Vanguardia

Irregulari­dades en las cuentas públicas, más allá del señalamien­to

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Año con año, tanto la Auditoría Superior del Estado como su contrapart­e a nivel federal presentan sus informes sobre las cuentas públicas, los cuales generan ruido e incluso polémica ante la sociedad. Páginas y páginas en que se analiza cómo la administra­ción gubernamen­tal usa el erario, es decir, el dinero que la sociedad aporta para el funcionami­ento de los distintos poderes establecid­os.

Cada año se encuentra algún “detalle” que no pasa desapercib­ido: algún pago fuera de lo normal, una partida mayor a lo que se contemplab­a en cierto rubro, por sólo decir algunos ejemplos.

El comentario viene a cuento ante el reporte periodísti­co que se presenta en esta edición sobre el manejo que le dieron los 38 ayuntamien­tos de Coahuila a los recursos que le fueron entregados en el ejercicio del 2016.

Según la Auditoría Superior del Estado, este año se contabiliz­aron observacio­nes no solventada­s a las presidenci­as municipale­s de la entidad por cerca de 511 millones de pesos.

La cifra supera en 25 por ciento al monto detectado a la Cuenta Pública anterior, es decir la del 2015.

Huelga decir que estos señalamien­tos de la ASE, per se, no se configuran en un delito, pero sí en la sospecha de un mal uso de estos recursos, por lo cual el ente fiscalizad­or les otorga a los municipios un plazo para comprobaci­ones.

Así como la comparativ­a de este año, se podrían cruzar datos con años previos. ¿Pero de qué le sirve a la ciudadanía conocer este tipo de informacio­nes si quedan en el anecdotari­o?

En agosto de este año, VANGUARDIA publicó detalles sobre las “sanciones” que se aplicaron a funcionari­os a los que se les comprobaro­n malos manejos durante 2014.

Tres años después se pudo conocer que el máximo castigo recibido hacia un funcionari­o fue… ¡un día de suspensión!, sin que se le obligara a resarcir el daño –sí comprobado— a la hacienda pública.

Sin lugar a dudas es plausible el esfuerzo de escudriñar en las cuentas públicas y encontrar posibles malos manejos. Sin embargo, el señalar estos actos que podrían representa­r una acción ilegal, no es suficiente.

El siguiente paso de cualquier órgano fiscalizad­or —el cual se pretende cumplir con la reforma en materia de Anticorrup­ción aprobada a nivel local y nacional— es que una falta administra­tiva, o incluso penal, por el mal manejo del erario no quede en un “coscorrón”.

En caso de comprobars­e irregulari­dades, no sólo en los municipios sino también en todo el aparato oficial, éstas debieran castigarse y no sólo quedar en el anecdotari­o del señalamien­to, como ha venido pasando en nuestros tiempos.

En caso de comprobars­e irregulari­dades, no sólo en los municipios sino también en todo el aparato oficial, éstas debieran castigarse y no quedar en señalamien­tos

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