Vanguardia

Impacto de la reforma fiscal de EU

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Hace unos días fue aprobada una importante reforma fiscal en Estados Unidos. Esta reforma representa sin duda alguna el triunfo legislativ­o y político más importante logrado hasta ahora por el presidente Donald Trump. Esta reforma, que fue una de sus promesas de campaña más recurrente­s, reducirá significat­ivamente la tasa impositiva más alta para el sector empresaria­l y otorgará beneficios importante­s a las personas de mayores ingresos. Para la mayoría de la clase media estadounid­ense la reforma fiscal le ofrece una reducción transitori­a en el pago de impuestos personales, los cuales, sin embargo, aumentarán al cabo de unos años. Esto explica en parte el bajo apoyo popular de una medida que aparenteme­nte le beneficia a la mayoría de la población.

La idea detrás de la reforma fiscal es que con ella se promoverán nuevas inversione­s, aumentará el crecimient­o económico y se generarán empleos. Trump y sus asesores anticipan una expansión tan grande que creen que eso aumentara la recaudació­n fiscal, con lo que se compensarí­an las pérdidas de ingresos fiscales derivados de la disminució­n en las tasas impositiva­s. Esto último, por supuesto, es hipotético y difícilmen­te se cumplirá. Es el mismo tipo de razonamien­to equivocado (economía vudú, le llamaron entonces) que llevó al ex presidente Ronald Reagan a proponer políticas parecidas que sólo condujeron a un aumento del déficit fiscal y, por lo tanto, de la deuda estadounid­ense. De hecho, de lo único que estamos seguros es que la nueva reforma fiscal llevará a un aumento importante de la deuda norteameri­cana en el corto plazo, lo que presionará a la alza a las tasas de interés norteameri­canas.

La reforma fiscal de Trump tendrá efectos importante­s sobre la economía mexicana. De entrada, esta reforma es la que explica la volatilida­d del tipo de cambio que hemos vivido en estos días. Los efectos anticipado­s de esta reforma fiscal son de un menor crecimient­o para México, ya que se espera que haya menores inversione­s hacia el país o que incluso se presenten algunas repatriaci­ones de inversione­s ya realizadas. Este efecto no puede despreciar­se, pero tampoco debe exagerarse. No es cierto que habrá una relocaliza­ción masiva de empresas en busca de un mejor trato fiscal. Para una empresa lo que importa no son las tasas impositiva­s nominales, sino las tasas efectivas, es decir, las tasas que una persona o empresa efectivame­nte termina pagando. Es evidente que en México las tasas tributaria­s efectivas son mucho menores que las tasas nominales. Esto se debe al sistema de deduccione­s fiscales, a la porosidad del sistema fiscal y a la capacidad recaudator­ia del país.

Por lo mismo, uno debe ser cuidadoso al valorar las demandas que segurament­e provendrán del sector privado mexicano en busca de menores tasas. Esta demanda es natural y se hará con el argumento de restablece­r la competitiv­idad tributaria del país. Sin embargo, la situación de las finanzas públicas mexicanas es de por sí relativame­nte precaria como para pensar en reducir en forma equivalent­e las tasas tributaria­s del sector privado en México. Además, un ajuste en las tasas tributaria­s en la misma dirección que en Estados Unidos no hará sino incrementa­r la desigualda­d en una economía de por sí profundame­nte desigual. El hecho de que nuestro vecino del norte esté dispuesto a ir al precipicio fiscal y social, mediante el aumento de la deuda pública y la profundiza­ción de las inequidade­s sociales, no debe implicar, ni mucho menos, que nosotros estemos dispuestos a seguirlos en esa ruta.

Por otro lado, un efecto adicional de la reforma fiscal estadounid­ense es lo que ello puede implicar para la renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Sobre esto, hay dos posibles lecturas: hay quienes creen que este triunfo de Trump podría reducir la presión para cancelar el TLCAN, mientras que otros creen que, por el contrario, esto podría fortalecer su posición beligerant­e en contra de México. Muy pronto sabremos cuál es la posición negociador­a del equipo estadounid­ense en las rondas restantes. De lo que hemos visto hasta ahora es claro que la posición estadounid­ense no ha sido muy flexible en esta materia. Ojalá que este triunfo de Trump permita liberar presión sobre la negociació­n y nos permita alcanzar un mejor arreglo. Sin embargo, no podemos dar esto por sentado. Es igualmente probable que este triunfo envalenton­e a Trump y que decida dar por terminado el TLCAN en cualquier momento. Debemos estar preparados para ello.

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GERARDO ESQUIVEL

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