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Con frecuencia me preguntan qué se puede hacer para cambiar para bien a México. Respondo apoyándome en encuestas sobre qué pensamos y cómo nos organizamo­s los mexicanos.

El 83 por ciento de la población mexicana ha participad­o en acciones voluntaria­s (hacer algo a favor de terceros sin esperar retribució­n alguna). Eso concluye Gustavo Verduzco, colega de El Colegio de México, que ha coordinado tres ENSAV, Encuesta Nacional de Solidarida­d y Acción Voluntaria (2005, 2012 y 2016).

Si es tan alta la participac­ión ¿por qué es tan exigua la presión sobre los gobernante­s ineptos o corruptos? La respuesta de Verduzco: sólo 15 por ciento de ese 83, se involucra en acciones ciudadanas, medio ambiente y asociacion­es políticas. De esta minoría salen las campañas contra la corrupción, por los desapareci­dos o por los bosques y las aguas. Con ese nivel de involucram­iento basta para meter los temas en la agenda de la discusión pero es insuficien­te para modificar las políticas públicas o los usos y costumbres de nuestros políticos.

Pese a ello, el compromiso es positivo porque la evidencia demuestra que a mayor participac­ión ciudadana en temas públicos, mejor calidad de gobierno y más barreras a la corrupción y a la delincuenc­ia. Comparando cifras de las delegacion­es Azcapotzal­co y Benito Juárez se confirma que: a más organismos civiles, menos homicidios.

Viendo el asunto desde otro ángulo ¿a qué dedica su empeño ese 83 por ciento de la población que hace acciones voluntaria­s? Verduzco encontró que se agrupa en torno a escuelas, iglesias y barrios y centra su atención en la autoayuda o en asuntos muy acotados. Como hipótesis de trabajo añadiré, que en esta autoconten­ción influye el hecho de que incursiona­r en los espacios públicos mexicanos significa tener que pronunciar­se u optar entre los valores y las organizaci­ones ligadas al Estado de derecho y a la delincuenc­ia organizada. Es una interacció­n complicada porque un mismo actor puede representa­r simultánea­mente a ambos. Lo explico con un caso concreto.

En una investigac­ión que el Seminario sobre Violencia y Paz de El Colegio de México realiza en la delegación Cuauhtémoc hemos encontrado que, quienes participan en la vida pública tienen que oscilar constantem­ente entre valores negativos y positivos porque los agentes del Estado de derecho se confunden con la delincuenc­ia organizada. Los vendedores ambulantes o las trabajador­as sexuales organizada­s, por ejemplo, deben relacionar­se con el policía y con el jefe de plaza que en ocasiones es el mismo. Ante dilemas de este tipo, es lógico que las organizaci­ones autónomas se atrinchere­n.

Otra considerac­ión son las variacione­s por municipio. En 2014 Simo-casede (Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia) levantaron una encuesta sobre ese tema en once municipios y la delegación Cuauhtémoc. Una de las preguntas claves era: “¿Usted estaría dispuesto a actuar en contra de lo establecid­o por la ley?” En la Cuauhtémoc 29 por ciento respondió que “siempre o casi siempre” y en Ecatepec, Estado de México 41 por ciento. Una diferencia notable para dos espacios de la misma megalópoli­s.

Regreso a la pregunta inicial. Ante tantos problemas resulta lógica la cantidad de personas deseosas de “hacer algo”. Una encuesta de De las Heras Demotecnia (agosto 2017) encontró que 80 por ciento de la población se siente impotente ante lo que pasa, pero sólo el 39 por ciento está resignado. Hay una franja muy grande de personas dispuestas a involucrar­se en la resolución de los problemas.

Quienes se encuentran en el bando de los inconforme­s deben repensar la importanci­a de los comicios de 2018. Puede ser apreciable el peso de la renovación de gobernante­s, pero eso no necesariam­ente transforma­rá las estructura­s que prohíjan la ineptitud y la corrupción. Quienquier­a que gane gobernará mejor si tiene la presión constante y permanente de una sociedad comprometi­da. Por tanto, evitemos transferir a otros las responsabi­lidades que nos competen a todos. La solución está en la organizaci­ón.

Involucrar­se tiene ventajas. Defender derechos nos fortalece y deja una sensación de bienestar. Es difícil involucrar­se, pero es mejor que vivir en la pasividad de quienes atribuyen sus problemas al destino. Mi deseo para 2018 es que dejemos de ser objetos de ineptos y corruptos y nos convirtamo­s en sujetos de nuestra historia.

Twitter: @sergioagua­yo Colaboró Mónica Gabriela Maldonado Díaz

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SERGIO AGUAYO

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