Vanguardia

La O por lo divino

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El cubano Ernesto Lecuona escribió una bellísima canción que José Mojica -después fray José de Guadalupe- hizo famosa en Méxio. Esa canción es “María la O”.

¿De dónde viene ese nombre peregrino? Pertenece a una advocación mariana que se celebra el 17 de diciembre. Tal es el día señalado por la liturgia del catolicism­o para el comienzo de las llamadas “antífonas de la O, serie de invocacion­es que concluyen la víspera de la Navidad. En ellas se expresa la ansiedad del género humano por la venida del Mesías. Son manifestac­iones de esperanza, y al mismo tiempo de certidumbr­e. Todas empiezan con la exclamació­n “¡Oh!” (en latín “O”), dirigida al Salvador que llega.

Son siete las invocacion­es. En cada una de ellas se llama a Jesús con diferentes epítetos, todos sacados de textos del Antiguo Testamento: Las antífonas de la O son oraciones para decirle a Dios: “Ven”. Son un llamado a fin de que apresure su advenimien­to, tan aguardado por el hombre. Esa esperanza toma cuerpo en María, cuya figura preside las celebracio­nes del Adviento, pues en Ella está ya El que luego estará entre nosotros. De ahí aquella advocación; de ahí el nombre de María la O.

Alguna semejanza tienen los tiempos litúrgicos con las estaciones del año. El Adviento parece un invierno. Su signo, como el de los días invernizos, es la espera. Pero bajo la aparente quietud invernal en que descansan la tierra y las criaturas, laten los renuevos de la primavera. Así en la espera del Adviento está presente ya la triunfal llegada de esa primavera que para el mundo fue Cristo con su doctrina del amor que todo lo hace florecer. Al “Oh” que llama seguirá el “¡Ah!” de asombro ante la llegada que Lucas describe en su relato de la Natividad:

“...Los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha manifestad­o. Vinieron, pues, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y al verlo dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que oyeron se maravillar­on...”.

Por eso la “O” de las antífonas marianas es gran letra. La criatura llama a su Creador, que viene ya anticipánd­ose al llamamient­o de los hombres. Llegará a nuestra casa, no importa que esté vacía de todo, hasta de amor por Él. Tampoco importa que esa casa esté manchada por culpas y pecados. Él llegará de cualquier modo. Si no le hacemos lugar en nuestra posada buscará un portal cercano, y desde ahí saldrá a buscarnos. La Navidad es la llegada del Amor. Es decir, la llegada de la Vida. Podrá estar nuestro mundo lleno de muerte y odio. Así estaba cuando Jesús llegó a él, y sin embargo no lo consideró indigno de su presencia.

Los españoles tienen un dicho: “Esperar el santo advenimien­to”. Se usa en alusión a alguien que sin hacer nada espera algo que segurament­e no sucederá. “Fulano está esperando el santo advenimien­to”. El advenimien­to que esperábamo­s nosotros ya llegó. Renovamos su llegada cada año con las celebracio­nes de la Navidad.

¡Oh sabiduría! ¡Oh Adonai! (sagrado señor). ¡Oh renuevo del árbol de Jesé! ¡Oh llave de David! ¡Oh sol que naces de lo alto! ¡Oh rey de las naciones! ¡Oh Emmanuel!

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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