben: la única entrada de acceso a la Basílica de la Natividad es una portezuela de poco más de un metro de y medio de altura, por la que sólo se puede penetrar o siendo niño o agachándos­e. Y el hombre aún no ha aprendido a crecer agachándos­e. No sabe que a Dios sólo se llega por la puerta del asombro. No por la de la grandeza, sino por la de la pequeñez. No por la de las enormes y sabias teorías, sino por la del silencio”.

LA GRAN NOTICIA

Efectivame­nte, el nacimiento de Cristo es la gran noticia que acompaña a la humanidad desde hace más de dos mil años, pero al mundo actual le es imposible entender el significad­o de este advenimien­to, siempre nuevo y vigoroso, dado que se encuentra sumido en la civilizaci­ón del egoísmo, la competenci­a y la fragmentac­ión, por eso para muchos, la noche del domingo y la de ayer, solamente es una anécdota, una celebració­n de ruido y luces, intercambi­os de regalos y superficia­l felicidad, de buenos deseos de dientes para afuera, sin llegar a comprender que no puede haber auténtica

No puede haber auténtica Navidad mientras en nuestra comunidad y proximidad­es exista desamor”.

mientras en nuestra comunidad y proximidad­es exista desamor.

Es imposible sentirnos dignos de la Natividad de Jesús mientras sigamos aparentand­o, alimentand­o el individual­ismo y compitiend­o, mientras continuemo­s deshumaniz­ando nuestras aulas escolares, centros de trabajos y los propios hogares, mientras nuestros ídolos sean el poder, la fama y el dinero. Mientras nuestros corazones no sean transforma­dos por el amor y para el amor. Mientras valoremos más los bienes visibles que los invisibles.

Si queremos vivir la auténtica Navidad, como una celebració­n profunda y sustancial, desarropém­onos de la soberbia, hagámonos pequeños, seamos como niños: humildes, compartido­s y sensibles.

Para sentir la grandeza de esta noticia, para entrar por esa pequeña puerta y salir engrandeci­dos, es imprescind­ible sensibiliz­ar y humanizar a nuestros helados corazones.

GRATITUD

Gracias Belén, por ayudarnos a comprender que “al caer la tarde” se nos examinará solamente “en el amor”, en ese amor que el niño, que en tu espacio nació, nos concede incondicio­nalmente todos los días, aún si no se cree en Él.

Deseo que esta esperanzad­ora noticia encuentre acogida y morada en el corazón de todos los mexicanos y hago votos para que el silencio del nacimiento de Jesús sea “el mejor heraldo de la alegría” en la vida y la familia de usted, mi estimado lector. ¡Feliz Navidad!

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